"Tu padre es el demonio"
La hija de un torturador de la dictadura argentina reniega de su apellido
Durante el día, el comisario Valentín Milton Pretti era el director de un centro de detención y tortura instaurado por el régimen militar argentino (1976-1983) en la localidad de Martínez, a las afueras de Buenos Aires. Cuando acaba su jornada, Pretti, quien era conocido como Saracho, regresaba a su hogar con su esposa y sus cuatro hijos. Pero, al contrario de otros torturadores que llevaban una doble vida que tenía separada a su familia del dolor que infligían cotidianamente, Saracho hacía partícipe a su familia de los horrores que veía a diario. En un hecho sin precedentes, su hija Rita, de 33 años, ha pedido a la justicia que le permita cambiarse el apellido y eliminar así el rastro paterno de su nombre.
"Para mí se trata de una liberación que llevo 20 años meditando", afirma Rita Pretti Vagliati
"Para mí se trata de una liberación que llevo 20 años meditando", destacaba ayer la joven, quien no obstante es consciente de que aunque logre borrar los registros oficiales los hechos permanecerán siempre. "Sé que en parte es algo simbólico, porque mi padre es quien es".
Hasta ahora se hablaba de los daños que los torturadores de la dictadura habían perpetrado contra otras personas, o de cómo se habían apropiado de los hijos de sus torturadas, pero en el caso de Rita Pretti -ella quiere llamarse con el apellido materno, Vagliati- salen a la luz los daños que sufrían algunas familias de los represores ante la situación. El comisario Pretti dirigía el centro clandestino conocido como Coti Martínez, y además tenía responsabilidades en otros importantes centros de tortura como Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y Puerto Vasco. Varios supervivientes, entre ellos el ya fallecido periodista Jacobo Timmerman, identificaron a Saracho como responsable de un lugar donde los detenidos estaban en condiciones infrahumanas y era habitual cortar los dedos a los interrogados para hacerles hablar.
En su domicilio familiar, en la localidad de Banfield, contaba detalles de lo que hacía. Su mujer, Juana, se mostró horrorizada cuando un día apareció acompañado de un joven llamado Gabriel (actualmente desaparecido) que estaba detenido en el centro de torturas cercano. Juana comenzó a tener problemas mentales y fue internada en un centro psiquiátrico "de forma bastante sospechosa", señala Rita. Saracho aseguraba que su mujer sufría "de los nervios", argumento que comenzó a utilizar contra su hija, cuando ésta más adelante -pero todavía apenas una niña- comenzó a rebelarse contra el secreto de la familia. "Tu padre es el demonio", decía Juana a sus hijos. La mujer falleció en 1997.
"Todos fuimos rehenes. No sólo los detenidos y los torturados, sino las propias familias de los torturadores", opina Emilio Montilla, psicólogo de Rita y quien a su vez tiene un familiar desaparecido. Asegura que en algunos casos los represores llegaron a amenazar de muerte a sus propias familias para que no se hablara de lo que pasaba. Para Montilla el caso de Rita no es una excepción y cree que habrá más.
Rita se distanció definitivamente de su padre y comenzó una activa militancia política de izquierdas que sigue en la actualidad. "Lo que hago es por mis ideas políticas, y espero que sirva al país para que se superen miedos y temores", destaca. Saracho murió el pasado mes de abril. "Debía haber ido a la cárcel", asegura su hija.
"Es interesante ver cómo la necesidad de que salga la verdad se plantea desde todas partes, no sólo desde el lado de las víctimas. La sociedad no se puede guardar ciertas cosas", señala Víctor Abramovich, del Centro de Estudios Legales, el organismo cuya denuncia en los tribunales ha desembocado en la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Perdón y Punto Final que garantizaban la impunidad. Abramovich estima que a pesar de que Saracho y otros torturadores estén ya fallecidos, "es mejor que se haga justicia tarde a que no llegue nunca".
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