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Reportaje:

1956, una fecha todavía presente

La primera revuelta contra el dominio de Moscú sigue marcando la vida política húngara

Guillermo Altares

Hungría es el país de la antigua Europa comunista donde el pasado tiene más peso, casi siempre como arma arrojadiz.

Los húngaros creen, y no les falta razón, que la Revolución de 1956 es una fecha crucial. Primero, porque representó la primera gran revuelta popular contra Moscú y, segundo, porque 33 años después de su aplastamiento por los soviéticos, el homenaje al asesinado primer ministro Imre Nagy, en junio de 1989, fue el punto de partida de acontecimientos que acabaron con la caída del muro de Berlín.

"Es un asunto crucial para nosotros, porque la Revolución de 1956 legitima la democracia en Hungría", asegura Maria Schmidt, antigua asesora del ex primer ministro conservador Viktor Orban y directora del museo más polémico de Budapest, la Casa del Terror, dedicado a los crímenes del régimen títere de los nazis y a los del comunismo. "Claro que no", responde Schmidt cuando es preguntada por e-mail sobre si se ha hecho justicia histórica. "Incluso ahora, más de una década después del cambio de régimen, muchos puestos relevantes están ocupados por miembros de la antigua nomenclatura", señala.

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El primer ministro húngaro, el socialdemócrata Ferenc Gyurcsany, fue reelegido en abril de 2006. El partido socialista, heredero de los comunistas, logró una inesperada victoria electoral en 2002, y desde entonces la vida política húngara ha estado marcada por la crispación, con la represión que siguió a la Revolución de 1956 como telón de fondo.

"Lo que ocurrió en 1956 es una referencia muy importante, más en la política que en la vida cotidiana de la gente", explica un joven periodista húngaro independiente. "La derecha piensa, y bastantes veces lo dice, que los Gobiernos de izquierdas son herederos de los comunistas que acabaron con la Revolución de 1956. Aunque el nuevo Gobierno socialista ya no tiene nada que ver, porque son muy jóvenes, la estigmatización sigue existiendo", agrega.

Ferenc Gyurcsany nació en 1961 y fue dirigente de las juventudes comunistas en los años ochenta, muy lejos de los años de plomo de la brutal represión estalinista que siguió a la Revolución de 1956. Sin embargo, su antigua militancia es algo que la derecha, empezando por la propia Schmidt, no para de reprocharle.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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