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Pamuk deja Turquía

El premio Nobel abandona su país "por mucho tiempo" tras un periodo de amenazas

Juan Cruz

El premio Nobel turco Orhan Pamuk abandonó su país el pasado jueves "por mucho tiempo", tras 15 días turbulentos en Estambul. El asesinato del periodista y escritor Hrant Dink a manos de un fanático nacionalista causó el estupor y la rabia del autor de Estambul, que mostró en declaraciones públicas su desolación.

Después del asesinato, el inductor del mismo señaló brutalmente a Pamuk que tuviera cuidado. "Pamuk, espabila, que puedes ser el próximo". Estos días se ha publicado en Turquía la fotografía del asesino confeso del crimen flanqueado por los gendarmes que le habían capturado. No lo exhibían sólo como un trofeo, sino como un héroe.

El jueves, a las 11.20, tomó un avión de la Turkish Airlines y se fue a Estados Unidos
Lo peor de la caverna lanzó un mensaje mortal que heló la felicidad del escritor
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En medio de ese clima, Pamuk, que hasta hace unos meses tuvo que afrontar judicialmente querellas y amenazas ultranacionalistas, canceló algunas de sus giras (una a Alemania, por ejemplo) y expresó su resistencia a vivir con guardaespaldas. Hasta que el jueves, a las once y veinte de la mañana, tomó un avión de la Turkish Airlines y se fue a Estados Unidos. Abandona Turquía "por mucho tiempo", según ha asegurado el director de un periódico turco.

Pamuk no dio detalles que revelen hasta cuándo piensa estar fuera de Estambul; sólo dijo a los reporteros que tiene "algunos compromisos" de conferencias en la Universidad de Columbia, donde habitualmente enseña. El pasado viernes, Fatih Altayly, director de Sabah, el periódico de mayor circulación de Turquía, establecía que el pasado 1 de febrero "el escritor salió al banco y dijo: 'No voy a volver en mucho tiempo". El periodista añadió en su información, que no ha podido ser contrastada directamente con Pamuk, que el autor de El libro negro se fue luego de su país, en un avión que partía a las 11.20.

La desolación y la rabia de Pamuk tras el asesinato de su colega y compatriota Hrant Dink cambiaron el semblante del Nobel. El 19 de diciembre, cuando le fuimos a ver a su barrio de Estambul, el escritor era un hombre feliz ante el Bósforo.

Después de una larga época de reticencias ultranacionalistas, que le llevaron a los tribunales y que pusieron en peligro su libertad y su vida, la noticia del Nobel le halló en Estados Unidos. Tras el éxito de Estocolmo, volvió a su país, asistió aún a algunas descalificaciones minoritarias, pero una sola cosa, un graffiti que alguien pintó en rojo por fuera de su casa, le había hecho un hombre inmensamente dichoso, reconciliado con la geografía que más ama.

Ese graffiti dibujaba a un hombre con una flor en la mano y una leyenda: "Gracias, Orhan Pamuk". Paseamos con él por el barrio, nos llevó a un restaurante magnífico, comió, bebió, tarareó alguna canción italiana y se mostró tan feliz en medio de la ciudad como se expresa en su libro Estambul, un emocionante y entusiasmado canto de amor a su tierra.

Aquella felicidad permite adivinar ahora la desolación con la que habrá tomado la decisión de establecer un paréntesis para marcharse a vivir a otro lado. Pamuk tenía la intención de terminar un libro que había pospuesto por la persecución que sufrió, primero, y por las actividades a que se vio obligado cuando los suecos le dieron el Nobel.

En su amplísimo despacho que mira al Bósforo, ante un ventanal que miraba a veces con melancolía (como en su libro) y a veces francamente divertido, el primer Nobel turco habló con esperanza del porvenir de Turquía, y con alegría y también con prudencia de su propio momento personal.

El Nobel había sido "una alegría enorme" que no quería ocultar, tras unos años "muy intensos" cuya intensidad "aún no ha acabado". La opinión pública, creía Pamuk, "se ha dado cuenta de que los ataques contra mí eran tan exagerados, tan innecesarios (incluso para la causa conservadora y nacionalista turca), que al final sólo ponía en evidencia una serie de resentimientos... Pero hay que decir", añadía, entristecido, "que todavía el autoritarismo anula la libertad de expresión en este país".

Detrás de sus palabras había un calvario pespunteado de algunas alegrías: "La campaña de descrédito contra mí, el juicio, la soledad en la que me dejaron, seguida de la solidaridad de varios intelectuales proeuropeos y liberales y, por último, el premio".

Pamuk nos dijo, para acabar el resumen que había detrás de su felicidad en diciembre, en su casa ante el Bósforo: "Todo esto ha sido demasiado para mí, y la opinión pública parece haberse dado cuenta. Y ahora me van aceptando, incluso parecen estar considerando la idea de añadir mi nombre a los libros de texto".

Poco después, tomamos un ascensor. Un hombre alto le extendió la mano: "Señor Pamuk, usted es un orgullo para nosotros". Pamuk nos miró, iluminado de gratitud. "¿Lo ves?".

Un mes más tarde, exactamente, lo peor de la caverna lanzó un mensaje mortal que heló la felicidad del mejor escritor turco de las últimas décadas. El jueves se fue; dejó atrás, no se sabe por cuánto tiempo, el ventanal ante el que se halla tan feliz. "Es muy grave para Turquía", dijo el periodista que más detalles ha dado de la información sobre esta marcha.

El escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura 2006, el pasado diciembre en Estambul.
El escritor turco Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura 2006, el pasado diciembre en Estambul.BERNARDO PÉREZ
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