_
_
_
_
Reportaje:

Luz sobre Palomares

Estamos en 1966. La guerra fría está en su apogeo. Aún están calientes los rescoldos de la fracasada operación de bahía Cochinos y la posterior crisis de los misiles; el muro de Berlín separa las dos Alemanias, y el ejército de Estados Unidos sigue combatiendo en Vietnam. En este ambiente de tensión máxima entre las dos superpotencias, a España le tocó en desgracia desempeñar un papel estelar.

"El cielo estaba ardiendo, una cosa apocalíptica. Algo que no se borrará nunca". Pedro Sánchez Gea, maestro de Palomares en el curso 1965-1966, relata su recuerdo de aquella mañana. El lunes 17 de enero de 1966 un superbombardero norteamericano de largo alcance B-52 cargado con bombas termonucleares colisionaba en vuelo con un avión nodriza durante la operación de repostaje. Eran las 10.30 de un día grabado a fuego en la retina de muchos habitantes de Palomares.

"Las bombas estaban armadas, en contra de lo que se dijo, pero al no introducir los códigos de seguridad no explotaron"
Un recién casado temía quedar impotente por el plutonio. Se tranquilizó al saber que provocaba cáncer de pulmón

"Fue como un trueno, no podías creerte lo que estabas viendo. La gente corría sin rumbo, gritaba", recuerda a su vez Manuel González Navarro, hijo del alcalde.

Han pasado ya 41 años, y todavía hoy, para la mayoría de los españoles, el recuerdo del incidente atómico de Palomares es el de Manuel Fraga, entonces ministro de Información y Turismo, bañándose en una playa de Almería para despejar dudas sobre los efectos radiactivos en la zona. Pocos saben que no fue una bomba, sino cuatro ?con una potencia 75 veces superior a las arrojadas sobre Japón?, las que cayeron sobre Palomares, y menos aún se conoce sobre las penurias que sufrieron los habitantes de esta entonces remota y paupérrima pedanía de Cuevas de Almanzora y la vecina aldea de Villaricos.

Ese objetivo ?"dar a conocer ese drama silencioso"? ha sido el que ha animado a los autores del largometraje documental Operación Flecha Rota, donde se recogen, entre otros muchos, los testimonios de Sánchez Gea y González Navarro, y que se estrena estos días en Almería. El equipo ?una docena de profesionales almerienses capitaneados por José Herrera, guionista y director? ha dedicado más de quince años a recabar documentación, financiación y localización de testigos en España y Estados Unidos sobre el suceso que marcó su infancia y la vida de muchos de sus paisanos.

Entre otras aportaciones, Operación Flecha Rota reconstruye en tres dimensiones el accidente. "Lo hemos recreado a partir del informe oficial de la US Air Force y de las declaraciones de Larry Messinger, el piloto que tripulaba el B-52, que nos concedió su primera entrevista ante una cámara. Gracias a eso pudimos hacer una reconstrucción del accidente con bastante precisión, porque hasta entonces había muchas inexactitudes y contradicciones", asegura José Herrera.

El avión regresaba de una misión en Turquía, en la frontera con la Unión Soviética, y se dirigía a su base en Carolina del Norte. Sobrevolaba la costa mediterránea de España a 10.000 metros de altura cuando se acercó al avión nodriza cargado con 110.000 litros de combustible. Un error propició que el bombardero se elevara demasiado bajo el avión nodriza y le golpeara en la panza. El B-52 quedó gravemente averiado, y de los siete tripulantes, tres murieron. Los supervivientes lograron tirarse en paracaídas instantes antes de que explotara. Los restos del B-52 y las cuatro bombas de hidrógeno caían sobre Almería.

Pedro Sánchez recuerda que los restos del avión aterrizaron sobre Palomares. "Tuvimos la suerte de que el tren de aterrizaje del B-52 cayera a unos treinta metros de mi casa y de las aulas". Fueron momentos de incertidumbre y pavor: "Veíamos eso que parecía que iba a caer, y como venía el viento hacia acá pensábamos que nos iba a aplastar. Salí de casa. Tenía un zagal con tres años y le busqué. Si pasa algo, que nos pille juntos", relata Sánchez.

De las cuatro bombas que portaba el B-52 sólo en una se desplegó el paracaídas, por lo que, al llegar al suelo, no llegó a deflagrar, lo que sí ocurrió con las dos que impactaron violentamente. En ambas explotaron los detonadores químicos, formándose un aerosol que diseminó dióxido de plutonio alrededor. "En el documental demostramos que las bombas estaban armadas, en contra de lo que siempre se afirmó, pero como no se introdujeron los códigos de seguridad, no llegó a explotar su carga mortífera", dice Herrera.

Pasados los primeros momentos de incertidumbre, la actitud de los testigos fue la de ayudar. "Los vecinos se portaron maravillosamente. Iban de un lado a otro con el ánimo de auxiliar, de hacer todo lo necesario. Fue un comportamiento ejemplar". Las palabras del maestro de Palomares las refrenda Joe Ramírez, capitán de la Air Force, de los primeros en llegar: "No sabía cuál iba a ser la reacción del pueblo al ver a los norteamericanos que habían causado ese incidente a gente inocente. Pronto supe que todos trataban de ayudar".

