Sybila regresa a París con nueva voz
El francés Arnaud Maillard ha presentado los nuevos diseños de la firma española
El desfile de Nina Ricci se convirtió en una ráfaga de evocacionesLa jornada de cierre de la Semana de la Moda de París con las propuestas para el próximo invierno mostró, entre otras novedades, el regreso de la firma Sybilla a la pasarela francesa después de varios lustros; ahora, la diseña el francés Arnaud Maillard, que estuvo más de 15 años al lado de Karl Lagerfeld, y, como es natural, se nota la diferencia de mundos estéticos tan divergentes. Antes, por la mañana, en una carpa transparente de Las Tullerías, tuvo lugar el sorprendente y lírico desfile del joven belga Olivier Theyskens, que hasta ahora llevaba la rienda artística de Rochas, que ha echado el cierre.
No cabe duda de que Maillard se ha estudiado a Sybilla, su estética y su dibujo, su particular mundo cromático y los factores de un estilo que nadie ha olvidado. Pero aquí, en la práctica del Carrusel del Louvre, Sybilla misma brilla por su ausencia (no vino a París y esta resurrección es producto de la venta total de su nombre y sus firmas). A veces se la intuye en algunas prendas a capas elípticas, los ruedos irregulares que desbrozan hacia atrás, los ponchos envolventes o las esclavinas conventuales, todo ello dentro de unas gamas mostaza, chocolate, tierra de Siena, berenjena o verde petróleo pero con una severa imposición del negro.
La piel aparecía en el uso de la de la raya y la anguila, circulando a tenor de los motivos acuáticos en cuellos, faldas y marroquinería. Apareció también el detalle de los círculos concéntricos y las olas, ambos de tradición en Sybilla. Los volúmenes se obtenían a base de fruncidos y minivolantería. La impactante escena daba la atmósfera marina, luces y logotipo se proyectaban en una enorme cortina de agua a manera de telón de fondo, donde otras prendas reseñables fueron la rebeca abullonada, el vestido gabardina con capa de cochero, el cuello-mañanita o la lana oliva de fuerte tramado.
Es la primera vez que Sybilla entrega a alguien el testigo de manera tan tajante y esto nunca deja de ser una aventura, que probablemente fructifique con alguna ojeada personal de la mítica y venerada diseñado-ra además de la cristalización actualizada de su legado. Casi un clamor lo pedía así.
También ha sido la primera vez para Olivier Theyskens en Nina Ricci, un joven talentoso y de aspecto neogótico que hace una moda reflexiva, de dibujo hipotético hasta obtener piezas singulares. El desfile se convirtió en una ráfaga de evocaciones: del amarillo de la casa a los grises invernales de París y al volumen. Toda la colección estaba patronada y cosida en espiral o al bies, un duro mensaje en el ámbito del tallaje. Desarrolla los contrastes desde la textura orgánica al volumen antinatural, con plumas de avestruz y colas de ave lira apoyando alas de paloma sostenidas en su levedad por formas de crinolina al tono. Las lanas de resalto cuajadas de pluma, las medias tupidas con cinta romana, dobles hechuras superpuestas, deconstrucción del trazado diagonal, ristras de botonaduras y chaquetas sastre muy intervenidas por su estética. Había mucha aguja y trabajo de mano hasta llegar al cristal térmico también colocado en caídas diagonales.
Hubo aplausos que parecían sinceros y tuvo el debutante una primera fila de lujo con las eternas cronistas Susy Menkes y Anna Piaggi, además de la terna de las editoras de moda más potentes del planeta encabezadas por Anne Wintur y Carla Sozzani, y daba la sensación de haber recibido alguna bendición de tales. Theyskens no es fácil ni está en los estándares. Eso es bueno mientras que, después de este canto al frasco de Air du temps, rebusque en las huellas de Ricci y pise justo en la huella certera de su noble predecesora.
El día anterior, el gallego José Castro (que se dio a conocer como creativo de la firma Miró Jeans en Barcelona, donde reside y trabaja), también en el Carrusel del Louvre, hacía un ejemplar desfile de voz muy propia y lleno de riesgo con el negro sobre negro y el vaquero llevado al volumen superrealista. Con acolchados, replegados asimétricos y tachonados, Castro reafirmó su talento, alternando el aire gótico con el tricot espeso y la complejidad estructural.
Babelia
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