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Tribuna:SETENTA AÑOS DE GOBIERNOS VASCOS
Tribuna
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Entre el pacto y la hegemonía

Tal día como hoy, hace 70 años, el 7 de octubre de 1936, en plena Guerra Civil española, se constituyó el primer Gobierno vasco de la historia presidido por el lehendakari José Antonio Aguirre, quien juró su cargo bajo el árbol de Gernika. Para celebrar esta efeméride y homenajear a su antecesor, el Gabinete de Ibarretxe se reúne hoy en la villa foral. Ésta es una buena ocasión para recordar cómo nació aquel Gobierno y cuáles fueron sus principales características; pero también para examinar la trayectoria de esta institución a lo largo de siete décadas de existencia, aunque durante más de cuatro se vio obligada a sobrevivir en el exilio, sobre todo en Francia.

El Gobierno de Aguirre nació en la coyuntura dramática de la Guerra Civil como consecuencia de la aprobación del Estatuto de autonomía por las Cortes republicanas, reunidas en Madrid el 1 de octubre de 1936. Dicho Estatuto fue fruto del pacto entre el nacionalista Aguirre y el socialista bilbaíno Indalecio Prieto, fraguado en la primavera y consumado en septiembre, cuando Manuel Irujo, diputado del PNV, fue nombrado ministro del Gobierno de Largo Caballero a cambio de la inmediata entrada en vigor del Estatuto. Sin éste no hubiese habido Gobierno vasco en 1936.

Además de ser provisional, para ganar la guerra, el Ejecutivo de Aguirre se caracterizó por ser de coalición, entre el PNV y el Frente Popular de Euskadi, integrado por cinco partidos; presidencialista, debido al liderazgo carismático de Aguirre, que ejerció plenos poderes políticos e incluso militares, y de hegemonía del PNV, según prueba el programa gubernamental, moderado y nada revolucionario. Entonces el PNV logró una hegemonía que nunca había tenido, al desempeñar la Presidencia y las carteras fundamentales durante la contienda: Defensa (con el propio Aguirre, jefe del ejército vasco), Gobernación, que fundó la Ertzaña, Hacienda, que controlaba el Concierto económico, y Justicia y Cultura, que incluía también Educación. El Frente Popular dispuso de siete Consejerías, pero eran mucho menos relevantes que las del PNV. Los tres rasgos mencionados (coalición, hegemonía nacionalista y, en menor medida, presidencialismo) han caracterizado a la mayoría de los Gobiernos vascos que se han sucedido hasta nuestros días.

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Desde el verano de 1937, tras la conquista de toda Euskadi por el ejército de Franco, hasta la aprobación del Estatuto de Gernika en 1979, el Gobierno vasco permaneció en el exilio, primero con Aguirre (fallecido en 1960) y después con Jesús María Leizaola de lehendakari. Se trató de un Gobierno de unidad vasca, sustentado en el pacto entre el PNV y el PSOE, aunque hubiese también consejeros republicanos, de Acción Nacionalista Vasca (ANV) y, entre 1946 y 1948, un consejero comunista, que fue expulsado como consecuencia de la guerra fría. Nunca fue un frente nacionalista, pero siempre el PNV conservó su neta hegemonía.

En su reciente biografía de José Antonio Aguirre, titulada El profeta pragmático, Ludger Mees constata "la política hegemonista y asimilacionista del PNV" debida a su concepción patrimonial del Gobierno vasco, hasta el punto de afirmar Aguirre, en 1939, que "el Gobierno y el Partido (...) son dos cosas inseparables". Durante la II Guerra Mundial, tal política llegó al extremo de exigir a los consejeros republicanos y socialistas la llamada obediencia vasca, que implicaba el reconocimiento del derecho de autodeterminación del pueblo vasco y la ruptura de sus vínculos orgánicos con los partidos españoles: Izquierda Republicana y el PSOE. Para conseguirlo, Aguirre apoyó incluso una disidencia en el seno del socialismo vasco, encabezada por el consejero Santiago Aznar, pero su intento fracasó al acabar con ella Prieto. Al término de la Guerra Mundial, Aguirre tuvo que renunciar a sus pretensiones y cambiar de política con respecto a las instituciones republicanas en el exilio.

Sin embargo, su afán hegemonista persistió y convirtió a los demás partidos en meros satélites que giraban en la órbita del PNV, tal y como reconoció el consejero de ANV Gonzalo Nárdiz, siempre leal a Aguirre y a Leizaola: el PNV "lo absorbe todo" y "tiene todos los puestos representativos". Los socialistas "hasta ahora hacen el papel de comparsa, como lo hacemos todos en el Gobierno vasco" (1946). Ese mismo año, Josep Tarradellas, secretario general de la Esquerra, criticó la confusión existente entre la política del PNV y la política del Gobierno vasco por la visión patrimonialista que el partido tenía del Gobierno: "No podemos considerar que ustedes -le escribió al ministro Irujo- son la representación exclusiva del Pueblo Vasco dentro de la República", pues hay otros partidos y organizaciones de Euskadi.

