Pensar el mundo, celebrar la vida
Fernando Savater disecciona la rentabilidad del terror en el último día del evento
El chivato con el mensaje de www.elpais.es llegó al teléfono móvil justo a la entrada de la iglesia de San Juan de los Caballeros: "ETA dice que seguirá 'luchando firmemente con las armas en la mano' hasta lograr la independencia". Dos minutos después, Fernando Savater iniciaba su conferencia sobre la rentabilidad del terror, en la que, tras referirse a algunos conceptos generales, iba a analizar con mayor detalle la situación del País Vasco. Volvían así a resonar en el Hay los conflictos del mundo.
Lo que pretenden los terroristas (como también los tiranos) es domesticar a la sociedad, explicó Savater. Robar su voluntad libre para convertirla en una masa unánime que obedezca. Y si para doblar esa voluntad existen dos caminos, el del soborno y el de la intimidación, los terroristas saben que este último es más eficaz, porque si "las cosas que apetecemos son muy variadas" es sólo una la que tememos: la muerte.
Savater fue describiendo las estrategias del terrorismo ("es un método, no una ideología"), sus cambios (no atacar a las celebridades sino golpear al azar contra los ciudadanos), y finalmente su eficacia para doblegar la voluntad de pueblos y Gobiernos. Habló del terrorismo instrumental (que se realiza para conseguir algo) y del expresivo (que sólo quiere demostrar la importancia de su Causa) y terminó en el País Vasco. Lamentó que las acciones de ETA hubieran tenido un "aura de prestigio intelectual" aun años después de la muerte de Franco, y mostró cómo su violencia había terminado por crear dos sociedades (la que se siente segura y la que se siente insegura) donde antes sólo había una.
Los sueños de Vila-Matas
Savater volvió a mostrar la complejidad del fenómeno terrorista, pero el Hay no sólo fue un foro para pensar los problemas que nos afligen. Ante la sobria y desnuda belleza de la iglesia de San Juan de los Caballeros se revelaba con total transparencia su otra vocación, la de celebrar cuanto nos hace dichosos. La risa, por ejemplo. La convocó el sábado Enrique Vila-Matas, en su diálogo con Eduardo Lago, cuando recordó que de niño soñaba en los rascacielos de Nueva York y era incapaz de reconocerse en el chaval que jugaba en los patios de L'Eixample. Cuando por fin conoció la ciudad de sus sueños, no le impresionaron sus edificios, sino la importancia de aquel niño que los soñaba.
De un lugar a otro, caminando entre piedras, descubriendo a cada vuelta de esquina otro paraje, otro edificio, otro rincón, así se han ido yendo los días en el Hay de Segovia.
Laura Restrepo (a la que le conmovió el encuentro de Luis Mateo Díez, José María Merino, Antonio Pereira y Juan Pedro Aparicio) y Jorge Edwards estuvieron brillantes cuando César Antonio Molina los invitó a hablar de las distintas lenguas españolas, y Juan Villoro y Rosa Montero supieron ser cómplices para desentrañar la verdad y la mentira del periodismo y la literatura. Vikram Seth, Santiago Roncagliolo y Jorge Franco, Jorge Volpi y José María Ridao, Edgar Keret... y tantos otros.
Se pensó el mundo y se celebró la vida. Y hubo tiempo también para recordar a los que se han ido: Carmen Martín Gaite, Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán y Alberto Méndez. Ya no están, siguen sus palabras.
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