El ejército norteamericano activó inmediatamente un operativo denominado Broken Arrow (flecha Rota), código militar que se utiliza cuando hay un incidente nuclear. El principal objetivo era localizar las bombas y descontaminar la zona. La cuarta bomba no aparecía. Gracias a los testimonios de unos labradores que la vieron caer, comenzaron a buscarla en el mar. La tensión era máxima porque, en plena guerra fría, la Unión Soviética también tenía mucho interés en encontrar la bomba, la carpeta de combate con los códigos de armado, las radios especiales para los protocolos de las alertas y las cajas negras, para hacerse con valiosos secretos militares. Según indica en el documental Sebastián Sánchez, estudioso del accidente, en el Gobierno español había también militares interesados en tomar muestras para incluir a España entre los países con armamento nuclear.

El ejército norteamericano llegó a desplegar hasta 1.400 soldados en Palomares, a los que ubicó en un campo (el campamento Wilson) rebautizado como Villa Jarapa por los lugareños. La mayoría eran de origen hispano o afroamericano, como recuerda la ex alcaldesa de Palomares, Antonia Flores: "Yo nunca había visto a nadie de un color distinto, y todas las personas que bajaban de esos autobuses eran negros. Hacían fuego por la noche, entonces sólo se les veía el blanco de los ojos y los dientes. Para mí era pánico".

Para establecer el alcance de la radiación se realizaron miles de mediciones a mano con un contador de radiaciones al que los habitantes de la zona llamaban "la plancha". Los servicios sanitarios norteamericanos realizaron también exhaustivos análisis a más de 1.500 civiles y militares para calcular el plutonio inhalado. Además, en más de 130 hectáreas se arrancó toda la vegetación, entre la que había numerosas tomateras, que en gran parte fueron trituradas, quemadas y enterradas en dos fosas. El miedo a la radiación provocó pésimas consecuencias económicas. En los mercados dejaron de venderse los productos de Palomares y Villaricos aunque procedieran de cosechas limpias; se perdieron jornales agrícolas, y como la cuarta bomba se seguía buscando en el mar, también se paralizó la pesca. Quienes poseían animales se veían en la disyuntiva de alimentarlos careciendo de alimentos y de dinero, sacrificarlos o malvenderlos porque, como indica un vaquero en el documental, "cuando tienes que vender obligado, todos van a aprovecharse de ti". Pero fue en Villaricos donde las consecuencias fueron peores. Las dificultades desembocaron en hambruna y en un conato de rebelión de los pescadores en el campamento Wilson. Sólo entonces, el mando norteamericano procedió al reparto de alimentos y a la contratación de vecinos en las labores de recogida de los restos de los aviones.

Pasaba el tiempo y la cuarta bomba seguía sin aparecer. Hasta cinco minisubmarinos se utilizaron en su búsqueda. Ochenta días después del accidente era encontrada gracias al testimonio del marinero Francisco Simó, conocido para la posteridad como "Paco el de la bomba", porque indicó con gran precisión el lugar en el que la vio caer.

Hasta eso fue aprovechado por el régimen. Para Isabel Álvarez de Toledo, duquesa de Medina Sidonia, que siguió el incidente, a propósito del cual escribió un artículo en Pueblo, "hubo una gran desidia, no informaron de nada a nadie, así que tenían que taparlo. ¿Cómo? Pues llamando la atención con la bomba perdida en el agua, diciendo que estaban buscando la bombita". En opinión de Julio Carmona, periodista de Televisión Española, "somos tan amigos de crear sainetes que empezó el del pescador que encuentra la bomba y que explica a las grandes tecnologías de la época que ser español es lo que importa, y con el talento que tenemos, ya sabemos dónde está la bomba".

Pese a las penurias, también hubo episodios de humor negro que se recogen en el documental, como la preocupación de un guardia civil recién casado que, temeroso de sufrir impotencia por el efecto del plutonio, se marchó luego más tranquilo cuando le dijeron que lo que produce es cáncer de pulmón.

Además de los testimonios directos de una treintena de personas, una de las principales aportaciones de Operación Flecha Rota es el material gráfico inédito que Antonio Sánchez Picón, productor del documental, localizó y adquirió en nombre del Centro Andaluz de Fotografía a finales de los noventa en el Archivo Nacional de Estados Unidos. "Encontré ocho horas y media de filmación en 16 milímetros hecha por los norteamericanos en Palomares, que estaban recién desclasificadas". Parte de esos fotogramas ilustran estas páginas.

El documental refleja el distinto tratamiento del incidente en la prensa nacional y extranjera. "Hemos recabado titulares de periódicos de España, Estados Unidos, la URSS, el Reino Unido, Japón y Francia. El accidente fue manipulado por todos. En España, la primera noticia llegó por Radio España Independiente, La Pirenaica", recuerda Herrera, para quien resulta muy significativo que un habitante del Pacífico supiera antes que alguien de Palomares que las bombas no eran convencionales.

En España, la censura actuó a conciencia, y los titulares se limitaban a decir que "no pasa nada" y "no hay radiactividad", mientras que los periódicos americanos sí reconocían su existencia. En el otro extremo se encontraban los medios de la URSS, que calificaban el hecho de "crimen contra la humanidad" y daban a entender que moriría muchísima gente. Pero al margen de la censura, Herrera lamenta sobre todo el tratamiento que la prensa española dio a los habitantes de Palomares. "Los mostraron como si fueran unos pícaros y unos ladrones que querían indemnizaciones excesivas. Lograron trocar el papel de víctimas en el de unos indolentes aprovechados. Algún medio llegó incluso a afirmar que no se habían duchado en su vida hasta que les obligaron a hacerlo para eliminar restos suspendidos con el polvo". En este sentido, el documental supone "sobre todo, un acto de justicia con los vecinos".

'Operación Flecha Rota' se estrena el próximo viernes en el Museo Arqueológico de Almería. www.pitacoproducciones.com.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_