Buscadores de especies
Hace unas semanas saltaba al mundo el descubrimiento de un paraíso de nuevas especies en una isla indonesia. Aquí en España, las sorpresas también son frecuentes; cada año se describen para la ciencia unos 200 nuevos animales. Así trabajan cinco de los más interesantes buscadores de especies.
Un cuerpo dividido en tres, una coraza de protección, seis patas, dos pares de alas y un aparato bucal masticador. A los ojos humanos, éste es el perfil tipo de la forma de vida dominante en España y en todo el planeta: un escarabajo. Si se pudiese amontonar toda la vida que bulle en el país en una gran pirámide ordenada por la variedad de los grupos biológicos, en la punta estarían las algas, con unas 1.000 especies distintas; los musgos, con 1.012, y los líquenes, con 2.200. Luego vendrían las plantas, que suman más de 8.000 variedades, y a continuación los hongos, con cerca de 30.000. Más abajo se colocarían los animales, con más de 68.000 especies, siendo la mayor parte del espacio ocupado por los más de 50.000 insectos, y en concreto, los coleópteros o escarabajos. Ellos formarían en apariencia la base de la pirámide, aunque todavía faltaría por situar otro insólito grupo de organismos unicelulares imposible de ver a simple vista, como las bacterias, del que se ignora su verdadera magnitud. En un simple gramo de suelo de hayedo pueden contabilizarse entre 4.000 y 5.000 tipos de bacterias.
En el 'secarral' de Los Monegros, Javier Blasco ha hallado 200 nuevos insectos que emparentan esta zona con Asia
Aurelio Martín lleva seis años buscando un lagarto en La Palma. Ángel Guerra persigue al calamar gigante desde hace 30
Éstas son las cuentas de la rica diversidad biológica en el país. Sin embargo, los científicos están todavía muy lejos de conocer todas estas formas de vida. Mientras crece la alarma por la peor extinción masiva que sufre el planeta desde el fin de los dinosaurios, lo cierto es que casi todas estas cifras no son sino meras estimaciones, y muchas de las especies pueden esfumarse antes incluso de ser descubiertas. En contra de lo que se piensa, en el territorio español la gran mayoría de la biodiversidad está todavía por inventariar y aún quedan vastas áreas vírgenes por explorar. Allí es donde se adentran los buscadores de especies tras lo desconocido.
01 Javier Blasco: los insectos del maestro.
Fue con ayuda del electricista de su pueblo, Pina de Ebro (Zaragoza), con la que Javier Blasco comenzó a fabricar trampas luminosas para insectos nocturnos. Este hombretón se lanzó así a la caza de pequeños invertebrados en Los Monegros con los artificios que copiaba de los libros simplemente para poder hablar de ellos a sus alumnos del colegio. Sin embargo, lo que empezó como una afición se convirtió en un caso tan insólito como algunos de los especímenes ensartados por alfileres en sus colecciones. Desde 1987, este profesor de inglés, de 50 años, sin conocimientos académicos de biología, ha propiciado el descubrimiento en este semidesierto de unas 200 especies nuevas para la ciencia, la última de ellas hace sólo unas semanas: Anthaxia blascoi, un escarabajo que lleva su apellido. "Ahora ya nadie habla de Los Monegros como un secarral carente de vida", se enorgullece el aragonés.
Con las piezas cobradas en sus cacerías, Blasco se pasaba horas escudriñando cada ejemplar bajo la lupa y comparándolo con los dibujos de los libros. Y cuando sus ojos cansados lograban clasificar alguno, recurría a su perfecto inglés para escribir a cada especialista mundial del género y proponerle un trato poco usual: "Si examinaba las muestras, yo le cedía la propiedad del material y del descubrimiento". El siguiente paso requería recolectar muchas cajas y realizar una visita fugaz al practicante del pueblo para arramblar con los botes vacíos de los medicamentos. Cumplido esto, Blasco se presentaba en la oficina de Correos de Pina de Ebro con unos misteriosos paquetes en los cuales figuraban direcciones de medio mundo: Alemania, Estados Unidos, Japón, Kenia
Hace tres años, Blasco acudió a la oficina de Correos para realizar el último envío: un bote marcado con el número 12.320. Aun así, todavía se siguen anunciando de vez en cuando nuevas especies de Los Monegros en alguna parte del mundo. La mayor sorpresa llegó cuando se identificaron especies que sólo se conocían en Asia, lo que ha llevado a deducir que el secarral aragonés es en realidad el último reducto del paisaje que conectó hace cinco millones de años los dos continentes.
