Siniestra telaraña
En la siniestra telaraña de aeropuertos y centros de detención tejida por la CIA para capturar, trasladar, retener ilegalmente y, en algunos casos, torturar a supuestos terroristas han participado 14 países europeos, según el informe de Dick Marty para la Asamblea General del Consejo de Europa, el organismo encargado de velar por los derechos humanos. El propio relator suizo ha reconocido que no dispone aún de "pruebas en el sentido clásico" de que hubiera centros de detenciones en Europa, concretamente en Polonia y Rumania, pero sí de "numerosos elementos, coherentes y convergentes". Hemos entrado en una peligrosa época de sospecha.
Esta falta de solidez del informe ha permitido que la mayoría de los Gobiernos de los países implicados hayan rechazado de plano las acusaciones. Sin embargo, tendrán que hacer frente a ellas. Coinciden con las investigaciones en curso desde el Parlamento Europeo o de varias ONG. Y algunas están llegando a los tribunales.
El informe establece varias categorías de Estados cómplices: Rumania y Polonia, donde el informe asegura que hubo centros de detención ilegal; los que "en grado directo y no definido de forma definitiva" participaron con la CIA en estas actividades (Alemania, Bosnia-Herzegovina, Italia, Macedonia, Reino Unido, Suecia y Turquía), a los que se añaden España y Chipre, que sirvieron, con los anteriores, de "plataforma" y permitieron o no investigaron estos vuelos; y otros en que se hicieron "escalas" (Grecia e Irlanda y varios de los citados). Hay países no europeos involucrados, como Egipto, Marruecos, Argelia, Georgia y Jordania.
Exteriores desmintió ayer "de forma tajante" que España hubiera participado de forma activa ni pasiva en estas operaciones. Pero cabe esperar una información más amplia que la dada hasta ahora a remolque de los datos que han ido saliendo, y que afectan tanto a los Gobiernos de Aznar como a Zapatero. Queda claro que si no sabían es porque prefirieron no comprobarlo.
La intimidad estratégica, la confianza en el aliado, la red de intereses o la no intromisión para no agravar las relaciones con Washington tras haber criticado la guerra de Irak pueden ser parte de la explicación de lo sucedido. Pero, con ello, estos países y sus Gobiernos, y por extensión el conjunto de Europa, no sólo pueden haber sido cómplices de actos criminales, sino que han perdido credibilidad en la defensa de los derechos humanos, socavada por estos vuelos. Europa se ha hecho cómplice de EE UU en este ultraje.
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