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Qué verde era mi valle

El suelo urbanizado en España ha aumentado un 25% en sólo 10 años. Visitamos siete paisajes perdidos últimamente por la acción humana: el valle inundado por un embalse, la montaña desmontada por una mina, la costa sembrada de macrohoteles y adosados. ¿Progreso? ¿Es éste el país que queremos?

Clemente Álvarez

Aquel valle verde invadido por urbanizaciones, ese bosque mediterráneo serrado por el asfalto de una autovía, el río salvaje convertido en agua embalsada… La epidermis terrestre del país se transforma de forma acelerada. ¿Qué está ocurriendo en el territorio? Para analizarlo con rigor se debe fijar la vista hacia arriba, hacia el cielo. A 700 kilómetros de la Tierra, flotando en el espacio, el satélite Landsat 7 apunta su sensor multiespectral hacia España y toma imágenes de toda su superficie. Con ellas, el proyecto europeo Corine Land Cover, coordinado por el Instituto Geográfico Nacional, del Ministerio de Fomento, ha efectuado el estudio más detallado del uso del suelo que se tiene al radiografiar la situación del año 2000 y compararla con la de 1990. ¿La conclusión? En esa década, la superficie cubierta por ladrillos, hormigón y asfalto, todo lo artificial, creció un 25,46%, el doble que la media europea. Y donde más se amplió respecto a 1990 fue en Murcia, Navarra, Madrid y Comunidad Valenciana, con subidas del 50%. Otro informe del Observatorio de la Sostenibilidad de España, organismo creado por el Ministerio de Medio Ambiente, señalaba hace dos semanas que el suelo edificado creció un 40% en los últimos 18 años. "Se está modificando el territorio de manera radical, fragmentándolo, banalizándolo y destruyendo su identidad", señala Rafael Mata, presidente de la Asociación de Geógrafos Españoles y promotor de un manifiesto, firmado por más de un centenar de especialistas en urbanismo y ordenación, en contra de la expansión "anárquica y vertiginosa" del ladrillo.

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También es cierto que, si se comparan las 839.605 hectáreas del conjunto del suelo artificial con los 25 millones de zonas agrarias y 24 millones de áreas naturales, todo lo construido no llega aún al 2% de la superficie. Sin embargo, esta visión resulta engañosa, pues no refleja el efecto barrera de las vías de comunicación o el impacto visual de un hotel de 20 plantas en una playa desértica. Además, esta expansión se concentra en puntos especialmente frágiles y valiosos, como el primer kilómetro de costa, con un porcentaje de ocupación del 21% en el conjunto del país, que se dispara al 55% en Málaga y al 52% en Alicante. "Lo peor es que sólo con que se edifique lo que está ahora mismo aprobado se triplicará la densidad en el Mediterráneo", enfatiza José Fernández, director general de Costas del Ministerio de Medio Ambiente, que ha demolido más de 60 construcciones en el litoral desde 2004.

Estos cambios del territorio tienen enormes implicaciones en los modelos de consumo y de transporte de las sociedades, pero también en sus paisajes. "El concepto de paisaje es mucho más amplio que el de uso del suelo porque enlaza valores ecológicos, sociales, simbólicos", recalca Florencio Zoido, catedrático de geografía de la Universidad de Sevilla. Para este extremeño cautivado por las dehesas de su tierra, el paisaje lo abarca todo, incluida la ciudad, e influye en la calidad de vida y la salud. "Aquí aún falta sensibilidad hacia valores más permanentes, como la belleza de una vista, por delante de otros más inmediatos, como los económicos", incide el geógrafo, que llama la atención sobre cómo, además de las costas y algunas montañas, la expansión urbanística también influye en la pérdida de carácter de muchos pequeños pueblos. Entonces, ¿no se puede tocar nada? "En absoluto, la naturaleza no se puede momificar, y también hay que construir autovías o colocar aerogeneradores; la cuestión es que sea de forma ordenada y con criterios paisajísticos", responde Zoido.

