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Reportaje:PERSONAJE

El 'informe Pellicano'

Hollywood tiembla. Una trama de escuchas telefónicas ilegales podría acabar con algunas de sus estrellas en el banquillo por haber contratado los servicios del detective Anthony Pellicano. Era el encargado de limpiar sus trapos sucios. Ahora está encarcelado y acusado de 112 delitos

Era un investigador de segunda cuando llegó a Hollywood en 1983 desde Chicago. Como muchos de los viajeros que a diario desembarcan en la estación de autobuses Greyhound, llegaba cargado con una maleta repleta de sueños, habilidad para venderse y la esperanza de convertirse en estrella. Nacido en 1944 y criado en Cicero, ciudad de Al Capone, no aspiraba a convertirse en actor. Tenía una obsesión: vivir como un detective privado. Y no como uno cualquiera, sino en la mejor tradición del Hollywood literario. Como Bogart o el Philip Marlowe de Raymond Chandler. Un detective de ficción.

Su obsesión era seria. Vestía impecables trajes de solapa cruzada cortados a medida, costosos zapatos de cuero, y en su oficina de Sunset Boulevard, la Agencia de Investigaciones Pellicano, se escuchaba ópera italiana. Conducía un Mercedes Benz negro convertible, en el que guardaba uno de sus "instrumentos de trabajo" preferidos: un bate de béisbol.

Antes de que el escándalo estallara se planeaba hacer una serie de televisión sobre detectives basada en su vida

La fama ganada en Chicago el año 1977 -cuando condujo a la prensa al lugar donde se encontraron los restos del productor Mike Todd, ex marido de Liz Taylor, fallecido en accidente aéreo en 1958 y cuya tumba había sido profanada para robarle un anillo de diamantes- le ayudó a convertirse en el detective favorito de estrellas y poderosos de la industria. Su teléfono sonaba invariablemente cada vez que algún artista, director, agente o productor millonario tenía algún problema legal o personal: desde un divorcio hasta un fan molesto, las demandas millonarias de la madre de un hijo extramarital o el pleito de un socio que se niega a aceptar el porcentaje de ganancias de una película… Cuando la policía y la justicia amenazaban con encerrar a uno de sus clientes, ahí estaba Pellicano dispuesto a entrar en acción. Le llamaban el "comedor de pecados", por su capacidad de ocultar trapos sucios.

Pellicano acudió al rescate de Michael Jackson cuando, en 1993, el rey del pop fue acusado por primera vez de abuso sexual de un niño de 13 años. Uno de los abogados de Jackson, Howard Weitzman, le encargó hurgar en el pasado de la familia del menor en busca de asuntos turbios. Las partes llegaron a un arreglo extrajudicial, Jackson se salvó y Pellicano recibió dos millones de dólares.

Meses antes, otro encargo de Weitzman le había permitido ganarse la atención de la prensa. Michael Nathanson, prominente ejecutivo de un estudio de cine, fue acusado de aparecer en la lista de clientes de Heidi Fleiss, madame condenada por manejar un exclusivo círculo de prostitución al servicio de los poderosos de la industria. A Pellicano le pidieron demostrar que Nathanson "nunca tuvo ningún trato… en ningún nivel" con Fleiss.

Después de aquello pasó a ser el secreto mejor guardado en Hollywood, conocido por las estrellas y sus abogados (los de Kevin Cotsner, James Woods, Farrah Fawcett o Roseanne Barr), pero no por el gran público. El diario The Washington Post y la revista People le dedicaron perfiles. La prensa estaba fascinada por ese individuo que actualizaba el mito del detective de ficción hollywoodiense, que adoraba todo lo que tuviera que ver con la Mafia y sus rituales, que tenía como películas preferidas la saga de El padrino (uno de sus nueve hijos se llama Luca, en honor a Luca Brazzi, el asesino favorito del Don Corleone). Años más tarde, Pellicano se convertiría, como era de esperar, en un gran aficionado a la serie Los Soprano. "Comenzó a creerse de verdad que era Don Corleone", dijo de él Katherine, su segunda esposa, de la que se divorció en 2000, en una entrevista con la revista Vanity Fair en junio pasado. En 2002, Pellicano mandó colocar un pescado muerto envuelto en papel de periódico -símbolo utilizado por la Mafia como sinónimo de seria advertencia- en el Audi color plata de una reportera de Los Angeles Times que investigaba a uno de sus clientes, el actor Steven Seagal. Ése fue el principio del fin de la leyenda. Durante la investigación por esas amenazas, la policía descubrió explosivos de plástico, granadas de mano y armas de fuego en la oficina de Pellicano. En enero de 2004, el detective fue condenado a dos años y medio de prisión.

Los agentes del FBI volvieron a registrar la oficina de Pellicano, a partir de la información que obtuvieron de ex empleados y víctimas del detective, y hallaron sofisticados equipos de escucha telefónica. Según el FBI, había miles y miles de horas de grabaciones ilegales hechas por Pellicano y sus ayudantes que involucraban a decenas de estrellas del cine y a sus abogados. El pasado mes de febrero, un día antes de que Pellicano terminara su sentencia original, el FBI anunció a bombo y platillo la nueva acusación contra el investigador. Hoy sigue en prisión acusado de 112 cargos de delitos federales, entre ellos el crimen de conspiración para delinquir. Hollywood tiembla.

