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Reportaje:EL CONFLICTO GOBIERNO-IGLESIA CATÓLICA

La diplomacia poliédrica

La visita de la vicepresidenta al cardenal Angelo Sodano no fue considerada en el Vaticano como un acierto

Enric González

La diplomacia vaticana tiene un prestigio extraordinario. Pasa por ser la mejor del mundo, aunque el cardenal Domenico Tardini, que la dirigió como secretario de Estado de Juan XXIII, no estuviera del todo de acuerdo: "Si nosotros somos los mejores", dijo en una ocasión, "qué desastre serán los otros". Se trata, en cualquier caso, de una diplomacia sutil, poliédrica, experta, paciente y capaz de hablar a la vez con varias voces. No funciona como un Ministerio de Asuntos Exteriores y eso suele inducir a error a los políticos que tratan con ella. En ese sentido, la visita de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega al cardenal Angelo Sodano, diez días atrás, no fue considerada en el Vaticano como un gran acierto.

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Las cuestiones terrenales de la Iglesia católica están delegadas en el secretario de Estado, cuya función equivale a la de un primer ministro. Y los gobiernos caen a veces en la tentación de apelar al secretario de Estado cuando no se entienden con las autoridades religiosas locales. Lo hizo el ministro Gregorio López Bravo en los estertores del franquismo, cuando llevó a Roma una lista de los agravios de los obispos contra el régimen. Y lo hizo la actual vicepresidenta, cuando el pasado día 10 acudió al despacho del cardenal Sodano para exponerle las intenciones de su Gobierno sin el "filtro" de los obispos y dejarle sobre la mesa un informe sobre el tono informativo de la Cope, propiedad de la Conferencia Episcopal.

"Esas iniciativas son contraproducentes, porque el Vaticano nunca puenteará a sus obispos en un asunto ajeno a la doctrina: al final sólo se consigue irritar a la jerarquía local y dar impresión de debilidad", comentó un miembro de la Curia, la administración vaticana. "Sodano envió sin duda un informe sobre la conversación al Nuncio en Madrid, quien a su vez lo transmitió a los obispos", indicó a su vez una fuente diplomática.

En medios diplomáticos se considera que el Gobierno español podría haber apelado discretamente a la falta de peso político del actual episcopado para entablar contactos directos con el Vaticano. Es cierto que ni Rouco ni ahora Blázquez cuentan con la influencia personal de Tarancón o Suquía. Pero esos contactos deberían haberse realizado, según una fuente curial, de forma sutil y amable, con paciencia y gestos previos de buena voluntad. Se hizo lo contrario: una cita casi clandestina, fijada con pocos días de antelación.

Una de las dificultades para comprender cómo funciona la administración del catolicismo radica en la abundancia de estructuras paralelas. En principio, la gestión de la política exterior corresponde al secretario de Estado y a su secretario para las Relaciones con los Estados, en la actualidad Giovanni Lajolo, que se apoya en una red internacional compuesta por dos centenares de nuncios o delegados apostólicos, más o menos equivalentes a los embajadores de las administraciones laicas. Esa red explotó con Juan Pablo II: al inicio de su pontificado los nuncios eran 87, hoy son 165.

En la maraña diplomática intervienen, sin embargo, los obispos: todos tienen acceso a Sodano y Lajolo, y envían mensajes, de forma colectiva o de forma personal y confidencial, cuando les parece oportuno. Y luego están las organizaciones católicas, desde la Comunidad de San Egidio hasta Pax Christi o Justitia et Pax, utilísimas para acumular información y realizar gestiones extraoficiales.

Hasta cierto punto, la diplomacia vaticana tiene algún parecido con la antigua diplomacia soviética: había un gobierno en Moscú que desplegaba embajadores, pero había también un Partido Comunista en cada país y un amplio número de simpatizantes dispuestos a cooperar con la causa.

En cuanto a la calidad técnica, resulta desigual. El conocimiento de un país como España, que el Vaticano considera importantísimo por su tradición católica y su influencia en América, es profundo. La información sobre ciertas zonas de África o Hispanoamérica es superior a la de cualquier gobierno, gracias a la presencia de misioneros allí donde no se atreve a instalarse ninguna legación diplomática. De China, sin embargo, sólo se ocupan un par de especialistas. Y se cometen errores como el de canonizar a unos mártires chinos justo el día de la Fiesta Nacional, lo que en Pekín se interpretó como provocación. Nadie en el Vaticano había reparado en la coincidencia.

La diversidad de las estructuras y la confianza en las jerarquías locales suele proporcionar mucha información valiosa, pero induce también a equivocaciones históricas. Algunos errores tienen nombre y apellidos: Eugenio Pacelli, como nuncio en Berlín y como papa Pio XII, fue el principal culpable de la tolerancia hacia el nazismo. Los obispos croatas tuvieron mucho que ver con la errática estrategia vaticana durante las últimas guerras balcánicas. Y la miopía de los sacerdotes y misioneros en Ruanda ayudó al desastre de hace 10 años. El Vaticano suele escudarse en la buena voluntad. El secretario de Estado Sodano, que fue nuncio en Chile y no escatimó apoyos al régimen de Pinochet, tiene una frase modélica al respecto: "Si un pueblo sufre, la Santa Sede trata con quien pueda aliviar el sufrimiento de ese pueblo, aun al precio de ser malinterpretada".

La vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, el secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano,  y el embajador de España ante el Vaticano, Jorge Dezcallar, el pasado día 10 en Roma.
La vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, el secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano, y el embajador de España ante el Vaticano, Jorge Dezcallar, el pasado día 10 en Roma.EFE

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