Al contrario del caso catalán, cuyo Gobierno en el exilio des

a-pareció pronto y sólo subsistió la Generalitat en la persona del presidente Tarradellas, el PNV siempre tuvo interés en mantener el Gobierno vasco durante el franquismo, incluso en la etapa de Leizaola, cuando su inoperancia lo había convertido en meramente testimonial y escasamente representativo, pues ANV y los republicanos eran partidos casi inexistentes. A diferencia del Gabinete republicano, que se disolvió con las primeras elecciones democráticas de 1977, el de Leizaola perduró dos años más, mientras se elaboraba el Estatuto de Gernika y a pesar de la existencia del Consejo General Vasco (1978-1980), el organismo preautonómico presidido primero por el socialista Ramón Rubial y después por el nacionalista Carlos Garaikoetxea.

Este máximo dirigente del PNV se convirtió en lehendakari al ganar las primeras elecciones al Parlamento vasco, celebradas en 1980, y puso fin a más de cuatro decenios de Gobiernos de coalición basados en el eje PNV/PSOE. A pesar de no contar con mayoría absoluta en el Parlamento de Vitoria, Garaikoetxea gobernó como si la tuviera gracias a la ausencia de los parlamentarios de Herri Batasuna. Con sus Gobiernos monocolores, el PNV alcanzó su mayor hegemonía y construyó a su imagen y semejanza la Comunidad Autónoma Vasca, a la cual dotó de los símbolos creados por su fundador Sabino Arana: el nombre de Euskadi, la ikurriña y el himno Gora ta gora. Como reconoció años después, en su famoso discurso del teatro Arriaga de Bilbao, su presidente Xabier Arzalluz, el PNV intentó batzokizar Euskadi: "Es cierto que ha existido entre nosotros una tendencia a considerar que Euskadi es patrimonio nacionalista, y a equiparar el concepto de vasco con el de nacionalista" (1988).

El enfrentamiento entre los dos líderes carismáticos del PNV, Arzalluz y Garaikoetxea, con concepciones divergentes sobre el modelo interno del País Vasco, trajo consecuencias importantes: la dimisión del lehendakari y la escisión de Eusko Alkartasuna (EA), el nuevo partido de Garaikoetxea, en 1986. Esta crisis provocó un fuerte retroceso electoral del PNV, con la consiguiente pérdida de su neta hegemonía, y forzó al nuevo lehendakari, José Antonio Ardanza, a volver a la coalición tradicional con el PSOE, desde 1987 hasta 1998, coincidiendo con la etapa del Pacto de Ajuria Enea. Aun perdiendo una parte de su poder institucional, el PNV consiguió conservar la Presidencia del Gobierno vasco (incluso en 1987, cuando tenía dos parlamentarios menos que los socialistas) y tres Consejerías clave que siempre ha desempeñado: Interior (con la Ertzaintza), Hacienda (con el Concierto) y Cultura (con la radio y la televisión públicas vascas). De esas carteras que ya tuvo en la Guerra Civil, tan sólo cedió a los socialistas (y en la actualidad a Eusko Alkartasuna) Educación y Justicia. Al frente de estos Departamentos estuvo el consejero socialista José Ramón Recalde, quien, en su libro de memorias Fe de vida (2004), reconoce que el PNV continuó controlando los resortes fundamentales del poder político durante la década de los Gobiernos de coalición presididos por Ardanza.

Dichos Gobiernos del PNV con el PSE/PSOE terminaron en 1998, cuando el PNV sustituyó su pactismo tradicional desde 1936 con el socialismo por el Pacto de Estella-Lizarra con Herri Batasuna, al asumir la estrategia frentista del nacionalismo radical, que el PNV había rechazado en las elecciones de 1936 y de 1977. Tras el fracaso de ese pacto por la ruptura de la tregua de ETA (1999), el Gobierno de Ibarretxe, basado en la coalición PNV/EA, se amplió, al ganar las elecciones de 2001, con la incorporación de Izquierda Unida (Ezker Batua); pero ésta no ha rebajado la clara impronta nacionalista, según refleja su apoyo al plan soberanista de Ibarretxe en 2004. Aun siendo un Gobierno tripartito, la hegemonía del PNV es una vez más evidente y los partidos que hacen ahora el papel de comparsas son Eusko Alkartasuna y, sobre todo, Ezker Batua.

En conclusión, durante los 70 años transcurridos desde la constitución del primer Ejecutivo vasco en 1936, el PNV ha sido el único partido que ha participado y presidido todos los Gobiernos que se han sucedido en la Guerra Civil, el exilio y la Monarquía actual. Ahora bien, gobernó en solitario tan sólo siete años (1980-1987) y casi siempre ha gobernado en coalición, en especial con el PSOE durante más de medio siglo (1936-1979 y 1987- 1998). Sin embargo, los continuos pactos y coaliciones del PNV con partidos muy diversos no le han impedido mantener su hegemonía política y patrimonializar el Gobierno vasco, hasta el punto de que éste se ha identificado siempre con el PNV, al ser el principal partido de Euskadi. Así pues, dos rasgos fundamentales del Gobierno de Aguirre en la Guerra Civil, el pactismo y el hegemonismo, han caracterizado las siete décadas de Gobiernos vascos que hoy se cumplen.

José Luis de la Granja Sainz es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco.

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