Un caso particular por la trascendencia de las alteraciones es el de los ríos. Javier Martínez Gil, catedrático de hidrología de la Universidad de Zaragoza, afirma que en España el agua nada libre sin chocar contra un muro de hormigón en apenas el 5% de los kilómetros de estas corrientes. Destaca que en otros países como Estados Unidos existen leyes que reconocen no sólo sus valores biológicos o ecológicos, sino también los "escénicos". "Hay ríos cuya función es, simplemente, ser ríos, por su belleza, por constituir vínculos entre generaciones, por su capacidad de evocación, por sus valores culturales", reclama este piragüista al que le duele no volver a ver aquel río navarro en el que jugaba de niño, el Ega. "No podemos seguir destruyendo esto, es como si cada año se prohibiese un compositor clásico, primero Mozart, luego Bach, Beethoven…".

01 En el fondo del embalse Itoiz (Navarra)

En la mañana del 16 de junio de 2003, un lunes, las puertas de Itoiz eran reventadas con mazos por agentes de la Policía Foral para desalojar a los últimos vecinos que se resistían a abandonar este pequeño pueblo navarro, entre ellos Patxi Gorraiz y sus hermanos. Habían pasado cerca de 16 años de dura pugna en los tribunales para impedir la construcción del embalse de Itoiz, pero el llenado había empezado. Los Gorraiz cargaron los pocos enseres que les quedaban en un camión y dejaron atrás el pueblo, mientras veían cómo los forcejeos con la policía se agravaban y las máquinas excavadoras comenzaban a derribarlo todo: la iglesia y su torre medieval, la casa Jakue, Bernatena, Toarena…

"Prefiero no hablar de ello y olvidar", comenta este integrante de la Coordinadora de Itoiz, de 44 años, al volver a lo que hoy es una gran masa de agua. "Esto no ha terminado, ni mucho menos, y ahora trabajamos para conseguir el vaciado, pues desde que comenzó a llenarse no han parado los seísmos en la zona". Delante suyo, bajo la actual lámina líquida de la que todavía sobresalen algunos chopos, en el fondo silencioso del embalse se encuentran los restos de decenas de casas de Itoiz, Orbaiz, Gorriz, Ezcay, Artozqui…, pero también de un paisaje muy especial. Como inciden la bióloga Camino Jaso y la profesora de la Universidad Pública de Navarra Julia Ibarra, consultoras ambientales, bajo el agua ha quedado un rico mosaico de ecosistemas formado por laderas cubiertas de bosques de hayas, robles y quejigos, campos amarillos de cereal, y los ríos Irati y Urrobi, que corrían dibujando preciosos meandros, seguidos en las orillas por sotos de alisos, olmos, fresnos…

Una de las cuestiones que más trabajo dieron a los tribunales fue que el embalse afectase a la franja de protección de tres reservas naturales: Potxe de Txintxurrenea, Foz de Gaztelu y Foz de Iñarbe. Para Jaso, que intenta volver lo menos posible a la zona -"para que no me duela el corazón"-, todas las piezas de este puzzle natural tenían un enorme valor; pero destaca el singular paisaje fluvial de los ríos y los encinares de estas foces, con especies como el madroño y el durillo, a los que todavía no ha llegado casi el agua. Esta valoración de las pérdidas no es compartida por el Gobierno de Navarra, que afirma que "la mayoría de las 1.100 hectáreas de superficie inundada eran terrenos de cultivo o repoblación". En cualquier caso, el Ejecutivo navarro defiende las ganancias: "El embalse de Itoiz y el canal de Navarra suponen una obra fundamental para el futuro de Navarra, pues evitará la desertización y despoblamiento del medio rural. Ambos facilitarán el abastecimiento de agua durante décadas a más del 70% de la población de Navarra; permitirán la puesta en regadío de 53.125 hectáreas y la generación de 1.600 empleos en la agroindustria, así como la creación de 650 hectáreas de suelo industrial".

