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Madrid hace nueve millones de años

Un instante de la película de la evolución quedó atrapado en una cueva madrileña en pleno Mioceno. Mastodontes, jirafas, rinocerontes, osos y otras especies extinguidas y raras, como los hermosos tigres dientes de sable, nos cuentan ahora, a través de sus fósiles, cómo era la vida y el paisaje hace nueve millones de años

Hace nueve millones de años los tigres dientes de sable correteaban por una meseta plana con ligeras ondulaciones, al borde de un gran lago, entre mastodontes, rinocerontes, jirafas, osos y otros herbívoros más pequeños, como cebras, antílopes y jabalíes, entre los que buscaban a sus presas. La vegetación no era frondosa, pero tenía parches de arbolado, y el clima alternaba la temporada seca con las grandes lluvias. Un paisaje similar al que hoy podemos contemplar en algunas zonas de la sabana africana. Pero no estamos hablando de África, sino de los alrededores de Madrid en pleno Mioceno. Todavía faltaban unos millones de años para que los primeros homínidos aparecieran en aquel continente y unos cuantos más para que iniciaran el éxodo a Europa convirtiéndose en nuestros remotos ancestros.

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Aquellos animales que retozaban y luchaban por la supervivencia tenían unas estrellas indiscutibles, los tigres dientes de sable, unos grandes y raros depredadores extinguidos tan sólo hace 11.000 años que, en algún momento de su deambular, muy posiblemente al beber agua después de sus hartazgos de carne, quedaron atrapados junto con otros animales en una especie de cueva de la que ya no pudieron salir. Allí, en un terreno de sepiolita que facilitó su conservación se fosilizaron, y allí, en lo que hoy son las inmediaciones del pueblo madrileño de Torrejón de Velasco, los encontró, en 1991, un equipo de paleontólogos dirigido por Jorge Morales, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC). Desde entonces el yacimiento del Cerro de los Batallones -un nombre que nada tiene que ver con batallas, sino con hileras de olivos agrupadas a las que en la zona llamaban batallones- se ha convertido en un yacimiento único en su género y uno de los más importantes de la historia de la paleontología mundial.

Los fósiles de mamíferos son la memoria de la historia remota, una especie de disco duro que nos permite conocer el mundo que había hace millones de años; su flora, fauna, ecología y clima, además de la evolución de las especies, y son la pasión de Jorge Morales, que empezó su carrera, a mediados de los años setenta, en las excavaciones de Atapuerca con el pionero Emiliano Aguirre, pero que, en 1982, se desligó del equipo que más tarde lanzaría a la fama el nombre del paraje burgalés. "Esto es mucho más excitante que la paleoantropología, es como la exploración de un mundo nuevo".

Morales acaba de regresar de Namibia, donde ha estado trabajando con Martin Pickford y Brigitte Senut, la pareja de paleontólogos que, en 2000, descubrieron en las colinas de Tugen (Kenia) fósiles de un homínido de hace seis millones de años. Hoy está considerado como el más antiguo de nuestros ancestros y ha sido bautizado como Orrorin tugeniensis.

Antítesis de los paleontólogos de película, Morales cuenta, sin embargo, una bonita historia de aquel país africano, de esas que encajan bien con las aventuras de paleontólogos y antropólogos al uso. Allí, en medio del desierto, en la región de Sperrgebiet -nombre alemán que quiere decir "zona prohibida"-, donde se halla el importante yacimiento de Arrisdrift, encontraron diamantes a principios del pasado siglo, y los alemanes, sus iniciales explotadores y concesionarios, consiguieron que Bismarck la declarara zona prohibida por cien años para preservar los diamantes de la fiebre de buscadores, no fuera a repetirse el caso de Suráfrica. Una prohibición que durará hasta 2009. Pues bien, entre esas arenas se depositaron al mismo tiempo diamantes y fósiles. Así que, en un desierto total, sólo mineros y paleontólogos se afanan hoy en extraer de la tierra sus codiciadas riquezas. "No hemos encontrado restos de primates, como era la idea inicial. No hay homínidos, pero están saliendo unos animales interesantísimos", dice este especialista en carnívoros.

