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El bienestar valenciano

A finales del siglo XVIII, el administrador del hospital de Valencia se dirigía a las autoridades de la ciudad para expresar sus cuitas económicas. En pocas palabras, venía a decir que el centro sanitario se encontraba sobrepasado por la atención de quienes, procedentes de otros lugares de España, acudían a la capital valenciana atraídos por la dulzura de su clima.

Los valencianos hemos acogido en nuestras expresiones tradicionales ese ací és viu molt bé que evoca la bondad del espacio geográfico donde habitamos. Un fácil conformar y la reiteración de ciertos tópicos preferentes quizás explique el soslayo de otras cuestiones que cuentan -y mucho- en ciudadanos y lugares menos complacientes consigo mismos.

La Encuesta sobre Condiciones de Vida, recientemente publicada por el Instituto Nacional de Estadística, puede que nos ayude a delimitar dónde nos encontramos. Los resultados por Comunidades Autónomas que la Encuesta desvela, aunque escasos, permiten atisbar que la nuestra, desafortunadamente, no ha ingresado todavía en la primera división de la economía española. En renta media, por persona y por hogar, nos situamos en la posición 10ª y 11ª, respectivamente, en el conjunto integrado por los 18 espacios considerados (17 comunidades autónomas más la unión de las ciudades de Ceuta y Melilla).

Este resultado es consecuencia de que la mayor parte de nuestros hogares ingresa menos de 19.000 euros al año: somos la quinta CCAA con mayor proporción de hogares en esta situación. Las percepciones salariales empeoran nuestra posición relativa frente a otras CCAA: el salario por hora de los valencianos se encuentra en 15º lugar, siendo las mujeres las más perjudicadas; y la población que ha cambiado de trabajo, en los 12 meses anteriores a la realización de la Encuesta, lo ha decidido a la búsqueda de un trabajo más satisfactorio.

No debe sorprender, por lo tanto, que la ciudadanía valenciana destaque frente a las restantes CCAA por su inferior capacidad de sufragar determinados gastos, ya sean para vacaciones, aire acondicionado o sucesos imprevistos. En las tres circunstancias anteriores nos situamos entre la quinta y séptima posición menos favorable del ranking autonómico.

¿Influye el nivel de formación alcanzado sobre los anteriores niveles de renta? Es posible que así sea: los resultados de la Encuesta arrojan unos resultados donde destacamos por la mayor cantidad de personas adultas con formación secundaria (cuarto y séptimo lugar en la primera y segunda etapa de este ciclo formativo, respectivamente) y una menor abundancia de la educación primaria (11ª), pero también por la desfavorable posición (11ª) lograda en los niveles de educación superior.

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Nos cuesta 20 euros menos al mes el mantenimiento del hogar (alquileres, hipotecas). En cambio, de puertas afuera la convivencia se revela incómoda y molesta: no nos quejamos demasiado de la luz viaria (11ª), pero sí del ruido y la contaminación (3ª), así como de la delincuencia y el vandalismo (4ª).

El estado de salud manifestado por los valencianos adultos nos emplaza en una buena situación y el grado de impedimento causado por las enfermedades es relativamente reducido (4ª), sobre lo que puede que ejerza cierta influencia el hecho de ocupar la 14ª posición por la menor incidencia de las listas de espera.

Otra perspectiva es posible si, en lugar de medirnos con las demás CCAA, nos comparamos únicamente con la media española. En este caso, utilizando magnitudes absolutas, algunos datos pueden merecer una atención propia: para alcanzar dicha media, cada hogar valenciano debería percibir anualmente 1.153 euros adicionales, esto es: 1.823 millones euros para el conjunto de la Comunidad; al objeto de conseguirlo, los salarios medios valencianos, entre otras circunstancias, tendrían que reducir la distancia de 11 puntos que les separa de los españoles.

Además, 122.000 adultos deberían superar su actual grado de formación para acceder a la enseñanza universitaria. Quizás ello permitiría salarios superiores que nos acercasen a la media española en lo que se refiere al disfrute de vacaciones, con la incorporación a las mismas de más de 94.000 hogares, que otros 55.000 hogares disfrutasen de una temperatura ambiental más confortable y que cerca de 57.000 hogares se dotaran de ordenador. Claro está que, para percibir un mayor bienestar, 105.000 hogares agradecerían de igual modo la disminución de la delincuencia y del vandalismo, 93.000 hogares se sentirían mejor con la reducción del ruido callejero y 49.000 con una contaminación menor.

Así, pues, los valencianos disfrutamos de buena salud, pero nos sentimos incómodos ante lo que ocurre en la calle. Aunque la anterior Encuesta no lo revele, nuestra tasa de paro (7,88%) es inferior a la española (8,42%), lo cual no ha sido frecuente en las pasadas décadas de la economía valenciana; pero aun así, nos duele el bolsillo: el menor nivel de formación superior (y de empresas que puedan absorberlo) contribuye a la obtención de trabajos insatisfactorios y de bajos salarios. Menores ingresos y niveles de formación que, a su vez, nos alejan de las nuevas tecnologías y nos impiden acceder a un superior disfrute de ciertos servicios que forman parte de la noción corriente de confort. Y, aunque con resultados algo mejores a los del conjunto de España, resulta difícil olvidar que el 19.6% de los valencianos aún se sitúa por debajo del umbral de la pobreza; y ello significa nada menos que 800.000 personas, pese a la existencia de 928.000 hogares que perciben algún tipo de prestación pública. Demasiadas personas para acoger, de momento, la cultura de la satisfacción: ni el sol ni el clima, pese a su agradable colaboración, justifican que nos instalemos en ella.

Manuel López Estornell es economista. lopez_manest@yahoo.es

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