Pesadilla en la tierra de las flores
Cuando el proyecto de Ley de la Memoria Histórica puede ser enviado a las Cortes para regular medidas que reconozcan a las víctimas, de toda índole, de la Guerra Civil y del régimen franquista, y a la vez que el Congreso de los Diputados declara 2006 como Año de la Memoria Histórica, el gobierno municipal de la señora Rita Barberá construye nichos sobre las fosas comunes de los cementerios de Valencia. Llama la atención la coincidencia. En los sitios allanados de los cementerios General y Civil de Valencia reposaban los restos de muchas víctimas del franquismo y de otros disidentes políticos y religiosos de la historia española. Y cuando la oposición ha solicitado la paralización de estas obras, los representantes del Ayuntamiento de Valencia le han acusado de ser pasto de un rencor no superado.
Muchos de estos muertos de Valencia fueron sacrificados por servir a la causa de la República. Entre ellos, se cuentan seres humanos de toda edad, cultura y condición que en el momento de la caída de la entonces capital del Gobierno republicano en manos franquistas no tuvieron la posibilidad de huir, al no arribar en su ayuda las velas blancas de la mar latina que cantara Machado, y fueron brutalmente eliminados, como es sabido por numerosos testimonios y hemos leído en la novela Campo de los almendros, de Max Aub. Junto a ellos, en sucesivas capas, yacen, agrupados todos, como señala el estribillo de La Internacional, tanto resistentes a la dictadura como librepensadores, judíos, masones, laicos, extranjeros y otras minorías disidentes.
En esta "tierra de las flores" se ha instaurado una práctica infame que pretende borrar del presente a los muertos mediante una compulsiva práctica constructora, y sin aviso de ningún género. Yo misma he sido testigo de ello, al comprobar el allanamiento en 2002 de un espacio con decenas de tumbas y una fosa común del Cementerio Civil donde reposan mis abuelos maternos, por voluntad explícita, desde 1970 y 1973, y donde se ha sustituido la lápida con las palabras que los recordaban por una descuidada hierba ondulada por socavones. Desde entonces he intentado en solitario reclamar el regreso de los nombres a este pequeño espacio y la respuesta ha sido que toda esta tierra a la que aludo iba a ser removida para la construcción de nichos nuevos.
Tal ha sido el destrozo que en marzo de 2005 el Consell Valenciano de Cultura informó acerca de ese Cementerio Civil mediterráneo, fundado en 1890, en pleno auge del laicismo, como un espacio a conservar. Tanto en la parte de ilustres referencias (entre otros, reposan allí los restos de Blasco Ibáñez, Constante Llombart, Arturo Ballester, Vicente Marco Miranda, Félix Azzati y Alfredo Calderón) como en la histórica (la viuda de Pablo Iglesias, Amparo Meliá, o la fosa común en la que aguardan laicos, librepensadores, masones, extranjeros, judíos y creyentes diversos) apenas quedaban ya rastros.
A pesar de esto, y de las demandas de la oposición municipal y del Forum per la Memoria del País Valencia, el equipo de Barberá se ha negado sistemáticamente a paralizar las obras iniciadas. Días atrás, una denuncia del Forum ante un juzgado de lo contencioso-administrativo culminó con un auto que amparó dos cuadrantes de una de las fosas en las que la maquinaria había comenzado a "aplanar" la tierra para la construcción de nichos. Según el fiscal, "razones peculiares de sensibilidad y emotividad con respecto a las víctimas difícilmente serían reparables si el lugar queda tapado".
Pero sólo ha sido un corto respiro. A las pocas horas, el traslado hasta una cantera de Sagunto de toneladas de tierra procedente de la parte no amparada de la fosa séptima -tierra mezclada con restos de cadáveres, objetos funerarios y sudarios-, provocó unas imágenes más propias de una orgía macabra en un país sin ley que de un Estado de derecho en una tierra culta, y produjo más ira y más dolor entre los descendientes de los muertos y entre muchos valencianos. Ni siquiera la excusa posterior de la alcaldesa culpando del error al contratista ha consolado a personas como yo, que esperaba que alguien de mi generación como es Rita Barberá mostrara noblemente esa conciencia desdoblada que cualquiera debe tener para hacer de intermediaria en el rescate del secreto de la historia, un secreto que estaba fragmentado entre mentiras, palabras y silencios. Muchos deseábamos que ella pudiera dejar decir a alguien, en su ciudad, que un día aquí y a alguien se le había infligido un dolor. Incluso algo menos solemne: hacer del otro un sujeto convivencial, integrable en la memoria de la ciudad. No ha sido así. La alcaldesa sigue empeñada en que no tiene nada más que decir.
Pero la memoria aflora con una lógica invisible. Y han sido las imágenes de la cantera de Sagunto las que han creado nueva alarma social y han motivado que se presenten, ahora ante los tribunales penales, nuevas denuncias por supuestos delitos sobre profanación y falta de respeto a la memoria de los muertos, por daño al patrimonio histórico, allanamiento al Cementerio Civil, etcétera.
¿Habrá que pelear en Valencia por la memoria histórica centímetro a centímetro? Mientras la concejalía de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Valencia convoca para el próximo año el I Congreso Europeo de Cementerios, los muertos de la memoria histórica valenciana tienen que sufrir el hecho afrentoso que tapa sus bocas y elimina sus nombres.
Fanny Rubio es escritora.
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