"Estoy en crisis, como Brasil"
Arnaldo Jabor, escritor, periodista brasileño, fue una de las estrellas del cinema novo de su país. Autor, entre otras, de la película Toda nudez será castigada, dejó un día el cine, "porque me moría de hambre". Se hizo periodista y escritor, "porque escribiendo me siento como si estuviera haciendo una película, tardo menos y gano más", y ahora es -también como hombre multimedia- una celebridad en su país. Lo ven o lo escuchan cincuenta millones de personas y su libro Amor es prosa, sexo es poesía (un conjunto de textos sobre la vida, el sexo, la cultura y la política; ahora lo publica Aguilar en España) ha estado un año en el primer puesto de la lista de no ficción en Brasil. Pornopolítica, que acaba de salir, va por ese camino.
"El fin de las ilusiones no es algo malo, porque nos enseña un mundo más complejo, donde la realidad es más verdadera"
"Soy escritor y periodista porque escribiendo me siento como si estuviera haciendo una película, tardo menos y gano más"
Intelectual comprometido, ha seguido hasta ahora el camino de la izquierda, y en esta conversación aborda las ilusiones que quedaron por el camino, y las que vienen. Tiene 66 años, nació en Río, y se le nota que nació en Río. Risueño, exuberante, parece el compañero ideal para una temporada de risas y de reflexiones al atardecer en una playa, como aquellas de las que hablaba su compatriota Vinicius de Moraes.
Pregunta. ¿Qué le llevó al periodismo?
Respuesta. He querido hacer una especie de new journalism. Me importa meterme dentro de lo que ocurre. No soy un espectador, yo soy también lo que ocurre.
P. Hay un texto suyo sobre su encuentro reciente con Fidel Castro, en La Habana... Usted le da la mano, él se la sostiene, pero se la suelta poco antes de que usted le confesara que ésa era la mano de un ex comunista... ¿Representa ese gesto el de un intelectual brasileño de hoy?
R. Los intelectuales brasileños de hoy están muy divididos. Por un lado, están la esperanza, el romanticismo, la ansiedad de hallar un método de salvación a través del socialismo; y, por otro, está la desesperanza de los que hicieron un camino y al final hallaron la decepción. Yo intento entender qué tipo de mundo se desea lejos de nuestras ilusiones, de nuestras esperanzas perdidas...
P. ¿Fidel no le ha dejado ninguna herencia a esa generación?
R. Fidel Castro fue para mi generación una esperanza maravillosa. Llegamos a creer que era fácil cambiar el mundo. Hoy sabemos que es muy complicado; no se puede hacer sólo deseándolo, como creíamos entonces. El fin de las ilusiones no es algo malo, porque nos enseña un mundo más complejo, donde la realidad es más verdadera. La claridad era ilusoria. Ahora vivimos en un mundo más real.
P. En su libro dice que se acabó "la cultura de la certeza". ¿Ahora en qué cultura estamos?
R. Ahora estamos en la cultura de la duda.
P. Eso no es malo.
R. Nos puede llevar a un nihilismo sin esperanza. Pero nos permite desconfiar de las claridades.
P. ¿Qué representaría hoy Brasil en América Latina?
R. Una posibilidad de renovar América Latina sin caer en el populismo tradicional. Brasil está descubriendo la visión de un camino más realista con respecto a su progreso. Ya no es el que siempre será el país del futuro... Ahora está más ligado a lo posible que a la utopía.
P. ¿Ha sido Lula o ha sido la sociedad?
R. Ha sido la sociedad. Lula es una figura ambigua; a su alrededor le quisieron poner la gorra del leninismo tardío, quisieron dotarlo de un pensamiento utópico, revolucionario, pero él se ha revelado como un hombre pragmático.
P. Se ha salvado Lula...
R. Las cosas macro se están salvando, se ha eliminado la tentación populista. Claro que ha habido, y hay, peligros... Esos sindicalistas truculentos y saboteadores que le han rodeado, como los bolchevistas, le tuvieron rodeado, incitándole a una supuesta revolución delirante, loca. Pero él es muy despierto, muy inteligente. Se salvó.
P. Usted es un intelectual que lo ha tocado casi todo. ¿Hay algo de lo que se hace hoy que le estimule o que le alegre?
R. El mundo de la cultura está en una fase de la que nada me entusiasma. Lo que hay es masificación de la industria cultural. No se ve nada.
P. Es muy atrayente esa dicotomía sexo/amor del título de su libro...
R. Es una provocación, pero es lo que se ve. En mi país el amor es una utopía, el sexo está en todas partes, es abrumador. Lea aquí: "El amor tiene jardín, tapia, límites. El sexo lo invade todo, va contra la ley. El amor depende de nuestro deseo. En el sexo nuestro deseo es asaltado. Nadie se masturba por amor".
P. ¿Por qué dejó usted el cine?
R. Porque me moría de hambre. Ahora remontó. Y entonces me dediqué a escribir.
P. Aquella del cinema novo fue una época de oro.
R. Fue una herencia del neorrealismo italiano y de la nouvelle vague. Un cine más crítico, menos industrial. Una época de oro, sin duda. Con muchas ilusiones, con muchas ingenuidades, pero más próxima a la dureza, a la crueldad del mundo. Más provocativa que la facilidad romántica. Ahora estamos en una edad de plomo.
P. En su libro a veces se muestra usted como un sentimental herido. ¿Cómo es?
R. Soy una persona que en mis escritos y en lo que hago soy el crítico y el culpable, participo de la locura que cuento. Irritado, emocionado, tristísimo: no soy ni bueno ni malo. Soy como Brasil: dubitativo, esperanzado, pesimista. Estoy en crisis, como Brasil. Soy Brasil.
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