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La batalla europea por la energía / y 2

Moscú convierte Gazprom en una poderosa herramienta política

El consorcio estatal ruso es la mayor empresa de gas del mundo

Pilar Bonet

El consorcio Gazprom, la mayor empresa de gas del mundo, se ha convertido en instrumento privilegiado de la nueva política exterior del Kremlin, basada en la energía. Mediante compras y participaciones, Gazprom quiere alcanzar una posición dominante en el mercado europeo y llegar al consumidor local, en Italia o en el Reino Unido, a ser posible sin intermediarios.

El gigante, que se formó en 1989 a partir del Ministerio de la Industria de Gas de la Unión Soviética, adquirió su forma actual en sucesivas remodelaciones en los años noventa. Pero las acciones de la compañía sólo se liberalizaron en 2005, después de que el Estado ruso recuperara el paquete de control sobre el consorcio, que emplea a más de 300.000 personas.

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Gazprom, al que los sectores reformistas acusan de una gestión despilfarradora (compras sin concursos y extraños intermediarios), está dirigido por oriundos de San Petersburgo, que trabajaron allí con el actual presidente de Rusia, Vladímir Putin, como Dmitri Medvédev, vicejefe del Gobierno, que preside la junta directiva de la compañía, y Alexéi Miller, director ejecutivo de la misma.

Miller trabajó con Putin en la alcaldía y fue su hombre de confianza cuando el actual presidente estaba a cargo de las relaciones económicas internacionales en el consistorio de la segunda ciudad de Rusia.

Las biografías de muchos ejecutivos de Gazprom se cruzaron y discurrieron conjuntamente en San Petersburgo. En su dirección ejecutiva hay nueve oriundos de la ciudad, de un total de 17 miembros, que en varios casos indican su paso por el KGB.

Gazprom vende sobre todo gas procedente de campos del norte de Siberia occidental, que han comenzado a declinar. Es monopolista en la exportación del gas ruso, a la que no tienen acceso decenas de pequeñas compañías que se ven obligadas a actuar en el mercado interior. El consorcio actúa además como intermediario prácticamente exclusivo de los suministros del gas de Asia central a Europa.

Socios occidentales

Para la explotación de nuevos recursos, en el Ártico o Siberia Oriental, la empresa busca socios occidentales. Pero a cambio de dejarles entrar en el país, además de inversiones, quiere paquetes de acciones en los mercados internacionales. Con ese criterio, Gazprom ha elegido los finalistas para explotar los gigantescos yacimientos de Shtokman, a 560 kilómetros al norte de la costa del Ártico, en el mar de Barents, para producir gas licuado para EE UU.

Este país y China son las alternativas con las que Gazprom amenaza a una Europa preocupada por la dependencia y los reflejos monopolistas de Moscú. Pero desarrollarlas llevará tiempo.

Evitar la dependencia del transporte de los países de tránsito (sobre todo de Ucrania) es clave en la estrategia de la compañía, cuyo proyecto estrella es el Gasoducto del Norte de Europa (GNE), de más de 1.200 kilómetros, que, con la participación de Basf y E.ON, unirá la red europea y Alemania con la red rusa directamente desde 2010. Al mismo criterio responde el gasoducto Corriente Azul, de 1.213 kilómetros, que desde 2005 une a Rusia con Turquía por el fondo del mar Negro, construido con la participación de la italiana ENI.

Poseedor del 16% de las reservas mundiales de gas y del 60% de las reservas rusas, Gazprom tiene la mayor red de gasoductos de la tierra (150.000 kilómetros con una capacidad de 580.000 millones de metros cúbicos). Por capitalización, que superó los 305.900 millones de dólares en mayo, se sitúa tras Exxon Mobil y General Electric. Los intereses de Gazprom van desde la agricultura a los medios de comunicación, y la compañía sigue comprando periódicos pese a las declaradas intenciones de vender el imperio de la información, heredado del magnate Vladímir Gusinski, hoy exiliado.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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