En medio de un secarral sembrado de cardos secos y bajo un sol abrasador, que en verano llega a alcanzar los 46 grados a la sombra, el paisaje de Batallones que nada tiene que envidiar a la sabana africana en época de sequía, y en vísperas de iniciarse la nueva campaña de verano, Morales muestra su entusiasmo por unos yacimientos -siete descubiertos y tres excavados desde 1991- que no duda en calificar de excepcionales. "Son únicos en el mundo por diferentes motivos. En principio porque en Batallones, hace nueve millones de años, hubo un proceso que en inglés se llama piping -nosotros no tenemos una palabra clara que lo defina, una traducción sería tunelación o formación de túneles-, que es un proceso muy raro. Las capas de sepiolita empezaron a erosionarse por las aguas formando una especie de cavidades o túneles, y estas cuevas, que debían tener agua en el fondo, atrajeron en la época de verano a los animales funcionando como una trampa natural. Se produjo un atrapamiento masivo. Y esto es la primera vez que se documenta. Nunca se había encontrado un piping fósil de esa época. La segunda singularidad es que los carnívoros representan un porcentaje altísimo de la fauna encontrada, un 90%, y eso no ocurre en ningún yacimiento -en los muy ricos en animales se encuentra un 5% o 6% de carnívoros-. Otra singularidad, además de la gran cantidad faunística, es que es muy abundante en carnívoros singulares como los tigres dientes de sable, de los que tenemos dos especies, una grande (Machairodus aphanistus) y otra más pequeña (Paramachairodus ogygia), excepcionalmente rara. Son animales que no se encuentran nunca, y aquí sus fósiles, además de abundantes, están muy bien conservados. Gracias a eso se pueden recuperar prácticamente todos los detalles anatómicos y hacer estudios de variabilidad pocas veces posibles. Es un proceso de formación que no se había documentado para el Mioceno, lo que convierte a Batallones en un yacimiento único en Europa, y yo diría que en el mundo".

¿Qué diferencia a este yacimiento de otros españoles, también del Mioceno, como el catalán de Hostalets de Pierola, donde, además del homínido Pau -el primer ejemplar de Pierolapithecus catalaunicus-, se han hallado fósiles de otros primates, mamíferos y herbívoros? Los expertos señalan una diferencia esencial: Batallones no se parece a ningún otro porque no es un yacimiento estratificado. "En Hostalets de Pierola hay muchos herbívoros y pocos carnívoros. Allí encuentran primates, como Pau, que le han dado un gran renombre, pero el resto de la fauna es la normal de aquella época, ciervos, tortugas… Sólo cuando entramos en este tipo de cuevas es cuando empieza a haber una singularidad de faunas", dice el director de la excavación.

En Batallones se han encontrado fósiles espectaculares de mastodontes, rinocerontes, jirafas, osos -recientemente se ha documentado un hueso denominado falso pulgar perteneciente al Simocyon batalleri, un pariente del actual panda rojo-, antílopes tipo dic-dic (tan pequeños como conejos), hienas, équidos, tortugas y aves rapaces tan extrañas por estas latitudes como los zopilotes y pigargos. Pero, sin lugar a dudas, los astros fulgurantes de este yacimiento son los tigres dientes de sable, unos rarísimos félidos de los que, en el caso de los más pequeños, se ignoraba casi todo. Antes de Batallones no se conocía un cráneo completo de esta especie en ningún yacimiento del mundo. Ahora, dada la excelente calidad de los fósiles encontrados, se puede hacer realidad el sueño dorado de cualquier paleontólogo: reconstruir esqueletos enteros.

Hoy sabemos que el tigre dientes de sable pequeño tenía el tamaño de un leopardo o pantera menuda, y que desapareció hace cinco millones de años. "Andamos por los 40 individuos completos, no articulados, pero sí cráneos, mandíbulas, columna vertebral y extremidades. Es una muestra tan increíble de un animal tan raro que la hace muy singular. Eso no pasa con el tigre dientes de sable grande, que era como un león, fuerte y robusto, y es más abundante", comenta Morales.