"Se acusa a Pellicano y otros seis individuos -entre ellos varios policías que le ayudaron, consiguiéndole información de bancos y datos privados de uso exclusivo del Gobierno estadounidense- de repetidas conductas criminales", señaló el fiscal George S. Cardona al presentar la acusación. Los agentes, explicó Cardona, recibían dinero a cambio de informaciones sobre "ciertas personas que no esperaban que sus vidas privadas fueran vendidas y sus comunicaciones telefónicas fueran interceptadas".

La investigación del FBI sigue su

marcha e involucra a abogados de famosos como Steven Spielberg, Nicole Kidman, Stevie Wonder, Chris Rock y Kevin Costner. En algún momento contrataron a Pellicano para que realizase trabajos sucios: pinchar teléfonos, intimidar, amenazar o meter miedo. Uno de ellos es Bertam Fields, otra figura legendaria en Hollywood. Fields, de 76 años y conocido como "el abogado de las estrellas", empezó a trabajar en Hollywood hace décadas. Representó en sus inicios a Edward G. Robinson o Jack Webb y más tarde a Tom Cruise, Dustin Hoffman, Warren Beatty, Michael Jackson y John Travolta. El abogado está siendo investigado también en el caso Pellicano. "Es algo en lo que no quiero meterme", dijo Fields cuando se anunció la acusación contra Pellicano. "Trato de seguir practicando el derecho y no prestar atención a la investigación". Otro de sus clientes fue el ejecutivo Jeffrey Katzenberg, quien demandó a los estudios Disney por incumplimiento de contrato y sacó en un arreglo extrajudicial 250 millones de dólares. Sobre la eficiencia de Pellicano, Fields comentó que era "verdaderamente espectacular".

La firma de abogados a la que perte-nece Fields ha confirmado que utilizó los servicios de Pellicano en muchas ocasiones, aunque aclaran que si el detective "realizó actividades ilegales, lo hizo sin el conocimiento o autorización" del despacho ubicado en el exclusivo vecindario angelino de Century City. Uno de los clientes de la firma que aparecen mencionados en la acusación contra Pellicano es el agente de actores Kenneth Starr, al que Sylvester Stallone demandó por fraude en un negocio relacionado con la cadena de restaurantes Planet Hollywood. Según la acusación del FBI, Pellicano tenía el encargo de interceptar el teléfono de Stallone. Otro es el ejecutivo de cine Brad Grey, poderoso presidente de los estudios Paramount, quien estuvo involucrado hace unos años en un pleito con el comediante Garry Shandling. Entonces, y según la acusación, Pellicano pinchó los teléfonos de Shandling.

Grey ha sido llamado como testigo en el juicio, pero ha negado saber nada de las actividades ilegales de Anthony Pellicano. Antes de que el escándalo estallara, Grey planeó hacer una serie de televisión de detectives basada en la vida de Pellicano, quien iba a ejercer de asesor dramático.

Desde la cárcel -se encuentra en una prisión en el centro de Los Ángeles, a diez minutos de Hollywood-, Pellicano habló recientemente con la prensa. En una rara entrevista telefónica, la primera en más de tres años, señaló que el Gobierno estadounidense ha inflado el caso en su contra. Y que, además, nunca se convertirá en soplón o traidor a sus clientes. "Mi lealtad nunca muere", aseguró a Los Angeles Times. "Nunca me verán declarar contra mis clientes y empleados, ni siquiera contra los que están en mi contra. Nunca los delataré. ¿Entienden? Seré un hombre hasta que caiga, si algo así llega a suceder alguna vez", añadió.

En un estilo que el diario describe como "bravucón", Pellicano se queja de que el Gobierno ha tratado hacer de su caso "algo tan grande como una película de Hollywood". No es cierto, sigue Pellicano, que haya interceptado los teléfonos de todas esas celebridades. Si fuera así, pregunta, "¿dónde están las grabaciones?". Los investigadores han asegurado que tienen "montañas de transcripciones" de dichas grabaciones y que un equipo se dedica a tiempo completo a su lectura e investigación. También que habrá nuevas acusaciones.

Ya son más de una docena los implicados, entre ellos ex policías supuestamente corruptos, ex empleados de compañías telefónicas, un abogado de la firma de Fields y hasta el director de cine John McTiernan, acusado de haber mentido al FBI. También Robert Pfeifer, ex ejecutivo de la discográfica Hollywood Records, quien admitió haber contratado a Pellicano para que escuchara las conversaciones de su ex novia como parte de una disputa legal.

"Lo que he hecho", señala Pellicano en la entrevista, "se reduce a dos cosas: sí obtuve información y sí tenía contactos con las compañías telefónicas y la policía. No conozco a un investigador privado en el mundo que no los tenga, y si no los tiene, no tendrá muchos clientes". "Si el pueblo americano tuviera alguna idea de toda la vigilancia, escuchas y cosas ilegales que hace nuestro Gobierno se quedaría sorprendido", asegura. "Si en lugar de mantenerme aquí encerrado me dieran el trabajo de encontrar a Bin Laden, les garantizo que lo encontraría".

Hollywood, entretanto, sigue en nerviosa espera la actuación de los fiscales federales. El caso Pellicano ha resultado ser un asunto netamente cinematográfico, tal como el detective trató siempre de vivir su vida. Hay personas en la cárcel, reputaciones dañadas y más acusaciones por venir. Y por esas vueltas del destino, el fiscal encargado del caso (Daniel A. Saunders) también llegó un buen día a Hollywood con el sueño de ser un guionista famoso. Fracasó y estudió leyes. Hoy mantiene en vilo a Hollywood.

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