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Reportaje:

La 'curandera' blanca contra el sida

Una británica intenta aunar la medicina con los rituales tradicionales, en los que aún confía el 90% de la población surafricana

¿Existe alguna posibilidad de entendimiento entre un médico que prescribe ARV a un enfermo de sida y un sangoma, un sanador tradicional que organiza rituales de limpieza y se comunica vía trance con los ancestros? Jo Wreford, una británica de 59 años que ejerce de sangoma en Suráfrica, considera que no sólo es posible sino imprescindible, en un país en el que el 90% de la población, con cinco millones y medio de seropositivos, prefiere a un curandero antes que recurrir a la medicina occidental. Wreford no es la única persona de raza blanca en haberse sometido al thwasa (periodo de aprendizaje) para ser sangoma, pero sí de las pocas que, por su doble posición de universitaria -es doctora en antropología social por la Universidad de Ciudad del Cabo- y sanadora sirve de puente entre ambas medicinas.

"Los rituales pueden ayudar a combatir el miedo y la depresión", asegura la sanadora

Jo Wreford es hija de los rebeldes años 60 londinenses y del anhelo de sanar a una hermana gemela aquejada de una epilepsia severa. "Participé en grupos de teatro, en sindicatos, en movimientos antirracistas. Y me convertí en la sanadora de la familia, en la mediadora entre mi hermana y mi madre", recuerda. Ya como arquitecta le interesaba sanar y regenerar los edificios. Pero no era suficiente e inició una travesía para curar también los cuerpos que la llevó a África.

En Harare tuvo sus primeras visiones y conoció a su primera sanadora. "La vi en trance. Es un episodio de gran violencia, el trance. Parecido a la epilepsia. Cuando luego me dijeron que yo tenía el don para ser sangoma, me horroricé, ¿iba a poder controlar esa violencia?". Fue Nosibele, la que iba a ser su mentora, la que confirmó que sus manos tenían poderes.En Ciudad del Cabo, bautizada ya como Thobeka (que en xhosa significa "en la que se puede confiar") se ha esforzado en integrar a los sanadores en la lucha contra el sida y ha establecido contacto con la ONG Hope, que, regentada por un reverendo católico, comparte su visión.

"El sangoma se comunica con los ancestros, que son los que le guían en el diagnóstico y cura", explica Wreford. "Para el sida, que es una enfermedad nueva, los ancestros no tienen solución y los sangoma están muy preocupados, se sienten impotentes", añade. Por eso cree que los sanadores están bien dispuestos a la colaboración con los médicos.

Hope y Wreford iniciaron una serie de cursos a los que asistieron nueve sangoma de la provincia del Western Cape y personal médico. "Creen que una vez curados los síntomas se ha curado la enfermedad. Hay que explicarles que, en el caso del sida, se puede curar una erupción, pero el virus continúa en el cuerpo", explica Thobeka, que añade que la propia enfermedad, "relacionada con fluidos, sangre, semen, sexo, la hace sospechosa enseguida de ser un acto de brujería. Incluso el paciente prefiere creer que es víctima de brujería a aceptar el estigma de estar afectado por una enfermedad incurable. Al menos, la brujería puede curar".

El trabajo de los sanadores puede ser vital, de acuerdo con la británica, "porque con los rituales de limpieza se puede ayudar a combatir el miedo, el estigma y la depresión". De los nueve sanadores que han participado en los cursos, cuatro envían regularmente pacientes a las clínicas para ser testados. "No es una cifra espectacular, pero es positiva y aumentará a medida que corra la voz", insiste Wreford.

Thobeka tiene una visión para el trabajo común de unos y otros: una clínica con espacio para médicos y sangoma en los que se deriven pacientes de acuerdo con el conocimiento sobre el respectivo trabajo. "Dar la espalda a los sangoma es dar la espalda a la población. Doy conferencias a estudiantes de medicina. Para ellos, la medicina tradicional es algo oscuro, escabroso, no científico, superstición", se lamenta la sanadora.

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