Con mucha intuición

Con tan sólo dos cosechas, y la gloria. Fue el vino revelación con su 2004, título justo aunque un tanto exagerado. Mucho mejor es este 2005 donde no sólo se refleja la añada y con ella la personalidad granítica del terruño, sino que hay una más sutil y ajustada elaboración, basada en la experiencia con el vino anterior. Porque en este tipo de blancos fermentados en barrica y criados sobre lías, la aportación del enólogo es sencillamente vital.

El momento de iniciar los trasiegos -una difícil apuesta que marca la diferencia- es casi tan vital como el determinar la hora exacta de inicio de la vendimia. Con la dificultad añadida de que aquí sólo hay intuición. Y eso es lo que tiene en grado sumo Rafa Palacios, el benjamín de una saga portentosa que encabeza su hermano Álvaro. Raza de bodeguero que se manifiesta en una oferta aromática plena de matices minerales y de levaduras que componen, con la fruta carnosa, la flor silvestre y las hierbas perfumadas y los toques de vainilla ahumada, una melodía turbadora. En boca tiene concentración, mayor presencia, tacto cremoso y un delicado equilibrio entre acidez y alcohol.