Latinoamérica y Vargas Llosa / 3
Cuando se va a hablar de Vargas Llosa es obligado comenzar diciendo que se trata de uno de los más notables escritores vivos en lengua castellana, obligación a la que me pliego con agrado antes de comentar su provocativo artículo Raza, botas y nacionalismo que publicó EL PAÍS el pasado 15 de enero. En él trataba de la realidad latinoamericana, caracterizada, como me referí en mi columna del 28 de enero, por continuas rupturas del orden constitucional que hicieron imposible su normal decurso democrático, en un contexto, como expuse en la columna siguiente, de grave desarbolamiento de la democracia. Comienza nuestro autor mofándose del atuendo del nuevo presidente de Bolivia, con su peinado que califica de "fraile campanero" y sus chompas multicolores que "parecen inspirados por un asesor de imagen neoyorquino... para producir orgasmos en la grey de la izquierda boba". Sigue Vargas Llosa negando la condición de indios, tanto de Evo Morales como de la familia Humala de Perú, uno de cuyos miembros, el teniente coronel Ollanta, es candidato a la presidencia de su país. El primero, según él, no es indio a pesar del color de su piel y de que naciera en una familia indígena, ya que habla "un buen castellano con erres rotundas", se produce con una "astuta modestia", es pródigo en "sabias ambigüedades... es trepador, latero y manipulador", características que hacen de él un "emblemático criollo latinoamericano". ¿Se aplica Vargas Llosa estos calificativos a sí mismo? En cuanto a Morales, su proclamada condición de indio es, según él, una impostura que oculta su verdadera entidad criolla. Lo mismo afirma de los Humala, a cuyo patriarca don Isaac, padre del candidato, califica de "supuesto indio" porque al parecer ¿una socióloga? afirma que los campesinos de su zona consideraban a los Humala "mistis" locales, es decir blancos explotadores de indios.
Abordar la problemática latinoamericana en términos raciales y nacionales es para él propio de "personas ciegas y obtusas" porque la noción de raza es cultural y está impregnada de contenido económico y social. Que los grupos étnicos estén sometidos a los avatares de los procesos sociales y por tanto dependientes del tratamiento y del destino de los mismos, es algo absolutamente obvio, pero con modalidades mucho más complejas y sutiles que las que les atribuye Vargas Llosa. Convendría releer en este punto los dos excelentes libros de Michel Wieviorka Racisme et Diversité y L'Espace du racisme para salir de la superficialidad de los estereotipos periodísticos. En cuanto a la impugnación de la nación por ser una "abstracción colectivista... construida de manera obtusa y primaria", definición difícil de compartir si se han leído Nations and Nationalism, de Ernest Gellner y Theories of Nationalism, de Anthony D. Smith. Pero sobre todo si se considera su extraordinaria vigencia actual en EE UU y en cualquiera de los países del Sur.
Impostor, taimado, artero, racista, trepador, militarista, manipulador, caudillo bárbaro, resucitador de monstruos, todo eso es para Vargas Llosa, Evo Morales. Realmente se le ha ido la mano. Pero no es eso lo peor, pues una mala tarde la tiene cualquiera, sino que el ejemplo pueda cundir y que los conservadores de pro, los miembros de la derecha civilizada en vez de esperar al resultado de estas experiencias, en particular al balance de su ejercicio en el poder y a sus comportamientos en las próximas elecciones, empujen a estas nuevas izquierdas democráticas, con un hostigamiento permanente e hirsuto, a llevar aún más lejos su identificación con el castrismo. No sólo en política exterior, en especial en su resistencia al agresivo imperialismo de Bush, que puede compartirse, sino en su autoritarismo interior y en su aherrojamiento de las libertades que para los demócratas son inaceptables. Lo que es muy de lamentar, porque recordemos que sin la connivencia de la derecha civilizada y los José Luis Álvarez, Miguel Herrero de Miñón, Melchor de las Heras, Félix Pastor Ridruejo, etcétera, la transición democrática no hubiese sido posible en España. Asumir este precedente tal vez pueda ser útil para el gran desafío que esta viviendo América Latina.
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