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Columna
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"Yo no soy la causa, soy la consecuencia"

Joaquín Estefanía

"Yo no soy la causa, soy la consecuencia", le dijo el presidente venezolano Hugo Chávez al hoy secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, como explicación a los cambios electorales que van teniendo lugar en América Latina. El vicepresidente de Uruguay, Rodolfo Nin, reitera: "Los cambios son la consecuencia de un pasado del que los principales responsables somos los latinoamericanos".

Ambas confesiones se hicieron la pasada semana en Madrid, en el contexto de un seminario organizado por la Fundación Alternativas, para preparar la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea y América Latina y el Caribe (ALC), que se celebrará en Viena, en mayo. Las conclusiones transversales que se pueden sacar de las distintas intervenciones parten de la existencia de dos déficit latinoamericanos: el de cohesión social y el de integración regional.

La cohesión social fue definida por el secretario de Estado de España para la UE, Alberto Navarro, como "prevenir y erradicar la pobreza y la exclusión y promover la integración y la participación de todos en la vida económica y social". Datos que se proporcionaron: la marginación creciente de 227 millones de ciudadanos, que sobreviven con menos de dos euros diarios; el 40,6% de la población es pobre y más de un 16% es extremadamente pobre. La falta de cohesión regional se manifiesta en la escasa proporción del comercio interregional sobre el total del comercio exterior de cada país; en el caso de ALC esa proporción es sólo del 15%, mientras que en Norteamérica es del 40%, en Asia del 49%, y en Europa del 67%.En España, más de dos tercios de nuestro comercio exterior se concentra en la UE.

El ex presidente Felipe González, mostró, una vez más, su extenso conocimiento de la región. Primero hizo una llamada de atención sobre el concepto de populismo: hay populismos de izquierdas pero también de derechas, quizá aludiendo a unas recientes declaraciones de José María Aznar a El Mercurio de Chile, en las que se ofrecía para combatir a la oleada de populismos que están germinando en la región. González recordó, ante la cumbre de Viena, que Europa "está en una inquietante pero dulce decadencia" y que ALC ha perdido relevancia tanto para Europa como para EE UU. Los ciudadanos latinoamericanos tienen un evidente hartazgo político por la falta de resultados en las políticas aplicadas, y la consecuencia no es un aparente giro hacia la izquierda, sino un desplazamiento desde los partidos tradicionales (en franca decadencia muchos de ellos) hacia otras fórmulas de agrupamiento político. González avisó de la aparición de nuevas fracturas, por ejemplo, entre la costa atlántica (más nacionalista) y la costa pacífica (más librecambista); o la multiplicación de tratados de libre comercio bilaterales, que sustituyen a la integración regional.

¿Cuál es el papel que puede jugar la UE? La UE es el segundo socio comercial en importancia en ALC (el primero si se descuenta el caso especial de México, país que concentra más del 85% de su comercio exterior en EE UU); los intercambios superan ya los 120.000 millones de dólares anuales. En segundo lugar, la UE es el primer inversor exterior en la zona, con un stock que superó los 220.000 millones de euros. También es el mayor donante de ayuda humanitaria y de ayuda al desarrollo a ALC: 500 millones de euros cada año en subvenciones no reembolsables a proyectos de cooperación al desarrollo. Por último, el Banco Europeo de Inversiones ha destinado más de 1.100 millones de euros a proyectos de interés común en la región, en los últimos cuatro años.

Un documento de la Fundación Alternativas propone al menos cuatro medidas para que ALC salga del círculo vicioso del bajo crecimiento, desigualdad y fragilidad institucional: un nuevo pacto social para crecer y distribuir, con un aumento de la presión fiscal (establecer la imposición directa en los países donde no exista, reducir el peso de la imposición indirecta -que es regresiva- y aumentar la base imponible); un marco institucional sólido que regule el mercado; estrategias de desarrollo a largo plazo sin intromisión exterior; y evitar las modificaciones bruscas en la dirección de las reformas cuando se producen cambios de gobierno.

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