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Una familia turbulenta y sanguinaria

Jacinto Antón

"¿Qué Herodes? ¿Herodes el Grande?", interroga con segundas el padre Merrin a la poseída adolescente Regan que ha traído a colación el nombre en El Exorcista. "¡No! ¡El Tetrarca de Galilea!", responde airado el vomitivo demonio desde dentro de la jovencita, demostrando sus conocimientos de historia. Que saber distinguir entre ambos personajes pueda servir de prueba de cultura del diablo da la medida de la confusión que se produce a menudo entre los diferentes Herodes: Herodes el Grande (el de la masacre de los Santos Inocentes, para entendernos, aunque todo el asunto es más que dudoso), su hijo el tetrarca Herodes Antipas (el de Salomé, la cabeza de Juan el Bautista y el proceso a Jesucristo, también para entendernos, porque aquí hay asimismo mucho no atestiguado por la historia) y su nieto Herodes Agripa (al que Robert Graves en su Yo, Claudio describe como gran amigo del tartamudo y cojitranco césar y al que los Hechos de los Apóstoles hacen morir "comido de gusanos").

La enojosa costumbre de los antiguos de repetir nombres causa confusiones como esta de la denostada Casa de Herodes, familia que sin embargo tuvo la gentileza de simplificar algo las cosas practicando el asesinato entre sus filas. Seguramente era el barniz helenístico, pero la dinastía se bañó en intriga y sangre (con su puntito de vicio e incesto) de una manera parangonable a la de los lágidas, los ptolomeos. Es cierto que debieron hacer frente a tiempos turbulentos, demediados entre el poder de Roma, siempre a punto de anexionarse Judea, y unos súbditos díscolos y más bien poco flexibles en materia religiosa y moral.

Mejor cerdo que hijo

En todo caso, Herodes el Grande parece haber sido cruel hasta para los parámetros de una época en que la piedad escaseaba. Al propio Augusto, cuya mujer Livia se ganó la fama de envenenadora, se le atribuye la frase: "Mejor ser un cerdo de Herodes que uno de sus hijos".

El Grande hizo matar, entre otros, a su mujer Mariamne (en un arrebato de celos a lo Otelo), a tres de sus 14 hijos, a su suegra, y a un cuñado, y seguramente hizo ahogar a otro. No es de extrañar que le colgaran el sambenito de los Inocentes. Parece que sufría de algún desorden paranoico. Murió de manera espantosa, con una gangrena que le hacía apestar. Su hijo Herodes Antipas ("ese zorro", en palabras de Jesús) fue objeto de anatema judío al casarse con Herodías, la mujer de su hermano, que, además, era su sobrina. La mujer que le hizo perder la cabeza (aunque no tanto como al Bautista) y le indispuso con los romanos, que lo exiliaron a la Galia, era Herodías. En el episodio de la liquidación de Juan intervino, según los Evangelios, su hija, pero no está acreditado que se llamara Salomé.

En cuanto a Herodes Agripa, se crío en casa de los Julio-Claudios, junto a Calígula. Éste y Claudio le apoyaron y pudo volver a usar el título de rey como su abuelo. Persiguió a los cristianos, dio muerte a Santiago, y como sus amigos césares creyó ser dios, pero murió, tras la ominosa visión de una lechuza, según Flavio Josefo, de un atroz dolor de vientre.

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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