Otro paleontólogo del CSIC y del equipo de Batallones, Manuel J. Salesa, que se ha especializado en estos félidos, explica: "Se sabía que existía el dientes de sable pequeño, pero no se conocía la anatomía de su esqueleto poscraneal. Conocíamos que tenía un tamaño similar al de un puma, pero, después de estos años de excavaciones y estudios, conocemos sus proporciones, qué adaptaciones desarrolló -por ejemplo, sus extremidades anteriores eran más fuertes que las de un felino de tamaño similar- y qué tipo de hábitat ocuparía".

Ahora se puede decir que estas dos especies de hermosos y desaparecidos tigres convivían en un paisaje de bosque clareado que permitía a las diferentes especies alimentarse o esconderse, y donde el dientes de sable pequeño, de cola más corta, podía ocultarse del más grande, ya que éste, como buen félido agresivo, no hubiera dudado un minuto en matarlo o desalojarlo de su territorio a la primera ocasión.

Un hábitat donde estos depredadores, dominantes en el Mioceno, mataban a sus presas cortándoles la garganta con sus enormes y afilados dientes en forma de sable mediante una fuerte flexión de cabeza, después de inmovilizarlas completamente con sus poderosas garras. Una muerte casi inmediata por asfixia al cortarles el suministro de aire a los pulmones y el riego sanguíneo al cerebro. "Las adaptaciones que desarrollaron los macairontinos les permitían cazar rápidamente a sus presas minimizando el tiempo que tardaban en matarlas, ahorrando energía y reduciendo el riesgo de recibir una coz o cornada, lo que podría ocasionarles heridas graves o la muerte. Los macairontinos de mayor tamaño probablemente se adaptaron a cazar presas grandes, pero los pequeños cazarían las mismas presas que los felinos actuales de talla similar: antílopes, jabalíes, caballos", dice Salesa.

Pero esa facilidad de estos tigres para cazar, y la necesidad de beber agua después de los atracones de carne, fue posiblemente la causa de la muerte de los ejemplares encontrados en Batallones. "En aquellos momentos había dos dramas, el cotidiano del carnívoro intentando cazar para comer, y el de las trampas (piping), donde probablemente los carnívoros entraban a beber agua o comer carroña y quedarían atrapados para siempre", explica Morales.

Por otra parte, en esos momentos se estaba produciendo probablemente un cambio faunístico general a escala mundial, un recambio de carnívoros territoriales como los dientes de sable, lo que explica la súbita desaparición de esta especie. "Los macairontinos", comenta Salesa, "tuvieron problemas para alimentarse de animales más pequeños y fueron haciéndose cada vez más escasos hasta desaparecer".

En el tiempo, eso es un instante, pero muy interesante porque están cambiando las faunas del Mioceno medio a las del Mioceno superior, y en Batallones está muy bien registrada la época inmediata al cambio. "Están los últimos Amphicyon, una especie de úrsido-cánido como un lobo muy grande que perduró en África hasta hace seis millones de años, cuando se extingue, pero que aquí los tenemos como los últimos de los últimos mohicanos…", añade Morales.

Mauricio Antón, paleontólogo y dibujante del equipo, señala que en ese momento estaban llegando a Batallones grandes oleadas de inmigrantes, situación que puso a prueba a los residentes, algunos de los cuales no sobrevivieron. "Pero la verdadera extinción de fauna, la más radical, es la del Pleistoceno, cuando desaparecen todos los tipos de tigre dientes de sable. Y se extinguen con más de la mitad de las especies de grandes mamíferos depredadores y de sus ecosistemas. Fueron muchísimas las especies de grandes carnívoros que no atravesaron esas crisis ambientales. También la llegada del ser humano tuvo su impacto".