02 Cosecha de telesillas

Valle de Espelunciecha (Huesca)

Nunca pensó que un día hablaría a los diputados regionales desde la tribuna de oradores del Parlamento de Aragón. Juan Carlos Cirera, veterinario, de 42 años y miembro de la Sociedad Española de Ornitología, acudía el pasado diciembre algo nervioso a esta Cámara para defender una iniciativa legislativa popular respaldada por las firmas de 30.000 aragoneses en favor de una ley de protección de las montañas. "Lo que pedía la propuesta era un régimen especial por encima de los 1.500 metros de altitud", precisa este montañero. "Pero tampoco esperábamos que fuese aprobada tal cual; lo que queríamos era que el texto al menos se debatiese para fijar una regulación en Aragón, aunque en la tramitación se cambiase". Esto no ocurrió. Llegado el turno de la votación, los 10 diputados de la Chunta e IU apoyaron su toma en consideración, los 22 del PP se abstuvieron, pero los 33 del PSOE y el PAR tumbaron la propuesta. Según había argumentado el portavoz socialista, "ya existen suficientes cautelas".

La historia de esta iniciativa popular había surgido, en realidad, lejos de allí. Empezó entre las majestuosas cumbres nevadas del Pirineo oscense, en el hermoso valle de Espelunciecha, más o menos a la vez que las excavadoras comenzaran a remover la tierra de sus laderas y se levantaran las torres de los telesillas para las nuevas pistas de la estación de esquí de Formigal, propiedad de Aramón (participada a partes iguales por el Gobierno de Aragón e Ibercaja). Como incide José Luis Latas, acompañado por Mariano Polanco, ambos de Ecologistas en Acción e integrantes de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón, "el problema de la ampliación no son sólo los daños en la cubierta vegetal, los telesillas, los aparcamientos o las carreteras, sino que la única forma de rentabilizar una estación de esquí pasa por el sector inmobiliario. Y ya han empezado a recalificarse terrenos en Sallent de Gállego".

Para este informático y montañero que vive en Zaragoza, cuyos recuerdos de infancia tienen a menudo como fondo las verdes praderas de Espelunciecha, la alternativa que defendían desde la plataforma era crecer en calidad y no en superficie. "Se ha perdido otro valle. Cada año perdemos nuevas zonas de montaña y no ganamos ninguna. Si retrocediésemos cinco o diez años encontraríamos muchos valles vírgenes que hoy están destruidos. Y si ésta fuese una zona deprimida, aún; pero aquí no existe prácticamente paro".

En los pueblos de la cordillera pirenaica, sin embargo, son muchos los que apoyan el incremento de las pistas de esquí. En el caso de Espelunciecha y las heridas abiertas en el paisaje, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón asegura: "Se cumplió toda la normativa medioambiental, se realizó la declaración de impacto correspondiente, se hizo el seguimiento de las condiciones impuestas en esa declaración, y cuando el promotor no las respetó, en el caso de regeneración de la cubierta vegetal o la afección a una turbera, se impusieron las sanciones correspondientes". Además, destaca que "en la declaración de impacto ambiental se recortó en un 40% las pretensiones del promotor, Aramón, por su impacto visual".

03 Mineros y osos

Comarca de Laciana (León)

La brasa del cigarro de Javier Rodríguez, de 39 años, se enciende al rojo con la última calada. Está asomado al descomunal cráter formado por la mina a cielo abierto de Freixolín, en el corazón de la comarca leonesa de Laciana, un precioso paraje reserva de la biosfera, lugar de interés comunitario y zona de especial interés para las aves. "Antes la gente se podía creer que las restauraban, pero han pasado 20 años y no hay ninguna arreglada", clama este minero retirado en alusión a las otras ocho explotaciones abiertas en montañas desde 1985 (seis ya agotadas) y las ocho nuevas en proyecto.

