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Entrevista:Ian Gibson | Hispanista

"Machado era un libro abierto en sus versos"

Jesús Ruiz Mantilla

El entusiasmo de Ian Gibson (Dublín, 1939) por sus cosas es tal que ha contagiado a su nieto de seis años. "Ayer me llamó y me dijo: 'Abuelo, he empezado a leer tu libro". Probablemente no alcance el final ahora, pero dentro de unos años, lo retomará por alguna página y llegará hasta las 760 que componen su monumental biografía Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado (Aguilar), una obra a la altura de sus otras piezas de referencia sobre García Lorca y Dalí, que le ha costado seis años de trabajo. Para este hispanista irlandés con nacionalidad española, su libro sobre uno de los poetas españoles más simbólicos llega en el momento justo, entre polémicas sobre la Segunda República y empecinamientos de la Iglesia como ese ataque al primer matrimonio gay del PP: "Ni hecho a propósito. Pero éste es precisamente un libro que reivindica una España comprometida con la libertad y alejada del oscurantismo", asegura.

"Es grave la falta de biografías en España. Tenemos que saber quiénes son los personajes que nos definen"
"Los nacionalismos y los fanatismos van a acabar con nosotros. ¡Son una locura en torno a una hipótesis!"
"Machado siempre espera la mujer hospitalaria, la que le busque a él. En el caso de Pilar de Valderrama, fue así"
"He hecho varias veces el último viaje de Machado a la frontera con Francia. Fue un éxodo bíblico"
"Machado, al fin y al cabo, era un cristiano sin Dios y reivindicaba a Cristo como alguien fraternal"
"Era bella, enigmática, católica y casada, pero su marido la engañaba y fue a buscar refugio en Machado, aunque jamás llegó a ser suya"
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La fuente de Guiomar está en La Moncloa

Pregunta. Dicen que lloró cuando vio por primera vez su nuevo libro.

Respuesta. Sí, es verdad. Produce mucha emoción ver seis años de trabajo así, hermosamente impreso. Creía que no iba a llegar y cuando mi hijo Dominic entró en el café Barbieri con el libro, se me saltaron las lágrimas. Si vas a citar a mi hijo, no lo pongas con q al final, ponlo acabado en ic, por favor.

P. Mande.

R. Es la versión irlandesa católica. Él nació en Belfast y yo soy de una familia metodista con una educación que aún hoy me sigue jodiendo. Cuando le puse a mi hijo un nombre considerado allí católico nos miraban mal en las tiendas protestantes porque creían que había servido al enemigo. Hasta ese punto pueden llegar este tipo de chorradas. Los nacionalismos y los fanatismos religiosos van a acabar con nosotros. ¡Son una locura en torno a una hipótesis! Cuando yo era niño querían que fuese pastor protestante y yo me veía solo, caminando por un pasillo solo toda mi vida. Fue horrible. Para mí, ésa era la imagen del infierno.

P. Muy machadiano.

R. Yo, como él, creo en un nuevo humanismo en el que la religión pase al ámbito privado. Él, al fin y al cabo era un cristiano sin Dios y reivindicaba a Cristo como alguien fraternal para relacionarse con todo el mundo y no sólo con tu familia, como propone el Dios del antiguo testamento.

P. Además, ser biógrafo es algo muy cristiano, al fin y al cabo le das tu vida a los demás.

R. Es la primera vez que alguien me lo enfoca de esa manera. Pero tiene algo de verdad.

P. Y los personajes que ha elegido, desde Lorca y Machado a Cela y Dalí, ¿no tienen algo de dioses y de demonios?

R. Cela fue una sugerencia de la editorial, que acepté pero al que no le dediqué mucho tiempo. Para mí, Cela, el hombre que supo ganar es una aproximación al personaje. Además, no me caía bien y no quería dedicarle tanto tiempo como he dedicado a Lorca, a Dalí y a Machado. Pero yo me identifico más con los marginados, con los personajes que han sufrido.

P. Y Machado sufrió de lo lindo.

R. Se siente siempre perdedor. Desde el principio canta lo que pierde. Su paraíso a los cuatro años, el Palacio de las Dueñas, al que debe esos versos: "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla...". Es así, yo he estado dentro y es el paraíso terrenal bíblico, el huerto cerrado. También pierde un amor de infancia, todos sabemos que un niño pequeño puede enamorarse y él lo estuvo de alguien, quizá una muchacha del servicio que le provoca lo que él llama "mi vieja angustia". Pero está ahí, en sus poemas y sé que me van a criticar por analizarlos de forma autobiográfica, pero es que Machado es un libro abierto. Soledades, si sabes leerlo, es una obra confesional.

P. Aparte, ésta es una biografía que le ha hecho andar.

R. El camino es un símbolo fundamental en la obra de Machado. Para mí también lo ha sido y lo he hecho para que el lector, además de entrar en sus poemas, camine, que la gente vaya al cementerio civil de Madrid, no sólo a ver la tumba del abuelo de Machado, sino la de Salmerón, la de Pablo Iglesias, Pío Baroja, la Pasionaria, los rojos y los masones, la otra España. Que vayan a la Institución Libre de Enseñanza, a la Residencia de Estudiantes; a Soria, a sus campos, sus montes y sus bosques, porque Machado era un ecologista; a Segovia y a Collioure, en su último viaje.