Las extinciones de faunas y aparición de otras nuevas son un magnífico baremo para estudiar, además de la evolución, otros fenómenos de la historia como los cambios geológicos o climáticos, y Batallones es un caso singular, la foto de un instante de la historia en pleno cambio de faunas. Un instante que dejó enterrados fósiles de enorme calidad que permiten ahora interpretar mejor el rompecabezas de la evolución de grupos. "Aportamos una película de un momento concreto de hace nueve millones de años, pero esa película es muy amplia y tiene una calidad difícil de encontrar en casi ningún otro sitio. No es un fotograma. Hay 10 especies de carnívoros, una de mastodonte, micromamíferos, anfibios, reptiles… Tenemos un esqueleto casi completo de jirafa, es una forma nueva no descrita y, probablemente, el primer cráneo completo de una jirafa del Mioceno en España. Es una época en la que los carnívoros arcaicos, como los Amphicyon, son sustituidos por los nuevos, y nosotros tenemos la mejor muestra del mundo de ese momento".

Una ventana a la evolución que ha plasmado en sus reconstrucciones pictóricas, y ahora en 3-D, Mauricio Antón con sus dibujos de homínidos, paisajes, y animales prehistóricos de prestigio internacional. Sus reconstrucciones de Atapuerca son famosas, y la impactante cabeza del homínido de Dmanisi (Georgia) fue portada de National Geographic en 2002.

Antón, que lleva más de 20 años estudiando y descubriendo técnicas que permitan, a partir de fósiles, la mayor fidelidad en la reconstrucción de faunas y hábitats, explica cómo la actual tecnología por ordenador posibilita crear modelos muy exactos de los esqueletos. "Ahora podemos visualizarlos desde cualquier ángulo y utilizarlos como base para crear modelos con apariencia de vida, con un control preciso de aspectos como el espesor de los tejidos blandos. También nos permite reconstruir el movimiento de los animales mediante animación. En el caso de Batallones tenemos ya un modelo 3-D interactivo del esqueleto, ¡hueso por hueso!, y apariencia externa del tigre dientes de sable pequeño. Este modelo -realizado con el animador Juan Pérez Fajardo-, el primero de estas características de un carnívoro fósil, nos permite ver al animal en movimiento".

Para Antón, tal vez lo más complicado de la reconstrucción sea la necesidad de conjugar y satisfacer las exigencias de dos mundos, el científico y el artístico. "Los aspectos más especulativos de una reconstrucción (y por tanto más librados a la imaginación) son los más externos o cosméticos, como la cantidad y distribución del pelo, el color de la piel o incluso el color del blanco de los ojos. La reconstrucción de homínidos no difiere de la de cualquier mamífero, pero las de animales se ven de manera más objetiva y eso facilita las cosas".

El Cerro de los Batallones fue declarado bien cultural por la Comunidad de Madrid en 2002. Las investigaciones se realizan subvencionadas por el Ministerio de Educación y Ciencia, y las excavaciones, mediante un convenio con la Comunidad de Madrid, y otro con la empresa Tolsa -que descubrió el yacimiento cuando realizaba prospecciones para la extracción de sepiolita-. Morales confía en ver hecho realidad el proyecto de la comunidad madrileña de convertir el yacimiento en un centro de interpretación paleontológica similar al existente en el yacimiento Rancho la Brea, en Los Ángeles (EE UU). "Aquél es un yacimiento extraordinario, parecido al nuestro, con miles de fósiles de tigres dientes de sable, de mastodontes y otros mamíferos, pero con una diferencia fundamental a nuestro favor: su edad es de 11.000 a 40.000 años, como máximo".

No tienen homínidos ni dinosaurios, los protagonistas absolutos del actual panorama internacional de fósiles. El mundo de los paleomastólogos -los que se dedican a mamíferos- no es tan rutilante y glamuroso como el de los paleoantropólogos; pero, como afirma con sentido del humor Morales, los tigres dientes de sable también tienen sus seguidores. "En el top de la paleontología, nosotros, sin llegar al nivel de popularidad, ni de fanáticos, que tienen los dinosaurios, de los que estamos más cerca, tenemos los dientes de sable, que también cuentan con su público…".

Dos ejemplares de tigres dientes de sable rodean el cadaver de un rinoceronte.
Dos ejemplares de tigres dientes de sable rodean el cadaver de un rinoceronte.MAURICIO ANTÓN

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