El 10% de los españoles sabe de algún turista sexual con menores
Uno de cada cinco cree que la explotación es usual, según Unicef
España se ha convertido en un país exportador de explotadores sexuales. Destinos turísticos al Caribe y viajes de negocios sirven de coartada a los depredadores para cultivar la prostitución infantil en países en desarrollo. Un sondeo de Unicef sobre la actitud de los españoles ante este delito ofrece estas claves: un 85% pide penas de prisión para los clientes, a la vez que un 21% estima que es algo usual y un 10% conoce casos de explotadores.
Un español adulto puede convertirse gracias a un billete de avión en un explotador sexual de menores. El perfil es difuso, pero el delito no. Unicef ha hecho pública una encuesta sobre la actitud de los españoles ante la explotación sexual infantil en los viajes y los resultados arrojan algunas luces sobre esta turbia práctica: nueve de cada diez entrevistados considera que se trata de un fenómeno frecuente -para algunos muy frecuente- y lo despoja de connotaciones marginales o clandestinas.
Un 10% conoce incluso a explotadores ocasionales en su entorno. Las nuevas tecnologías, como Internet, facilitan el contacto del turista con proxenetas. Sin embargo, la mayoría de los encuestados, con una muestra de 1.200, aprueba la imposición de penas de prisión para los que pagan por acostarse con menores.
La encuesta lanza a la superficie una realidad tolerada en la práctica que chirría en los principios: la utilización sexual de menores al amparo del anonimato y bajo el paraguas de un pasaporte occidental en países marcados por la pobreza. No hay datos exactos, pero la Organización Mundial de Turismo estima que un 20% de los viajes se emprende como una cacería de sexo. Bajo este prisma unos 35.000 españoles viajan al año a Latinoamérica. Anclados en dos prejuicios: que gracias a su aportación la economía de la víctima mejora y que en las húmedas playas caribeñas la iniciación sexual es tan precoz que una niña ya no es una niña.
Unicef ya lanzó la campaña No hay excusas en 2004 para concienciar a hoteles y compañías aéreas. Sol Meliá y Hoteles Barceló se han adherido recientemente a un Código de Buena conducta que les obliga a formar a sus empleados y a disuadir a sus clientes para que no se dejen tentar por esta práctica que engorda el tercer negocio ilegal del mundo. Compañías como Air Europa pasan vídeos preventivos.
La ignorancia sobre el país y cierto sentido de la superioridad empujan a hombres que no son pederastas a apalabrar sexo con menores o con sus proxenetas. A veces de modo deliberado, para evitar contagios de enfermedades de transmisión sexual como el sida. En otras, cierran los ojos ante el malentendido de la edad. Un error que en España les costaría caro. Y también allí si alguien les denuncia, dada la extraterritorialidad del delito.
Gabriel González Bueno, responsable de la campaña, subrayó que la sociedad española es aún bastante permisiva. Aludió a una marca de ron que destila en su anuncio arriesgadas insinuaciones. Sin embargo, recordó que el Gobierno ha sido receptivo a las recomendaciones de Unicef y que en la próxima reforma del Código Penal se garantizará aún más la protección del niño en este aspecto.
Las españolas son más contundentes que los hombres en rechazar el sexo con menores. Crece, no obstante, el número de mujeres que, como Charlotte Rampling en Al sur, exploran esta senda.
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