02 Santiago Castroviejo: un atlas de 8.000 plantas.
En su despacho del Jardín Botánico de Madrid, Santiago Castroviejo muestra un delicado pergamino amarillento con una planta seca de tallos alargados y una anotación escrita a mano hace dos siglos: "Cyperus humiffussus. Junto a un arroyo a finales de septiembre. Bornos (Cádiz)". Es un pliego de herbario del eminente botánico Simón de Rojas Clemente (1777-1827) en el que daba a conocer una nueva especie. No obstante, al mismo pergamino va unida una tarjeta, incorporada 150 años después, en la que Carlos Vicioso discrepa e identifica la planta como la rara C. globosus. Como experto del género, a Castroviejo le ha tocado mediar en la disputa y, tras examinar de nuevo el ejemplar con las tecnologías actuales, su veredicto ha sido que no se trata ni de una ni de otra, sino de C. fuscus. Dos siglos después de nacer para la ciencia, la especie humiffussus desaparece Pero porque nunca existió.
Este botánico gallego, de 59 años, ha dedicado media vida a inventariar y revisar las 8.000 plantas vasculares del país al frente del Proyecto Flora Ibérica. "A diferencia de otros países europeos, a finales del siglo XX el más sólido catálogo de las plantas españolas era un único libro escrito en 1880 por el austriaco Willkoman, por lo que en 1980 decidimos poner fin a este vacío", especifica el investigador. Pasados 25 años, lo que Castroviejo califica como la obra de toda una generación de botánicos ha dado como fruto ya once voluminosos tomos con la descripción de 4.000 especies. "Faltan otros diez libros, así que calculo que nos quedan otros diez años de trabajo".
Aunque la flora ibérica es mejor conocida que la fauna, en las páginas de estas publicaciones se han incorporado desde el comienzo cerca de 200 nuevas especies para la ciencia. No han faltado las sorpresas. Es el caso de Gyrocaryum oppositifolium, que se recolectó por casualidad en la sierra norte de Sevilla y resultó ser no ya una especie nueva, sino todo un género. O las plantas carnívoras, descritas en 1995 y 1996, Pinguicula mundi y P. dertosensis.
03 Aurelio Martín: lagartos de medio metro.
Hay que conocer el paisaje salvaje de paredes en caída libre de La Palma para entender que el zoólogo Aurelio Martín lleve más de seis años buscando en esta isla canaria una nueva especie de lagarto gigante sin que nadie lo haya visto todavía ni se haya encontrado el menor rastro. Aunque los resultados se obstinen en negarlo, todos los indicios señalan que debería estar ahí. Este profesor de zoología de vertebrados de la Universidad tinerfeña de La Laguna, de 49 años, insiste porque sabe dos cosas: cada una de las otras islas canarias occidentales tiene su propio lagarto gigante del género Gallotia, y las variedades de Tenerife y La Gomera no fueron descubiertas hasta hace unos pocos años a pesar de medir cerca de medio metro.
El problema son los acantilados. De estar en algún sitio, el zoólogo se imagina al lagarto en el borde de cualquier repisa mínima que sobresalga en mitad de un precipicio de cientos de metros. ¿Cómo llegar hasta allí para buscarlo? Los investigadores de La Laguna han recurrido a cuerdas de escalada, barcos e incluso helicópteros. Sin embargo, su método habitual resulta mucho más original: "Usamos una especie de tirachinas gigante para lanzar tomates sobre los salientes de los acantilados y si detectamos movimiento acudimos entonces al pie de los riscos en busca de excrementos u otros rastros".
"Podemos tardar años, pero hay muchas posibilidades de que lo encontremos; sólo nos falta un golpe de suerte", declara Martín, que no olvida que los lagartos de La Gomera (G. gomerana o bravoana) eran tan inexistentes como los de La Palma hasta que en 1999 él mismo se dio de bruces con la fortuna.
04 Ángel Guerra: tras el calamar gigante.
Han pasado casi 30 años desde que el biólogo Ángel Guerra tocase por primera vez con sus manos un calamar gigante o Architeuthis. Fue en 1976, en aguas de Suráfrica. Se encontraba a bordo del arrastrero gallego El Yeyo estudiando las pesquerías de merluza cuando las redes arrancaron del mar una bestia extraordinaria que ya nunca se ha podido sacar de la cabeza. Ante sus ojos incrédulos, entremezclado con el pescado, cayó de pronto sobre la cubierta un calamar muerto de unas proporciones increíbles: 200 kilos de peso y 4,30 metros de largo, y esto sin incluir sus dos tentáculos de seis metros. "Lo primero que pensé fue: ¿cómo es posible que sean tan grandes y sepamos tan poco de ellos?", recuerda este discípulo de Ramón Margalef, que aquel día se propuso lograr filmarlos vivos.
