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EE UU EXPLICA A EUROPA LOS VUELOS DE LA CIA

Rice: "Hemos enviado a mucha gente por todo el mundo"

Ana Carbajosa

El 7 de diciembre de 2005, la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, aterrizó en Bruselas con una misión: tranquilizar a los líderes europeos, atenazados por la opinión pública tras las revelaciones de los vuelos y cárceles secretas de la CIA. La prensa llenaba ya por aquel entonces páginas enteras con detalles de cómo varios ciudadanos habían sido secuestrados por agentes estadounidenses en territorio europeo y trasladados de forma clandestina hasta países donde serían interrogados sin garantías judiciales y donde algunos aseguran haber sufrido torturas.

Aquella noche, Rice cenó con los ministros de Exteriores de la OTAN y de la UE y el jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, en Bruselas, y les confirmó: "Hemos enviado a mucha gente por todo el mundo". También dijo que Washington respetaba las leyes de esos países y las de la comunidad internacional. Pero insistió de forma machacona en que "la guerra contra el terror" declarada por Washington tras el 11-S era una guerra nueva, con un enemigo sin Estado para el que hacía falta fabricar nuevas herramientas jurídicas. Las convenciones de Ginebra que protegen a los prisioneros en tiempos de guerra no bastaban.

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Habría que esperar hasta septiembre de 2006 para que EE UU reconociera la existencia de una red de cárceles clandestinas repartidas por el mundo. Pero ni siquiera el reconocimiento de Bush ha animado hasta ahora a los europeos a preguntarle si algunos de esos centros de detención clandestinos están o han estado ubicados en territorio de la UE. Durante la cena en Bruselas, quedó claro que la brecha transatlántica en esta cuestión era imperceptible, y fueron muchos los países que dejaron claro que Europa y EE UU estaban en el mismo barco en este tema, y que hay que buscar nuevas leyes para hacer frente a las nuevas amenazas. Tan sólo le pedían a Rice ayuda para acallar a la opinión pública. El representante portugués le preguntó, por ejemplo, si vuelos clandestinos de la CIA, cargados de personas detenidas sin garantías, habían utilizado el espacio aéreo portugués. Rice apenas ofreció explicaciones, pero al día siguiente, los ministros se dieron por satisfechos con las palabras de Rice y el tema quedó zanjado. A partir de aquella noche, los ministros de la UE se dieron por enterados y no hubo más preguntas. Eso sí, meses después, todavía algunos líderes europeos declaran no saber más de lo que cuenta la prensa sobre las actividades ilícitas de la CIA en Europa.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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