'Kamasutra' de la torpeza
Ian McEwan se consagra con 'On Chesil Beach' como el escritor más aplaudido y leído de su generación en Reino Unido
La crítica británica dice que si toda novela nueva de Ian McEwan es en el Reino Unido todo un acontecimiento, la recién aparecida On Chesil Beach llega más lejos: es una "obra maestra". Una reseña se refiere a la "devastadora precisión" con la que analiza ciertas características específicas de lo inglés -"el engaño, la evasividad, la represión, el remordimiento"-, y en otra se concluye que la historia es "una proeza de concentración, en los dos sentidos de la palabra".
En su despacho de Random House UK, no lejos de la Tate Gallery, el editor de Ian McEwan, Dan Franklin, no puede ocultar su sonrisa satisfecha cuando habla de los más de 100.000 ejemplares vendidos en apenas dos semanas. No sólo las críticas han sido por lo general extraordinariamente positivas, sino que el libro lleva camino de superar con facilidad ventas por encima de los 200.000 ejemplares, tras haberse instalado cómodamente en la cabeza de los más vendidos esta primavera.
"McEwan es ahora un hombre feliz, y un tipo inmensamente rico", comenta el editor de sus cuatro últimas obras y director editorial del sello Jonathan Cape y del grupo de sellos literarios de la multinacional Bertelsmann en el Reino Unido. Las ventas de McEwan están 10 veces por encima de las que alcanzan los más conocidos miembros de su generación -Martin Amis, Salman Rushdie, Julian Barnes-, entre otras cosas, porque McEwan se ha convertido ahora en un famoso, según Franklin. "Se le ocurrió mencionar en una entrevista que, mientras escribía este libro, tenía sobre el escritorio tres guijarros de la playa de Chesil, y al día siguiente los tabloides sacaban la noticia y decían que por este hecho podía caerle una multa tremenda por delito ecológico, ya que se trata de un espacio protegido". Y no sólo eso. "Hace unos meses salía en la prensa una presunta denuncia por plagio, que jamás llegó a presentarse. Y Sunday Times centró su información sobre el libro con una entrevista en la que se hablaba, sobre todo, del hecho de que se haya sabido que McEwan tenía un hermano, concebido por sus padres antes del matrimonio y cedido en adopción por el miedo que les debió de inspirar el hecho de que al entonces marido de su madre le pusieran los cuernos mientras estaba combatiendo en la II Guerra Mundial".
Los hechos transcurren en apenas dos horas. Es la noche de bodas de una joven pareja en el verano de 1962, es decir, justo en la víspera de la revolución sexual. Esto ha provocado que no haya casi crítica periodística que no haya citado el famoso poema en el que Philip Larkin se lamentaba de haber llegado tarde a la consagración del sexo y la juventud ocurrida a partir "del primer elepé de los Beatles". Como dice una reseña, On Chesil Beach es "un kamasutra de la torpeza y el aplazamiento", y en el relato McEwan da todo un recital de su "consumado dominio del primer plano". El anticuado hotel, la vecina y famosa playa de grava de Chesil, con sus más de 20 kilómetros de piedras de tamaño creciente, la timidez de la novia, la acometividad irreprimible del novio y la inexperiencia sexual de los dos son desarrollados por McEwan con una morosidad tan libidinosa, con una precisión tan morbosa, como con una ausencia marcada de pretensiones experimentalistas o estilemas modernos.
El escritor Colm Tóibín, en la crítica que publica el semanario literario más progresista, The London Review of Books, echa de menos en esta obra y en general en las novelas más recientes de McEwan, la "deliciosa crueldad" de sus primeros cuatro libros. Por cierto, este crítico comete la indelicadeza de contar el momento culminante del relato, su desenlace, aunque luego pida excusas. Por su parte, otro crítico, precisamente el que fuera director de aquel semanario, Karl Miller, y que firma la reseña del más conservador Times Literary Supplement, celebra la nueva obra en términos más que generosos. "No es un acontecimiento" como lo fueron los anteriores. "Es más que eso. Es una obra maestra". Y se deshace en elogios hablando de la capacidad de McEwan para ser "serio, pero no solemne". Puede parecer, añade, que su obra es mero entretenimiento, que su capacidad para crear inquietud es propia de un autor de thrillers, pero en realidad no es así. Aquí hay mucho más, mucho arte literario de primera magnitud. Justin Cartwright habla en Independent de la "devastadora precisión" con la que analiza "los momentos seminales, arbitrarios e irrevocables" que marcan nuestras vidas, y de los temas esenciales de su obra, la juvenil y la madura: el amor, sobre todo, y el desasosiego que es propio de las vidas humanas.
Inquietud en la narración
En algunos bloogs se pueden encontrar quejas de críticos jóvenes en contra de la perfección que demuestra la narrativa de McEwan en sus últimos cuatro libros. Una obra muy vinculada a la historia, incluso a los acontecimientos más recientes. Baste recordar que Sábado (publicada en España por Anagrama, que no tiene previsto editar On Chesil Beach antes de finales de año) se centraba en las manifestaciones masivas en contra de la segunda guerra de Irak. Hay quienes se quejan también de las opiniones no estrictamente "progres" que parecen deducirse de las obras de McEwan. Pero, sobre todo, lo que denotan estas opiniones disidentes es la inquietud que produce su forma de narrar tan clásica, tan poco dada a llamar la atención sobre sí misma. Porque desde hace unos años McEwan parece haber renunciado a toda pirotecnia formal, como si le estuviese echando el cerrojo de forma definitiva a la época que en el mundo anglosajón se llamó postmodernismo y que se define como la prolongación del movimiento modern que Joyce coronó con su Ulises y que es un capítulo de la historia de la novela occidental que podría estar llegando a su fin.
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