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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Diplomacia y energía

La avidez de energía que siente el mundo desarrollado, y la utilización de la capacidad de surtir esas necesidades están configurando una nueva diplomacia energética tan llena de posibilidades como susceptible de convertirse en un chantaje intolerable. Hace unas semanas fue Rusia quien quiso atornillar a Ucrania multiplicando de la noche a la mañana el precio del gas que transita por ese país hasta Europa Occidental, y el jueves se anunció la construcción de un gasoducto de 10.000 kilómetros de longitud, que comunicará los yacimientos de gas venezolanos con las fábricas y hogares de la austral Argentina, pasando por Brasil.

El anuncio del acuerdo por los presidentes de Venezuela, Brasil y Argentina sirvió también para que los líderes de los dos gigantes de Mercosur, el brasileño Lula y el argentino Kirchner, parecieran más amigados que nunca tras algún roce verbal, y ambos, complacidísimos con la compañía del venezolano Chávez, que hoy se halla en una posición internacional más sólida que apenas hace un año, en gran parte gracias a que el barril de crudo se paga a más de 60 dólares.

La obra, que se iniciará en junio, costará unos 20.000 millones de euros, podrá transportar 150 millones de metros cúbicos de gas diarios, y quiere ser una especie de expreso del desarrollo, tanto que a lo largo de su trayecto se prevé una gran sucesión de polos de impregnación económica. Ese uso de la diplomacia gasística es plenamente asumible cuando, como en este caso, está al servicio de un gran proyecto de desarrollo que además trabaja para la integración latinoamericana. Ése era uno de los objetivos de la revolución de Bolívar.

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