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Las víctimas del terremoto aguardan la ayuda de la OTAN

"Tenemos colas de heridos venidos a pie desde las montañas", cuenta un enfermero español

Medio millón de víctimas del terremoto siguen sin recibir ayuda y esperan como agua de mayo al contingente de la OTAN, que tiene prevista su llegada esta semana. Su situación se convierte por minutos en crítica, afirma el Programa Mundial de Alimentación (PMA) de Naciones Unidas. Después de casi 10 días de resistencia en sus aldeas derrumbadas por la fuerza del seísmo, lo único que comienza a llegar a los heridos o a los más débiles es lo que cargan sobre las espaldas sus familiares, que, como filas de hormigas, se les ve trepar colina arriba con su hatillo.

El medio millar de militares de la OTAN vendrá provisto de maquinaria pesada necesaria para abrir caminos y para desescombrar. Más de 200.000 viviendas están derruidas al igual que la mayoría de los edificios gubernamentales de la Cachemira paquistaní y del noreste de la Provincia Fronteriza del Noroeste.

"Al día siguiente de que montáramos el puesto médico se corrió la voz por el valle y desde entonces tenemos colas de heridos del terremoto y enfermos venidos a pie desde las montañas", afirma Luis de la Fuente, un enfermero del Samur de Madrid, de 34 años. De la Fuente y otros 30 españoles forman parte del contingente enviado por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), en un avión cargado con material y equipo, que llegó a Islamabad el martes pasado.

A instancias del Gobierno paquistaní, los cooperantes españoles se instalaron en el valle de Arja, en la Cachemira Libre (así llama Islamabad a la zona bajo su control), cercano a la frontera con India, donde hasta ahora son el único grupo de ayuda que tienen las decenas de miles de habitantes de la zona. "La población está muy dispersa. Algunos nos han contado que caminaron durante dos días para llegar. A veces traen en su propia cama a un herido, pero cada día la situación de éstos es más grave. Ya ha aparecido la gangrena y el tétanos", añade el enfermero.

De la Fuente y el técnico Carlos Hidalgo, de 30 años, tuvieron que evacuar a un hospital de Islamabad a una niña a la que habían amputado un dedo y a otra con riesgo de peritonitis. "La evacuación es muy difícil por el lamentable estado de las carreteras. Hemos tardado cinco horas en los 200 kilómetros del trayecto al hospital", señala Hidalgo.

Helicópteros

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Otros dos compañeros suyos consiguieron un helicóptero para el traslado de una niña en estado muy grave, pero tuvo que intervenir la embajada. "A los helicópteros los vemos pasar por encima", dice De la Fuente, casi con la misma desesperación que los miles de víctimas que se abalanzan sobre los camiones de ayuda cuando ven que pasan de largo hacia otros pueblos.

Pakistán, que ha pedido a todo el mundo que mande helicópteros para que la ayuda llegue a los damnificados antes de que sea tarde, dijo al Gobierno indio, su archienemigo desde que ambos países surgieran de la partición de la joya de la Corona británica (1947), que aceptaba el envío de los aparatos, pero no a los pilotos. Nueva Delhi, que también ha sufrido las consecuencias del terremoto en su zona de control de la disputada región de Cachemira -2.000 personas murieron y decenas de miles perdieron su casa-, rechazó la propuesta de Islamabad.

Anoche, el presidente Pervez Musharraf anunció sorpresivamente que abriría la Línea de Control que divide Cachemira desde el armisticio sancionado por la ONU de 1948, al paso libre de la ayuda y de los cachemires. Desde el verano, los cachemires pueden atravesar la línea provistos de un documento en un autobús especial -ahora suspendido- que une las dos capitales, Srinagar (India) y Muzaffarabab. El gesto del presidente paquistaní ha sido bien acogido por India; falta por ver cómo se pondrá en práctica ya que el puente que une ambas partes está muy dañado por el terremoto y que la forma de recibir o enviar ayuda es por helicóptero, porque los caminos a uno y otro lado han sido barridos por las avalanchas y sólo las mulas los recorren.

El Ejército indicó que ha abierto la carretera que conduce al valle cachemir del Yelum, uno de los más dañados, que hasta ayer sólo se alcanzaba por helicóptero. Los tractores oruga militares han limpiado ya las principales carreteras, aunque algunas de ellas vuelven a bloquearse por nuevos desprendimientos motivados por los continuos terremotos que no han dejado de sacudir la zona desde el pasado día 8.

La apertura de la carretera del Karakorum permitió volver a Islamabad a los tres turistas españoles que se encontraban aislados en Gilgit, la ciudad del extremo norte de Pakistán, situada a los pies de la cordillera Hindu Kush. Garbiñe López de Luzurriaga, de 30 años; Enrique Torrecilla, de 50, y Óscar García, de 45, se enfrentaron en Gilgit, 500 kilómetros al norte del epicentro del terremoto, a un doble bloqueo.

Primero, por las consecuencias del seísmo, que les impedía viajar por carretera y, como no tenían billete de avión, las líneas aéreas paquistaníes les dijeron que tendrían que esperar varios días a que pasase la avalancha de gente que salía para ayudar a sus familias. Los turistas decidieron entonces dedicarse a lo que habían venido, el trekking, y se fueron a la montaña de Nanga Parbat, pero al volver el día 13 a Gilgit, se había impuesto el toque de queda para hacer frente a un brote de violencia comunal entre suníes (mayoría) y chiíes, que dejó una veintena de muertos. Unidades del Ejército paquistaní llevaron a los tres turistas al hotel.

"Gracias a la Embajada de España hemos conseguido salir de allí. Se movilizó por nosotros e incluso se puso en contacto con las embajadas de los demás turistas [una treintena] atrapados, como nosotros, entre dos fuegos", señaló Torrecilla.

Una superviviente junto a su tienda en Kalgai, en la Cachemira paquistaní.
Una superviviente junto a su tienda en Kalgai, en la Cachemira paquistaní.AP

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