Gimme shelter

Para la gente de la música, también Martín Scorsese es "uno de los nuestros". A él se le deben algunos de los más valiosos documentales de la historia del rock: fue el responsable del montaje de Woodstock. Ya en el siglo XXI, dio coherencia a la montaña de entrevistas y material de archivo acumulada por el management de Bob Dylan, finalmente convertida en No direction home. También logró exaltar la despedida de The Band: El último vals oculta que aquella magna ocasión estuvo al borde del precipicio por los egos y por, seguramente, el mayor consumo de cocaína por metro de película en los años setenta. Ahora, con más que curiosidad, se espera el largometraje que rodó el último otoño en un teatro neoyorquino, donde los Rolling Stones tocaron con invitados tan diversos como Buddy Guy, Jack White o Christina Aguilera.
De Scorsese se reconoce también su valor. Pilotó una serie de siete documentales sobre la historia del blues y se reservó la realización del más complejo, Feel like going home, que requería viajar por África en condiciones penosas para alguien como él, de endeble salud. Pero lo esencial es que Martin entiende intuitivamente el valor emocional de la música y su relación con la vida de sus personajes: eso ya destacaba poderosamente en Malas calles, a través de Robert de Niro.
Su conocimiento de la evolución del rock se perfeccionó al lado del ex cabecilla de The Band, Robbie Robertson: durante meses, devoraron obsesivamente clásicos del cine y la música en sesiones que duraban toda la noche. Posteriormente, en tiempos menos frenéticos, Robertson se convertiría en el fiable coordinador de las bandas sonoras del mejor Scorsese.
Para sus bandas sonoras, Martin juega con ventaja. Desde sus inicios mantuvo una estrecha relación con uno de los mayores depredadores del negocio musical: Allen Klein. Implacable en sus tratos, Klein ofrece condiciones privilegiadas al cineasta. Eso le ha permitido potenciar sus películas con clásicas de los Stones y otros artistas controlados por el tiburón. Así, Gimme shelter (Dame cobijo) ha adquirido nuevos sentidos en las películas de Scorsese, más allá de su mensaje primigenio, reflejo del desconcierto de la contracultura tras Charles Manson y Altamont.
Gracias a la complicidad con el temible Klein, Scorsese ha logrado canciones de oro a precio reducido. A continuación, en Goodfellas o Casino, ha construido prodigiosas combinaciones de música e imagen, que conceden minutaje a la grabación mientras aceleran la acción. Si quieren un ejemplo, revisen el trayecto de Henry Hill (Ray Liotta) cuando sale de su casa, en el día de la redada que acabará con su vida de mafioso. La paranoia se contagia al espectador más inocente.
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