Fallece el enfermo terminal que pidió la eutanasia en Italia
Un médico desconectó el respirador automático que le mantenía con vida
Piergiorgio Welby, de 61 años, enfermo terminal de distrofia muscular progresiva, consiguió morir el miércoles por la noche. Un médico cumplió los deseos del paciente y desconectó el respirador automático que le mantenía con vida. Piergiorgio Welby reclamaba el derecho a fallecer sin sufrir por más tiempo un tratamiento que sólo servía para prolongar su agonía. Antes de cerrar los ojos para siempre, dijo una sola palabra a quienes le rodeaban: "Gracias". El debate sobre el caso se agudizó al conocerse la noticia.
Welby estaba enfermo desde la adolescencia. Desarrolló una vida normal, desde una silla de ruedas, hasta que cinco años atrás quedó condenado a la inmovilidad y encadenado a un respirador. A partir de entonces, como copresidente de la Asociación Luca Coscioni y en colaboración con los Radicales de Emma Bonino y Marco Pannella, luchó para que el Parlamento creara un marco legal para situaciones como la suya.
El gran debate público sobre el caso Welby estalló en septiembre, cuando el enfermo escribió una carta al presidente de la República, Giorgio Napolitano. "Hasta hace un par de meses, mi vida estaba marcada por dificultades considerables", decía la carta, "pero al menos por unas horas al día podía, con el auxilio del ordenador, escribir, leer, investigar, encontrar amigos en Internet. Ahora estoy hundido en un agujero sin salida".
Seguía con un relato de sus terribles jornadas. Y explicaba: "Estará pensando, presidente, que reclamo una muerte digna. No, no se trata de eso, ni se trata solamente de mi muerte. La muerte no puede ser digna. Digna, o decorosa, debe ser la vida". La petición final era muy concreta: "Quiero obtener la eutanasia".
El presidente Napolitano respondió expresando su "emoción personal" e invitando a los partidos políticos a debatir y "afrontar con responsabilidad" el problema que suscitaban situaciones como la de Piergiorgio Welby. El enfermo llevó su petición a los tribunales, y topó con un vacío: sucesivas instancias reconocieron que la Constitución italiana, según la cual nadie está obligado a sufrir tratamientos médicos contra su voluntad, amparaba a Welby. Pero comprobaron también que la legislación penal consideraba homicidio la retirada del respirador artificial que le mantenía vivo. El Consejo de la Sanidad, un organismo consultivo del Gobierno, emitió el miércoles un dictamen que, en resumen, negaba que el tratamiento aplicado a Welby constituyera "encarnizamiento terapéutico", pero a la vez reconocía al enfermo el derecho a rechazar el respirador. "Hacen falta leyes más claras", admitió la ministra de Sanidad, Livia Turco.
Sólo unas horas después, un médico anestesista, Mario Riscio, y el europarlamentario radical y secretario de la Asociación Luca Coscioni, Marco Cappato, acudieron al domicilio romano de Welby, donde esperaban ya familiares y amigos. El doctor Riscio pidió a Welby que confirmara "su deseo de que fuera interrumpida la ventilación asistida" y éste lo hizo. Luego sedó al paciente y desconectó el respirador. Piergiorgio Welby habló brevemente con su esposa y su hermana, se despidió de sus amigos y dijo "gracias" antes de cerrar los ojos.
El doctor Riscio y el europarlamentario Cappato fueron interrogados ayer como "personas informadas" por la policía, pero la Fiscalía de Roma, que había reconocido el derecho de Welby a renunciar al ventilador, no abrió ninguna investigación oficial.
La derecha reclamó que la justicia persiguiera a los autores de la "eutanasia" y los democristianos hablaron de "homicidio". El presidente del Gobierno, Romano Prodi, se declaró "apesadumbrado" y evitó comprometerse, aunque insistió en el "profundo valor de la vida humana". Entre la mayoría parlamentaria de centroizquierda hubo quien condenó el gesto del doctor Riscio (en general, los católicos) y quien aplaudió el coraje del médico y del paciente.
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