A Javier le gustaba apurar el cigarrillo antes de meterse a picar con el martillo neumático en las galerías 24 y 25, la del Grupo Calderón, una mina de interior bajo el suelo donde trabajan ahora las palas excavadoras. Como detalla, cuando él estaba allí abajo tenía que llenar en un día al menos 17 vagonetas de carbón, 10 toneladas, pero una única excavadora de las que mira cómo se van comiendo la montaña puede cargar en una cazada unas 80. Esto puede explicar por qué cuando en la minería de interior empezaron a bajar los precios, la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada decidió explotar a cielo abierto. "Nos quedaremos sin carbón, sin mina y sin montes", protesta este picador retirado por una lesión en un brazo, "y todo por cinco simples empleos".

En un bar de Villablino, otro antiguo minero de interior, Luis Álvarez, de 49 años, llega vestido con un chándal rojo y una bolsa de deportes en la mano. Además de pertenecer, junto con otros 50 prejubilados, a la asociación Filón Verde, ligada a WWF / Adena, es también entrenador de balonmano de un colegio. Asegura que Bruselas ya ha amonestado a España, y empieza a hablar de más de diez años de pleitos y sentencias favorables, y recalca que la mina de Freixolín tendría que estar cerrada y restaurada hace ya tiempo por orden de los tribunales de León y Valladolid tras una denuncia puesta por el dueño del cercano restaurante Los Arándanos, Antón Arias Tronco. "Cualquier nuevo cielo abierto que quieran abrir tendrán que ganarlo en los tribunales, pues con la ley en la mano no se pueden autorizar", subraya este antiguo ayudante de picador, que relata que hace poco una mujer le sugirió que mejor que se dedicaran a jugar la partida. "Le respondí que ahora tengo tiempo para la partida, para el balonmano y para defender mi tierra, porque yo no me voy de aquí, como muchos".

Otro ex minero que trabajó más de 22 años en las galerías, el alcalde de Villablino, Guillermo Murias, de IU, defiende que Laciana no puede prescindir de los cielos abiertos: "Es verdad que tenemos un hábitat privilegiado, con osos y urogallos, pero no queremos un valle bonito sin gente. El problema es que el futuro de los cielos abiertos está ligado al de la minería de interior. No son los 500 empleos de los cielos abiertos, sino los más de 1.000 de todo el sector". Y termina: "Yo no tengo la herramienta para medir hasta dónde llega la necesidad de complementar la minería con los cielos abiertos para que sea viable económicamente y dónde comienza la usura de los empresarios para ganar dinero fácil. Pero si cierran todas es una bomba socioeconómica".

04 El monte mordido

Municipio de Piélagos (Cantabria)

Elsa tiene nueve años y, como a la mayoría de los niños, le encanta dibujar pequeñas casas con su tejado y jardín. Eso sí, la última vez que las pintó para un trabajo del colegio, las rodeó de bloques de apartamentos. Toda una paradoja, pues fue justo al nacer ella cuando sus padres, María Ángeles Amazarray y Mariano Gómez, decidieron vender su piso de Santander y comenzar una nueva vida rural en Mortera, un tranquilo pueblo a 10 kilómetros de la capital cántabra, junto al monte La Picota. "Esto era un sitio idílico, un pueblecito cerca del mar con su iglesia y sus 15 casas antiguas, adonde se llegaba por una carretera sinuosa", describe Mariano como si perfilara con un pincel uno de sus cuadros. Pero entonces llegó el dragón del boom urbanístico, y el bello lienzo de Mariano empezó a llenarse de adosados. El mismo monstruo que ahora se ha llevado de una dentellada medio monte de La Picota, a la altura del pico de El Cuco, para construir 750 nuevas viviendas (apartamentos, adosados y pareados). Lo que hasta hace cerca de un año era un magnífico monte muy verde de espaldas al mar, recubierto de eucaliptos y otras 419 especies vegetales y rodeado de prados y vacas, es hoy una enorme mole de roca caliza despanzurrada en la que las máquinas horadan terrazas gigantes donde edificar. "No es que estén destrozando nuestros paisajes, sino que sufrimos ya los efectos de un urbanismo caótico, como cortes de agua, falta de colegios y un tráfico que en horas punta se parece al de Madrid", se lamenta este pintor, que en los últimos días ha dejado la paleta para encerrarse en su garaje con un encargo inusual: un enorme dragón de tela y madera que asociaciones de vecinos, como Mortera Verde, y grupos ecologistas piensan pasear por las faldas de La Picota para pedir su protección. Y es que en la otra vertiente está ya roturado el próximo mordisco, en una zona que une el parque natural de Liencres con el mágico estuario de El Pas, lugar de interés comunitario.

