_
_
_
_
El desafío nuclear iraní

Los ayatolás cambian de tablero

Irán busca un mayor reconocimiento internacional ante su creciente influencia en Oriente Próximo

Ángeles Espinosa

La previsible revisión de las políticas de Washington en Irak y Oriente Próximo reafirma al régimen iraní. El golpe electoral que ha recibido George W. Bush se ha sumado a los éxitos de sus aliados de Hezbolá en Líbano o Hamás en Palestina para subrayar el peso de Irán en la región. Cada vez más voces, dentro y fuera de Estados Unidos, reclaman que se tenga en cuenta a Teherán. Pero después de 27 años de aislamiento internacional y sanciones económicas, la República Islámica siente que su cotización ha subido y busca asegurarse el mayor beneficio posible, su reconocimiento como potencia regional y nuclear.

"Las reglas del juego han cambiado", manifiestan fuentes diplomáticas iraníes antes de entrar en un elaborado análisis del contexto regional y la supremacía de Irán en la zona. Los problemas de EE UU en Irak, Afganistán, Líbano o Palestina sólo refuerzan una vieja exigencia iraní: hablar de igual a igual con Washington. "Queremos sentarnos a la mesa como interlocutores, no como oyentes", resume un funcionario del Ministerio de Exteriores.

Demócratas y hasta republicanos han aconsejado a Bush que hable con Irán y Siria
Más información
Irán acelera su carrera nuclear

Las declaraciones oficiales no disimulan cierto triunfalismo. Dos días después de conocerse el castigo de los electores estadounidenses a Bush, el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, hablaba de la "derrota de sus políticas agresivas en el mundo" y la calificaba de "victoria para la nación iraní". Era un sentir extendido entre el establishment político, que se ha visto refrendado cuando no sólo fuentes del ganador Partido Demócrata, sino incluso republicanos críticos han aconsejado en público a Bush que hable con Irán y Siria.

No es la primera vez que los intereses regionales acercan a Irán y EE UU desde su ruptura de relaciones en 1979. El derribo del régimen talibán en Afganistán, primero, y el de Sadam Husein en Irak, después, contaron con la aprobación tácita y la ayuda pasiva de Irán, que permitió sobrevuelos y evitó explotar errores como el misil que cayó dentro de su territorio. Ambas partes han estado cerca de mantener conversaciones directas con anterioridad. El pasado marzo incluso parecía que habían acordado hablar de Irak, pero el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, dijo poco después que ese diálogo era innecesario.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

"Los responsables de EE UU no debieran pensar que estamos ávidos de mantener negociaciones con ellos o creer que nos están haciendo concesiones en Irak con sus propuestas de negociación", señaló por su parte el ex presidente Alí Akbar Hachemí Rafsanyani durante las plegarias del pasado viernes en la Universidad de Teherán. El veterano político, que perdió las últimas elecciones presidenciales frente a Ahmadineyad, no rechazó sin embargo las conversaciones.

"Aún existe un grupo que espera alcanzar un acuerdo razonable y pacífico con Estados Unidos, y con el mundo en general", señala un analista iraní. Pero en este asunto, como en muchos otros, "existe una lucha interna dentro del sistema", explica el mismo interlocutor. Ese sector, en sintonía con la clase empresarial y buena parte de la población, es consciente de la necesidad de acceso a capitales y mercados extranjeros para que el paro no sea el único horizonte de la mayoría de sus jóvenes (el 70% de los iraníes tiene menos de 30 años). Pero quienes así opinan no sólo tienen que imponerse al núcleo duro que, por razones ideológicas o intereses particulares, se agarra al ideal de la autarquía, sino que también esperan contrapartidas. "Si 27 años de sanciones no han logrado acogotarnos, no vamos a claudicar ahora", apunta el analista.

"Hemos dicho desde el principio que hablaremos con el Gobierno estadounidense, pero con condiciones", recordó a principios de esta semana el propio Ahmadineyad durante una conferencia de prensa con los medios locales. "Si corrigen su comportamiento, hablaremos con ellos como con el resto", añadió. "Consideramos que deberían dar un giro a sus actuales políticas; de no ser así, las meras negociaciones no cambiarán nada", explicó más tarde su ministro de Exteriores, Manuchehr Mottaki.

Cuando en conversaciones privadas con responsables iraníes se trata de concretar qué paso tiene que dar EE UU, se repite una palabra: reconocimiento. Las autoridades iraníes esperan que la invitación a hablar vaya acompañada de un reconocimiento de la República Islámica por parte del Gobierno de Washington, 27 años después de la revolución y del desencuentro que supuso la toma de la Embajada norteamericana tras el derrocamiento del sha.

Sin embargo, nadie se hace ilusiones. EE UU aún no ha pedido oficialmente a Irán sentarse a hablar sobre Irak o sobre cualquier otro tema. Además, Bush enseguida ha salido al paso del coro de voces que le aconseja que hable con Irán, para precisar que Teherán tiene que renunciar a su programa nuclear antes de iniciar cualquier diálogo. Pero esa es una condición imposible porque va en contra de su búsqueda de reconocimiento. Muchos observadores políticos están convencidos de que el objetivo último del empeño nuclear iraní es la supervivencia del régimen.

"Éste es un país importante, pero reconocer eso toca los intereses de otros en la región", manifiesta un embajador suramericano. "Israel está muy preocupado por la posibilidad de un acercamiento de Estados Unidos con Irán y Siria que pueda dar lugar a un gran acuerdo", desarrolla. Pero no es sólo Israel. Otros aliados tradicionales de Washington en la zona, como Egipto o Arabia Saudí, han visto cómo disminuía su influencia ante el avance iraní.

Miembros de los servicios de inteligencia europeos están convencidos de que ya se han producido los primeros contactos. Sin embargo, sólo existe confirmación de una cena de tres horas mantenida en Nueva York entre James Baker, ex secretario de Estado y copresidente del Grupo de Estudio de Irak, y el embajador iraní ante la ONU, Yavad Zarif. Además, reconocer una República Islámica con capacidad nuclear puede resultar un precio demasiado alto para EE UU. "Cuando quieres buena mercancía, tienes que estar dispuesto a pagar por ella", concluye un diplomático iraní en la mejor tradición del bazar.

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_