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Reportaje:

Con las viñas en el despacho

Miguel Canalejo, ex presidente de Alcatel, crea un proyecto enológico en Navarra

Miguel Ángel García Vega

Miguel Canalejo Larráinzar es uno de los financieros más conocidos. Así lo atestigua un currículo que evidencia que ha sido presidente de Alcatel durante más de 15 años y que ahora es consejero de Telefónica Móviles, Unión Fenosa, Azcoyen y SKF Española. Quienes le conocen saben que está más acostumbrado a vivir en el aire, de avión en avión, que sobre la tierra. Tal vez esa añoranza de lo firme explique que se haya lanzado a crear un proyecto enológico en la tierra de sus orígenes: Ayegui (Navarra).

Es cierto que ahora el viñedo está produciendo una atracción irresistible entre todo tipo de profesionales: empresarios, cantantes, presentadores, deportistas, políticos... En verdad, muchos parecen que han encontrado en el cultivo de la vid una nueva forma de entender la vida; sin embargo, en el caso de Canalejo, la pasión por el vino no es algo sobrevenido: ya se vivía en la familia desde hace más de 160 años. Como al él le gusta decir: "Lo mío es el antipelotazo".

Como profesional curtido en el mundo tecnológico, Canalejo confía en Internet para dar salida al 10% de las ventas

A la sombra de Montejurra, en plena ruta del Camino de Santiago, y no muy lejos del monasterio de Irache -una joya arquitectónica del siglo XVI, que dentro de poco se convertirá en Parador Nacional de Turismo-, la familia Larráinzar está creando una bodega. Y lo está haciendo sobre una finca de 300 hectáreas que poseen desde hace más de seis generaciones. De hecho, el negocio de la uva no les resulta ajeno.

En 1929, uno de sus vinos ganó el Gran Premio de la Exposición Internacional de Barcelona. Aunque años después, mediados los setenta, ante los escasos rendimientos que proporcionaba esta actividad, hubo que sustituirla por la plantación de cereales. Pero en los tiempos actuales, en los que tener viñedos y sus derechos de plantación se cotizan muy caros, el vino ha vuelto a llamar a la puerta de los Larráinzar. Y lo ha hecho de una forma sonora.

Se arrancaron las vides -muchas de ellas anteriores a la terrible plaga de la filoxera-, se plantaron nuevas variedades -tempranillo, cabernet, sauvignon, garnacha y merlot-, se introdujeron mejoras técnicas -como la conducción en espaldera y un sistema complejo de irrigación con tuberías enterradas- y se contrató a asesores como Ignacio de Miguel -bien conocido en el sector por su trabajo en otras bodegas: Martúe, Villagarcía o Dehesa del Carrizal-. ¿El objetivo? Lanzar este verano su primer vino bajo la marca Pago de Larráinzar.

Esta cosecha inicial producirá unas 18.000 botellas (a un precio de entre 20 y 30 euros), que se transformarán en 30.000 en 2007. El propósito es llegar en cinco ejercicios a las 100.000 unidades, momento en el que el proyecto comenzará a ser rentable.

También está prevista la elaboración de un segundo caldo de categoría, Super Premium, que será embotellado sólo en aquellos años en los que la calidad de la uva lo haga posible. Para ello se apoyan en 35 hectáreas de viñedo, de las que 15 están ya plantadas, lo que significa que hay un margen de diez para crecer.

La bodega, de la que saldrán estos vinos, está situada en una parcela de 10.000 metros cuadrados, y ha sido proyectada por el arquitecto Fernando Redón, ganador en 2004 del Premio Príncipe Viana de las Artes. El proyecto se basa en un sistema de módulos que facilita futuras ampliaciones. La bodega, presupuestada en tres millones de euros, cuenta con cuatro naves de 260 metros cuadrados. La primera, de recepción de uva y salida de producto; otra de elaboración, un edificio de oficinas, un centro social y una nave de barricas. Las barricas, tanto nuevas como usadas, son de roble francés. Las usadas se las compran a Vega Sicilia. No en vano, Larráinzar es uno de esos pocos afortunados que están dentro del celebérrimo cupo (recibe vino anualmente) de la bodega vallisoletana.

Turismo, catas y tecnología

Pero, por encima de la bodega, lo que más sorprende empresarialmente dentro de este proyecto es la apuesta por otras iniciativas paralelas. "Queremos ser un referente en el enoturismo potenciando las visitas a la bodega junto a otras actividades", confirma Miguel Canalejo. Dentro de "esas otras actividades", además de algunas tradicionales, como las catas o la celebración de comidas, cuentan con un viñedo experimental de 0,5 hectáreas en el que se desarrollarán todos los procesos de I+D de la viticultura y que estará abierto, bajo un horario concreto, al público.

El otro punto de apoyo es Internet. Como profesional curtido en el mundo tecnológico, Canalejo confía en este medio para dar salida al 10% de las ventas. El resto se hará a través de distribuidores muy seleccionados, dice.

Miguel Canalejo, en su bodega.
Miguel Canalejo, en su bodega.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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