"Esto es una auténtica aberración. Hemos pasado ya a urbanizar las laderas de los montes hasta llegar casi a la cumbre", se exaspera el biólogo y presidente del grupo ecologista Arca, Gonzalo Canales, que asegura que esta vez "el propio Gobierno de Cantabria está pleiteando contra la urbanización junto a nosotros". Habitual de los tribunales, esta organización ha conseguido sentencias de demolición para cerca de medio millar de viviendas en Cantabria, siendo el municipio más tocado el de Piélagos, del que depende la urbanización de El Cuco. "¿El que más sentencias de demolición tiene? No lo sé, puede ser, son cerca de 60 viviendas, dos en el centro de Liencres; pero probablemente sea también el que más sentencias ha ganado de Cantabria", responde el alcalde, Jesús Ángel Pacheco, del PP. "Nos toca acatar las sentencias, aunque eso no quiere decir que se compartan". Este regidor entiende que La Picota y El Cuco son montes separados e invita a consultar toda la documentación sobre la urbanización: "Eso lleva 13 años calificado como urbanizable y tiene todos los vistos buenos necesarios, incluido el estudio de impacto ambiental informado por la Consejería de Medio Ambiente de Cantabria".

05 Un hotel en la 'luna'

Parque natural de Cabo de Gata (Almería)

En la salida de Carboneras (Almería) dirección Mojácar, nada más pasar un cartel que anuncia la entrada en los límites del parque natural de Cabo de Gata-Níjar, uno se topa de golpe con los 20 pisos del macrohotel de El Algarrobico. Prácticamente acabado, las obras de este complejo turístico de 411 habitaciones están paradas y aguardan que se cumpla su demolición. Como explica en la playa Minerva Aragón, de la asociación Amigos del Parque Natural, cuando rebobina la película del último año no acaba de creerse lo ocurrido: el anuncio el 10 de mayo de su compra y derribo por la Junta de Andalucía, el expediente de Bruselas, las expropiaciones del Ministerio de Medio Ambiente, la paralización cautelar de las obras por un juzgado de Almería, las primeras lanchas de Greenpeace… "Parece increíble que aún se hagan barbaridades así y se diga que esto es progreso", se enoja un segundo antes de que aparezca en su cara una gran sonrisa. "Milagrosamente, esta vez se ha parado".

Si en lugar de tener que demolerlo bastase con seguir retrocediendo en el tiempo; si comenzase a desaparecer la pintura blanca del hotel, el cemento, los ladrillos…; si las torres de pisos fueran bajando a cámara rápida hasta ras de suelo; si las máquinas excavadoras volvieran a colocar toda la tierra en su sitio y la vegetación rebrotase de nuevo, lo que quedaría sería un imponente paisaje de áridas montañas acariciadas por el mar, solamente alterado por unas pequeñas casas y el asfalto de la carretera de la costa. Un paisaje casi inverosímil en el litoral mediterráneo. "Es la belleza de la nada, la superficie de la luna; una nada aparente que luego encierra una enorme cantidad de especies únicas, algunas de las cuales no existen en otra parte del planeta", explica esta licenciada en ciencias del mar, de 29 años, que piensa que este valioso ecosistema sería visto con mejores ojos en la zona si los propietarios privados de las tierras fueran compensados para que siga así.