P. Trabajo a pie de campo, como hacía su maestro Gerald Brenan, a quien dedica usted el comienzo de su libro sobre el asesinato de García Lorca. ¿Aprendió mucho de él?

R. Era un autodidacta. Estos días he pensado mucho en él. La metáfora de su título El laberinto español, ¡qué acierto! Porque no hay Dios que comprenda el siglo XIX español y cuando estalló la Guerra Civil, él quiso conocer las causas. Y lo hace como un detective. Brenan es eso, un detective de la cultura y la vida y cada libro suyo es una exploración y un descubrimiento, como sus biografías sobre San Juan de la Cruz, que le criticaban por falta de rigor, pero que estaban tan bien escritas y eso es lo importante, que alguien nos abra la puerta.

P. Hay que agradecerle también esa casta de biógrafo. ¿Por qué no la tenemos en España como en otros países?

R. Brenan protesta mucho y se queja de la falta de biografías. No había de Valle-Inclán, ni de Unamuno. ¿Por qué? Por esa discontinuidad en la historia, por falta de medios, por el pudor de las familias a revelar datos que les incomodan. Las biografías cuestan muchísimo. Ésta no, porque Machado sólo viajó a París fuera de España. Pero en el caso de Dalí tuve que encontrar financiación de editores en Nueva York, Londres y España. Con Lorca ya me llevé una desilusión, nadie estaba dispuesto a embarcarse en el proyecto, así que lo hacía por las noches, a ratos robados. En España las biografías podrían hacerlas los catedráticos, que tienen su secretaria, su teléfono gratis, sus vacaciones pagadas, aunque a muchos les falte el talento. Es grave esta falta. Tenemos que saber quiénes son estos personajes porque ellos nos definen.

P. ¿Machado era un hombre triste?

R. Sí, pero también capaz de hacer reír, irónico. Podría haber sido un gran humorista, lo que es compatible con ser triste. Tenía un problema con su hermano, Manuel. Poeta, también, pero auténtico seductor Mañara y Bradomín. Antonio, en cambio, era tímido.

P. Muy enamoradizo también. Fiel a sus dos grandes pasiones, Leonor y Guiomar, de las que no se sabe gran cosa.

R. De Leonor, muy poco. Y es duro reconocerlo para mí, como biógrafo. Es muy decepcionante y para él una tragedia, como escribe Machado a la madre de Leonor: "Fulminada mi felicidad en París". El retrato de Leonor está en sus poemas como un canto, porque él es un poeta elegiaco, pero detrás de eso había una realidad. La de una niña que él conoce con 13 años y que se casa con él a los 15, cuando el poeta tenía 34. Para ella es una figura paternal, sustituye al que tuvo, que al parecer era un guardia civil jubilado y borracho que las pegaba mientras que Machado representa el contrapunto, el poeta tierno, famoso, que la trata con afecto.

P. Guiomar fue lo contrario, pero con un mismo destino trágico.

R. Machado siempre espera la mujer hospitalaria, la que le busque a él. En el caso de esta mujer, Pilar de Valderrama, fue así. Ella era una mujer bella, enigmática, católica y casada, pero su marido la engañaba y fue a buscar refugio en Machado, aunque jamás llegó a ser suya. De ella sabemos algo más porque se conservan 40 de las 240 cartas que Machado le escribió. Están en la Biblioteca Nacional porque las donaron sus hijas y ha ocurrido algo milagroso, que los trozos que ella borró con algún producto químico han vuelto a aparecer con los años y son pasajes fascinantes, en los que él confiesa lo terrible que es haberla encontrado y no poder poseerla.

P. Otra frustración, como su esperanza en España, destrozada. ¿Cómo fue su último viaje?

R. Lo he hecho varias veces. Es el éxodo bíblico. Salió de Barcelona hacia la frontera en un camino atestado de gente que huía. En Collioure hay muy mala conciencia con el trato que se les dio a los republicanos. Él llegó allí con su madre, que tenía 85 años, su hermano José y su esposa, y van a caer al hoy famoso hotel Bugnol Quintana, donde les ayudan. Pero el camino ha sido duro, lo han hecho bajo la lluvia y aunque no hay síntomas, porque tenía planes hasta de ir a la URSS, cae enfermo y muere.

P. ¿Sin luchar?

R. Muere cuando su madre está muy enferma y ella fallece días después. Son tremendos los poemas que guardaba en su gabardina. La frase del Hamlet que le obsesionó siempre, "To be or not to be", un verso alejandrino: "Estos días azules, este sol de la infancia" y otros dedicados a Guiomar. Probablemente, había abandonado toda esperanza. Sabía que todo había terminado.

Ian Gibson, fotografiado en los jardines del complejo de La Moncloa.
Ian Gibson, fotografiado en los jardines del complejo de La Moncloa.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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