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El polvorín de Asia Central

Italia rechaza cambiar la misión de seguridad por otra de combate

El Ejército italiano ha enviado helicópteros de ataque para sus tropas

Enric González

Afganistán se ha convertido en un problema para el Gobierno italiano. La oposición lo sufre también, porque no se le ocurren alternativas a las precarias condiciones actuales de la misión militar, diseñada para labores de "seguridad y reconstrucción" que resultan cada vez menos realistas. La gran mayoría del Parlamento se opone a que las tropas entren en combate. Pocos se atreven a pedir la retirada.

Italia tiene 1.930 soldados destinados en Kabul y en los alrededores de Herat, una zona relativamente tranquila al oeste del país. El destacamento ha sufrido tres bajas por atentado en 2006, otros tres muertos por accidente y un fallecido por infarto. Hasta ahora, la cifra de víctimas es asumible. Pero la OTAN y Estados Unidos no dejan de presionar a Romano Prodi para que modifique las condiciones de la misión, basadas en límites geográficos (Italia rechaza acercarse al sur o al este, donde arrecian los combates) y en la llamada defensa pasiva (sólo se responde en caso de ataque). Esto es más o menos lo que se sabe, porque Silvio Berlusconi prefirió cubrir con el secreto de Estado las reglas concretas a las que deben atenerse los soldados, y Prodi tampoco quiere revelarlas.

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Las tormentosas sesiones parlamentarias que desembocaron, el martes, en la refinanciación por un año más de las misiones militares en el extranjero (Afganistán, Líbano y Bosnia), abrieron la vía a un posible robustecimiento de la misión. La oposición, ante un Gobierno sin clara mayoría, impuso el envío de nuevo material bélico. El Estado Mayor del Ejército, encargado de decidir las dotaciones adicionales, optó por robustecer el blindaje de los vehículos con los que patrullan los soldados y, de forma más significativa, por proporcionar a la misión varios helicópteros de asalto Mangusta. La utilización de los helicópteros supondrá pasar de una defensa pasiva a una defensa activa.

La opinión pública aparece tan indecisa como los políticos. Una prueba son los dos sondeos publicados a finales de enero. En uno, realizado para el diario La Repubblica (centro-izquierda), el 56% de los encuestados se declararon a favor de la retirada, y el 37% a favor de la permanencia. En otro publicado en Il Giornale, propiedad de Berlusconi, el 67% se inclinaba por seguir en Afganistán, y el 25%, por la retirada. Bastaba un matiz en las preguntas, como la precisión "al menos por un año más" efectuada por Il Giornale, para cambiar los resultados.

El Gobierno, en cualquier caso, está convencido de que si cediera a las presiones de la OTAN y enviara a sus soldados a combatir, como refuerzo de los estadounidenses, británicos, holandeses y canadienses, la impopularidad de la misión afgana se dispararía. El problema es que las fuerzas rebeldes al actual Gobierno de Kabul se aproximan cada vez más a las zonas donde operan los italianos. Prodi teme que, aunque los italianos no vayan a la guerra, la guerra acabará yendo a los italianos.

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Un niño observa a dos soldados estadounidenses en una operación de registro en una aldea del sureste del país.
Un niño observa a dos soldados estadounidenses en una operación de registro en una aldea del sureste del país.AP

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