En el faro de Mesa Roldán, otro integrante de Amigos del Parque Natural, Mario Sanz, un madrileño de 45 años que hace 15 dejó su bar de copas en la capital para trabajar con las mejores vistas al mar de Carboneras, el anuncio del derribo le lleva a recordar tiempos más duros: "Ahora todo el mundo nos da la razón, pero durante años nadie nos hizo ni caso". Y no acaba de estar satisfecho. "No es justo que tengamos que pagar todos su expropiación por una ilegalidad de unos pocos". A pesar de todo, en el pueblo la mayoría de los vecinos apoya al alcalde. "El hotel es legal", insiste el edil socialista Cristóbal Fernández, que se queja de la falta de terrenos para edificar: "El 75% de Carboneras es parque natural. No tenemos mucho sitio, como prueba que el plan general de ordenación sólo prevé la construcción de 5.000 viviendas en los próximos años, mucho menos que otros municipios de la costa. Los terrenos del hotel, que hubieran supuesto 120 puestos de trabajo directo y 100 eventuales, eran lo que teníamos para el desarrollo turístico de la ciudad".

06 Bloques en la huerta

Valle de Ricote (Murcia)

El olor de la flor de azahar en primavera, el canto de los pájaros, el sabor de los higos recién cogidos del árbol y, sobre todo, el colorido de la huerta. Éste es el mundo de sensaciones de Silvia Salinas, una murciana enamorada de su tierra: el valle de Ricote. "Esto es calidad de vida; si se destruyese perdería parte de mí misma, de mi identidad", cuenta esta vecina de Archena mientras enseña a su alrededor un paisaje inverosímil: en un valle más propio de África surcado por el río Segura, bajo áridas montañas y cantiles que se deshacen como azucarillos de tierra seca por la erosión, un vergel de naranjos y limoneros en el que se entremezclan altas palmeras y pinos revienta en una explosión de color verde. Es el resultado de la huerta tradicional, un entorno heredado de los árabes, con sus acequias, brazales, norias y unos valores ambientales muy particulares, pues, como detalla Francisco Robledano, profesor de ecología de la Universidad de Murcia, se ha convertido en el hábitat natural de aves como el torcecuello, la oropéndola, el gorrión molinero…; reptiles como el galápago leproso; anfibios…

A la entrada de este singular oasis, en el término municipal de Villanueva del Segura, los árboles frutales y las palmeras entre los montes Cobi y Ope, en el paraje de La Morra, se han metamorfoseado, en el último año, en dos grandes bloques de apartamentos de más de cuatro alturas. "Por sí solos son una monstruosidad, y hemos denunciado su construcción tan cerca del río; pero es que estos dos bloques son los primeros de una urbanización de 10, que duplicará la población del pueblo, y el adelanto de las cerca de 50.000 viviendas previstas en el valle en los próximos años", lamenta Joaquín Pastor, de Ecologistas en Acción Murcia y presidente de la Plataforma en Defensa del Valle de Ricote, organización que se ha apresurado a solicitar que toda la zona sea reconocida como paisaje cultural y que piensa pedir su declaración como patrimonio de la humanidad.

"Si hay que construir, que se construya; pero para que la gente se integre en los pueblos, en el paisaje, no para acabar con todo esto". Un polo morado de marca, gafas de sol, coche potente… Este prejubilado de 55 años no responde al estereotipo de ecologista, pero está resuelto a batallar hasta el final para salvar el que dice que es uno de los últimos espacios sin destruir de la región. Y subraya: "Sólo en mi pueblo, Ulea, que tiene 900 habitantes, el Plan General de Ordenación Urbana prevé edificar 21.000 casas para 64.000 personas. Y todo esto sin dotación alguna de agua".

