Respuesta a Cercas
Tras la lectura del artículo de Javier Cercas ¿Tenía razón Tejero? (EL PAÍS, 26-1-2006), en el que responde al mío, ¿La Historia interminable? (EL PAÍS, 21-1-2006), me embarga la inquietud: debo escribir muy mal cuando un profesional de la pluma, al que sinceramente admiro, ha encontrado en él no sólo lo que no creo haber escrito, sino incluso lo que estoy seguro de nunca haber pensado. Pero, dado el calibre de las imputaciones que el señor Cercas formula sobre mis argumentos, me veo en el penoso trance de aclarar -espero que con mejor fortuna que la primera vez- lo que decía, al parecer tan torpemente, mi artículo.
La tesis era muy sencilla: la Transición es mejor espejo de referencia de nuestra actual democracia que la República, que fue un intento fallido de implantarla. Tesis que contradice la que en un artículo anterior había propuesto Cercas: enseñar a los niños la idea de que la República fue una democracia (aunque mejorable, como todas).
Para argumentar mi tesis apuntaba al grado excepcional de violencia política que en ella se produjo, y me refería específicamente a la abundancia de muertos en actos de violencia de origen político en los meses que preceden al estallido de la guerra. Cercas toma pie de ello para señalar que, siguiendo ese argumento, se podría decir que Tejero tenía razón para sublevarse, dada la abundante violencia terrorista que precedió a su intento de golpe de Estado.
Le tranquilizo: Tejero no tenía razón. Le tranquilizo más: tampoco la tenía Franco en el 36. Le tranquilizo aún más (con ánimo de llevarle a la ataraxia): no soy equidistante entre la República y el franquismo, puesto que, aunque fallido, la primera fue un ensayo democrático y el segundo no lo fue.
Pero una vez administrado el valium, me reitero en la afirmación sustancial: la República fue una democracia fallida, es decir, un fracaso de la democracia, por la acción concurrente, como señalaba en mi artículo, de revolucionarios y contrarrevolucionarios empeñados en hacerla fracasar para instaurar dictaduras de uno u otro signo.
Cercas, en cambio, persiste, en esta ocasión de forma más contundente y enfática que en su primer artículo, en la idea de que la República constituye un periodo "del que uno puede sentirse orgulloso". Orgullo que liga con la continuidad de valores republicanos en nuestra actual democracia, entre los que cita "la cultura laica, igualitaria y europeísta". No sé. Pero si la cultura laica republicana se expresó en la quema de iglesias y conventos, el igualitarismo en las ocupaciones de tierras y en episodios como Casas Viejas, y el europeísmo en que unos miraban a Berlín y otros a Moscú, yo me quedo claramente con las expresiones de esos mismos valores en la Transición. Q. E. D.
No se me ocurriría sugerirle a Cercas que templara su entusiasmo por la República, a diferencia de lo que él me recomienda, que revise mis ideas. Pero, si me lo permite, creo que esa actitud abierta a las ideas del otro es más "republicana" (y hasta más laica) que su fervor apostólico.
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