Villepin reta a la Sorbona
El primer ministro quiere acercar la Universidad al mercado de trabajo
Unos 200 irreductibles, mantenidos a raya por los antidisturbios, esperaban ayer al primer ministro francés, Dominique de Villepin, en la Universidad de la Sorbona, en París. Pese a los abucheos, el jefe del Gobierno, con varios ministros y el presidente de la Asamblea Nacional (Cámara baja), ni les miró al entrar en el mismo anfiteatro donde el pasado 8 de marzo un primer grupo de estudiantes inició la rebelión contra su tímida reforma laboral, el contrato de primer empleo (CPE), que precarizaba el trabajo de los jóvenes.
Derrotado por sindicatos y estudiantes, obligado a retirar el CPE, Villepin intenta recuperar el aliento político. Ayer presentaba en la Sorbona un debate sobre la relación entre universidad y empleo. Según sus palabras, se trata de buscar "un nuevo pacto entre la universidad y los franceses" y "redefinir juntos la misión de la universidad y hacer de ella un lugar de saber y un camino hacia el empleo". En la sala, desafiantes en primera fila, dos de los líderes estudiantiles que han dirigido la victoriosa batalla contra el CPE: Bruno Julliard, presidente de la universitaria Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), y Julie Coudry, presidenta de la Confederación Estudiante de alumnos de instituto.
El primer ministro anuncia que las becas se prorrogarán tres meses después de terminar los estudios
Villepin trajo un par de regalos: los universitarios podrán beneficiarse de sus becas por tres meses después de terminar los estudios, para "facilitar su inserción en el mercado", y apuntó la creación de un paquete de ayudas económicas para los universitarios que acepten ejercer de tutores de los estudiantes de institutos de barrios difíciles y deseen llevar a cabo estudios superiores. A la salida fue de nuevo abucheado, pero los CRS mantuvieron alejados a los manifestantes.
El viejo templo del saber del barrio Latino abrió sus puertas el lunes, tras permanecer cerrado desde el 10 de marzo, cuando la policía echó a sus ocupantes. Se había convertido en el símbolo de la revuelta que sacó a la calle, una y otra vez, a millones de ciudadanos hasta forzar al presidente Jacques Chirac a retirar el CPE e infligir una sonora derrota al primer ministro. La mañana de ayer fue tranquila.
Las furgonetas de los CRS ocupaban las calles adyacentes y había muchos agentes. Para poder acceder, los estudiantes debían presentar sus carnés. El presidente de la Sorbona, Jean-Robert Pitte, era optimista. "Todas las puertas están abiertas y los cursos se han recuperado en un ambiente sereno de trabajo", dijo. Reparar los daños de la ocupación, recordó, ha costado más de medio millón de euros a la Sorbona. El Gobierno, tal vez como castigo, ha optado por no hacerse cargo de la factura.
Por la tarde regresó la revuelta. Los 200 irreductibles, dispuestos a seguir la lucha, esta vez para acabar con la totalidad de la ley que incluía el CPE, volvieron a ocupar la universidad. Fue breve. Hacia las 20.30, cuando ya no quedaban más de medio centenar y sobre París caía un chaparrón, fueron desalojados por la policía sin resistencia. En la calle duraron poco bajo al aguacero.
Les dio tiempo a romper de nuevo una decena de escaparates en Les Halles y en Sebastopol. Varios bancos sufrieron las iras de este núcleo duro, que consideraba una "provocación" la visita del primer ministro, y también el escaparate del semanario satírico Charlie-Hebdo, que publicó recientemente las polémicas caricaturas de Mahoma, saltó hecho añicos. Pero la mayoría de estudiantes están ya bajo el efecto determinante de la inminencia de los exámenes.
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