¿Qué dice el alcalde de Villanueva del Segura, el popular José Luis López Ayala? "En la urbanización La Morra se ha hecho nada más y nada menos lo que legalmente es posible dentro de los parámetros de ordenación del territorio. Esta región y este valle también tienen derecho a su desarrollo". Para el regidor murciano, "ahí sólo había huertas abandonadas y secas; además, también existía una loma que se ha desmontado, y ahora es verdaderamente cuando se puede ver el valle; esa loma impedía apreciar estas vistas".

07 La cascada con grifo

Río Xallas. Municipio de Ézaro (A Coruña)

En un agua en el que se abrazan mar y río, el viejo mariñeiro Bruno Sambade rema con fuerza para llevar su barca contra la corriente. "Cuando estaba en Inglaterra soñaba con este lugar", rememora este gallego de 69 años que trabajó 20 como camarero en aquel país, entre otros muchos oficios. El acompasado chapoteo de los remos al entrar y salir del agua es casi el único sonido que se escucha en este rincón de la costa coruñesa, en el municipio de Ézaro, bajo el monte de O Pindo. Y sin embargo, a los oídos debería llegar un rugido ensordecedor: el de la espectacular caída del Xallas, del que se dice que es el único río de Europa que desemboca en el mar en una cascada. O, más bien, era.

Era en los tiempos en los que Bruno tenía 17 años y venía a trabajar a la primera central hidroeléctrica que se hizo en este salto de agua. Porque, tras una primera mordaza en 1966, con la construcción de una enorme presa aguas arriba, en 1988 se levantó una nueva de la empresa Ferroatlántica, la de Santa Uxía, que resultó definitiva. La cascada enmudeció. Por la piedra donde antes caía en avalancha el agua enloquecida, hoy no corre ni un pequeño hilillo. En su lugar, enormes tuberías conducen parte del caudal por la falda de la montaña hasta las turbinas de la central y luego lo sueltan dentro de la ría, ya amansado.

"Era tan bonita… Fue una lástima que la cortaran", se apena Marisol Rodríguez Sambade, peluquera y tabernera de Ézaro, de 58 años, que con sólo nueve venía a la cascada todos los lunes para lavar la ropa y dejarla que se secase junto a la ría. "Ahora la abren los domingos en verano, pero es un engañabobos, la gente se lleva una gran desilusión". Así ocurre una hora a media mañana, todos los sábados y domingos, desde el 21 de junio al 21 de septiembre, después que en 2000 la presión popular obligase a abrir un poco la presa para los turistas, una concesión que el ex presidente de la Xunta de Galicia Manuel Fraga no desaprovechó para ir a inaugurar la cascada. Paradójicamente, el río no entiende de actos oficiales ni de horarios, sobre todo en verano, cuando fallan ya las fuerzas, y ocurre que este paisaje perdido sí vuelve a verse en algunas ocasiones, pero de improviso, cuando las lluvias le devuelven la furia de antaño y no queda más remedio que abrir las compuertas del embalse para dejarlo escapar.

El caso del Xallas se ha convertido en un símbolo en Galicia del movimiento a favor de los ríos. Llevados por esta corriente, 15.000 firmas de gallegos avalaron una iniciativa legislativa popular en defensa de su conservación para que fuese debatida en el Parlamento autónomo. "Aunque son nuestro patrimonio, casi todos están aprisionados por 36 grandes presas y cerca de un centenar de minicentrales; sólo hay un río gallego de tamaño mediano, el Sor, que corra libre", destaca Xoán Louzao, del grupo ecologista Adega y de la Coordinadora por la Defensa de los Ríos, que aclara que en febrero la Cámara gallega admitió a trámite la iniciativa.

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Patxi muestra este polémico embalse de Navarra que comenzó a llenarse hace tres añosJOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ

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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.

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