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Suráfrica aparta de la lucha antisida a la ministra de Sanidad, que recomendaba tomar ajo contra el virus

Suráfrica ha decidido dejar los mensajes erráticos en su lucha contra el sida, que se calcula que mata en el país a 900 personas diariamente. En los últimos días, los responsables de lidiar con la pandemia, que afecta a más de cinco millones de surafricanos, han dejado de lado a la controvertida ministra de Sanidad, Manto Tshabalala-Msimang, y se han reunido con grupos activistas antisida, han reconocido que el esfuerzo del Gobierno es insuficiente y que la prevención debe llegar a sectores más vulnerables.

El cambio en el discurso es trascendental, máxime si se lo compara con el usual de la ministra Tshabalala-Msimang, que igualaba la importancia de alimentos como la remolacha, el ajo o el limón a la de los antirretrovirales, lo que le valió ser el centro de críticas del público y de la comunidad científica nacional e internacional.

El compromiso de trabajar con las organizaciones antisida se concibió durante la hospitalización por tres semanas de la ministra por una supuesta infección pulmonar, que propició lo que algunos analistas han calificado un golpe de estado en su ministerio.

"Debemos esforzarnos para que los antivirales sean más accesibles, especialmente para los pobres. La educación y la prevención de la infección deben ser mayores", decía a finales de octubre la vicepresidenta del Gobierno, Phumzile Mlambo-Ngcuka, en el primer viraje de una política sanitaria. Mlambo-Ngcuka preside el gabinete interministerial para el HIV que se formó sólo un mes después de la Conferencia Internacional sobre el Sida celebrada en agosto en Toronto (Canadá), en la que el Gobierno del Congreso Nacional Africano se abochornó a sí mismo llevando al puesto de su representación limones y ajos pero no fármacos.

En la conferencia, la ministra y su política resultaron duramente criticadas tanto por el enviado especial de las Naciones Unidas para VIH-Sida, Stephen Lewis, como por el copresidente de la conferencia, Mark Wainberg. El primero habló de la actuación de Suráfrica como "obtusa, dilatoria y negligente" y el segundo la tachó de "un sinsentido".

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