Desde entonces, este madrileño ha tenido delante unos 40 Architeuthis y ha diseccionado 23 de ellos, la mayoría recogidos en las costas españolas. Sin embargo, a pesar de haber perseguido a este monstruo con tanto ahínco como el capitán Acab a la ballena blanca, a sus 58 años aún no ha podido cumplir su sueño. "Lo poco que conocemos de estos calamares son deducciones a partir de cadáveres, como si fuésemos forenses; pero no sabemos cómo se mueven, cómo se reproducen, cómo cazan ", se lamenta el biólogo del Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo.
¿Dónde se ocultan? Lo cierto es que no faltan escondites. Como recalca Guerra, los océanos cubren más de dos tercios del planeta y tienen una profundidad media de unos tres kilómetros; bajo el agua existe un mundo inabarcable del que se sabe menos que de la superficie de la Luna o de algunas zonas de Marte. Un mundo cuya biodiversidad está realmente por descubrir. Guerra se dedica a la exploración de ese mundo y ha descrito para la ciencia especies de cefalópodos insólitos, como el Vulcanoctopus hydrothermalis, un pulpo ciego con un sistema inmunológico único que le permite resistir grandes concentraciones de bacterias o de metales pesados.
Pero en cuanto puede se embarca en nuevos planes para saldar una vieja cuenta pendiente. Tras intentar grabar el Architeuthis en las costas de Asturias en las expediciones Kraken de 2001 y 2002, el biólogo espera intentarlo este año en Canarias; esta vez quiere contar con un minisubmarino tripulado. La carrera por filmarlo es cada vez más dura, pues un equipo japonés presentó el pasado septiembre las primeras fotografías de un ejemplar con vida a 900 metros de profundidad. Con todo, Guerra se muestra confiado en cazarlo pronto. "Ya es más que un interés científico; es una especie de pulso sentimental".
05 María Ángeles Ramos: el inventario ibérico.
Con los ojos pegados a las lentes de su estereomicroscopio, María Ángeles Ramos amplía 70 veces la imagen para examinar los órganos de un caracol de poco más de un milímetro. Se trata de una especie desconocida para la ciencia cuyo único hábitat en el mundo ha resultado ser un modesto manantial de Patones, en Madrid. Esta bióloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales ha bautizado al molusco como Islamia pallida y es una más de las cerca de 200 especies nuevas descritas cada año en España, buena parte de ellas por su equipo del Proyecto Fauna Ibérica. Ramos, de 52 años, parece tan pequeña como el caracol que observa ante la enormidad de la empresa a la que se enfrenta: inventariar todas las formas animales que viven en el país, que se estima pueden ser unas 68.000. Y es que, en los 16 años que lleva al frente del proyecto, por las estanterías de su despacho en el museo han ido apareciendo 25 gruesos tomos de la colección Fauna ibérica, pero en sus páginas no se han descrito más de 3.500 animales. "Yo no veré cuándo se acaba esto, aunque no me importa porque la ciencia es dinámica y siempre queda abierta", comenta. "Aun así, es urgente acelerar el proceso. Basta que llegue una sequía para que se pierdan especies que a lo mejor todavía no conocíamos", destaca la bióloga. De hecho, los investigadores recogieron I. pallida buscando otro molusco de Madrid similar denominado I. coronadoi, y cuyo único espécimen conocido es una concha vacía guardada en el Museo Naturalis de Leiden, en Holanda. No se ha vuelto a encontrar otro. Quizá esto no parezca demasiado grave cuando el animal en cuestión mide un milímetro. Sin embargo, no se debe subestimar una forma de vida por su tamaño. Ramos lo tiene claro: "Si desaparece una especie, no se pierde sólo biodiversidad, sino también potencial científico y económico, pues podría contener moléculas bioactivas con propiedades con las que poder desarrollar fármacos".
En cualquier caso, no todas las especies nuevas que se describen en el país deben analizarse, ni mucho menos, a través de una lupa. De los más de 2.000 animales descubiertos en España en los últimos once años (400 en Canarias), la mayoría son coleópteros e insectos de diversos tamaños, como el colorido Mylabris deferreri; pero también hay reptiles y anfibios, como el sapillo Pelodytes ibericus o el lagarto gigante de La Gomera. La propia Ramos ha descrito la compleja biología de una gran almeja de río, Margaritifera auricularia, que se creía extinguida.
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