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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A vueltas con Montjuïc

Se la conoce como la montaña maldita. Sobre ella llovieron las bombas en muchas ocasiones: en 1714, tras la ocupación borbónica, y con Espartero, en 1842. Allí fue fusilado el presidente Companys. El castillo fue entregado a Barcelona por una ley que dictó Franco en 1960, pero hipotecaba toda capacidad de hacer y deshacer.

La ciudad reclama desde hace años la cesión completa y real de la fortificación. Zapatero se comprometió en la campaña de las legislativas de 2004 a devolver el castillo sin condiciones. Pero con una idea: que lo que durante siglos fue símbolo de represión para la ciudad se convirtiera en un centro para la paz. Todos estuvieron de acuerdo y así se iniciaron las conversaciones entre el Consistorio y el Ministerio de Defensa. Su entonces responsable, José Bono, impuso varias condiciones que acabaron plasmadas en el proyecto de ley de Cesión del Castillo de Montjuïc, del 17 de marzo de 2006. Las banderas -española, catalana y la de la ciudad- tendrían que ondear en lugar "preferente"; un consorcio -con representación de Defensa, Generalitat y Ayuntamiento- debería dirigir el Centro de la Paz; las decisiones tendrían que ser por unanimidad y tanto los militares como el sistema de transmisiones se quedarían en el castillo.

El proyecto embarrancó en la tramitación parlamentaria. Hasta que hace algo más de un mes, el Gobierno anunció que la cesión se haría por orden del Ministerio de Economía y Hacienda. La orden fue entregada en mano por Zapatero al alcalde Jordi Hereu y que, en síntesis, confirma el Centro por la Paz, a las tres banderas se le suma la de la UE y da tres años para la salida de los militares. Se podría haber hecho mucho antes y no cuando falta apenas un mes para las municipales.

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