Krasznahorkai rastrea el misterio de la belleza en un jardín japonés
El escritor publica 'Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río'
Es difícil encontrar un centenar y medio de páginas de tal sutileza e intensidad. En su breve novela Al norte la montaña, al sur el lago, al oeste el camino, al este el río (Acantilado), el escritor húngaro László Krasznahorkai (Gyula, 1954) narra la búsqueda de un legendario jardín japonés de incomparable perfección para componer una hermosa y conmovedora metáfora sobre los insondables misterios de la cultura y la belleza.
Krasznahorkai explicó en Barcelona que el libro -cuyo título, señaló, alude al Feng Shui, el arte de seleccionar la ubicación más armónica de los objetos y de los edificios- tiene su origen en una estancia en Kioto, donde se sintió apabullado por la cultura clásica japonesa. "Encontré una forma increíblemente sutil de la belleza y en gran abundancia", dijo. El deseo de belleza era tan alto en esa cultura, añadió, "que era como una infección de paraíso, lo contagiaba todo". En la novela, el autor ha querido mostrar "la esencia" y "la indefensión" de esa alta cultura y por extensión la fragilidad de toda la cultura, lo que le preocupa en especial.
En el libro, el nieto del príncipe de Genji -el ficticio protagonista de la célebre novela de Murasaki Shikibu Genji monogatari- viaja en pos del jardín perfecto, el jardín escondido cuya búsqueda le obsesiona tras la lectura de un libro de arcana sabiduría, Cien hermosos jardines. Ese jardín único, sublime, está oculto en un monasterio laberíntico y hasta allí le conduce al protagonista su investigación, en un itinerario con la textura de los sueños. La descripción que hace Krasznahorkai del jardín junta de manera asombrosa lo científico, lo poético y lo metafísico para materializar ese lugar en el que, escribe, "la infinita sencillez que constituía su esencia significaba la concentración definitiva de la belleza".
El autor habló al presentar su libro de su interés por Oriente, que se manifiesta en varios de sus libros como El prisionero de Urga. "No soy de los que soñaban ir a Oriente de niño, porque no podía imaginar que fuera a salir de aquel país horrible en el que nací", dijo. Señaló cómo una conferencia sobre Gengis Khan en Ulan Bator le dio la oportunidad de viajar a Mongolia. "Me encantaba mirar el mapa y calcular la distancia con Budapest. Luego fui a Pekín e hice lo mismo, y luego desde Cantón. Me encontré finalmente en Japón. Vi Kioto y significó un gran impacto. No veía nada del Japón verdadero. Pasaba el tiempo entre templos y jardines, en concursos de tiro al arco, danza. Pagué finalmente un precio elevado por esa ceguera", recordó el escritor.
El síndrome de Stendhal en versión oriental que experimentó Krasznahorkai por la civilización tradicional japonesa -especialmente la cultura clásica del año mil- le condujo a una estancia de un año en un monasterio benedictino en Suiza, en casi total soledad, ebrio de Kioto e incapaz de escribir, a causa de lo que había experimentado. Finalmente, un día sintió como si le dictaran "y nació el libro, con todas las frases emergiendo una detrás de la otra, sin necesidad de cambios ni correcciones".
De la relación que pueda verse entre su novela y la obra de Borges (jardín, laberinto, libro), dijo que no conoce a ningún escritor que no haya sido influenciado por el autor de Ficciones. Pero matizó que él llega de un ambiente muy distinto del de Borges, un ambiente "donde las personas crían cerdos y las botas están llenas de barro". Esas botas, añadió, "yo nunca me las podré limpiar, ni siquiera en Kioto".
Krasznahorkai, que ha ganado el prestigioso Premio Kossuth y cuya obra Melancolía de la resistencia (Acantilado, 2001) ha sido aplaudida con entusiasmo por personajes como Sebald, subrayó que ser un escritor centroeuropeo no significa que no pueda interesarse y escribir sobre otras culturas. "Esta misma mano es la que ha escrito todo", dijo alzándola, "independientemente de que el libro se centre en la dictadura comunista o en Oriente".
Babelia
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