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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fin de un orden

Vladímir Putin ha anunciado su intención de dejar en suspenso, no de denunciar, el Tratado de Armas Convencionales (CFE, en sus siglas en inglés) en Europa que reguló en 1990 el despliegue de los ejércitos en la posguerra fría. Los efectos prácticos de la medida no serán notables, pues no es de esperar que Rusia se ponga a fabricar y desplegar tanques frente a la OTAN, aunque sí puede aumentar su capacidad de intimidación. Pero indica un peligroso cambio de rumbo, y no sólo por parte de Moscú, sino también de Estados Unidos: los tratados de control de armamentos que sirvieron para generar cierta estabilidad durante la guerra fría se van eliminando antes de reemplazarlos por otra arquitectura adaptada a los nuevos tiempos.

El acuerdo CFE se negoció para reducir la amenaza recíproca entre la OTAN y el Pacto de Varsovia. Perdió en parte sentido tras la disolución de éste, por lo que en 1996 se le añadieron algunas medidas sobre los flancos nórdico y turco de la Alianza Atlántica y en 1999 se adaptó para fijar límites en los despliegues de los ejércitos no ya por grupos de Estados, sino por países, lo que dejaba prácticamente a Rusia frente a los demás. No todos los firmantes han cumplido sus deberes, y a esa percha se agarra Putin, pero tampoco la propia Rusia. Es un tratado importante por el cual los Estados firmantes llegaron a destruir unos 50.000 tanques, cañones y otros arsenales que excedían los límites acordados.

No se trata de un regreso a la guerra fría, sino de una nueva situación. EE UU, con Bush, comenzó por denunciar el Tratado ABM, que regulaba las defensas antimisiles entre las antaño superpotencias, para desarrollar un nuevo escudo contra los cohetes balísticos. Putin ha aprovechado la petición de Washington de instalar 10 interceptores de misiles en Polonia y un radar en la República Checa para revisar la situación de Rusia. A Moscú no le preocupa en exceso este escudo, que puede fácilmente sortear en el muy improbable caso de un conflicto. Pero sí el haber renunciado, en 1988, a la fabricación y posesión de cohetes de alcance intermedio (500 a 5.500 kilómetros) de los que se están dotando otros países de su entorno.

La moratoria anunciada por Putin envía una señal preocupante a los europeos. Como se ha visto en la reunión informal de la OTAN celebrada en Oslo, falta reflexión pública sobre esta situación por parte de una alianza que se pretende global en su alcance, ante lo que es ya claramente el fin de la posguerra fría.

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