"Las máquinas no me gustan, prefiero tratar con la gente"
El examen de Lengua en la selectividad tuvo la culpa de que Irene Martín (17 años) no sacará un 10 redondo. "La Lengua es la asignatura que menos me gusta aunque la llevaba muy bien preparada, pero fue el primero de todos los exámenes y no planifiqué bien el tiempo. La nota ha sido justa, un siete alto", explica sin atisbo de resquemor. En su instituto, el Marqués de Suances, en Madrid, le dijeron que revisara ese examen, pero se negó: "No quería quedar como una pedante. A mí lo que me importaba es que la nota final me diera para hacer la carrera que quiero, Ingeniería Industrial, y para eso, con un ocho era bastante". Tiene un 9,8 y su bachillerato también ha sido científico.
Irene es muy alta, juega al baloncesto; tiene un espíritu competidor pero deportivo. Tener un expediente brillante en el instituto le interesaba, "porque dan premios", pero en selectividad se hubiera conformado con mucho menos, porque con un cinco pelado ya hubiera tenido suficiente para que la media le permitiera estudiar Ingeniería Industrial. Después de muchas cavilaciones decidió, con el jefe de estudios, que eso era lo suyo, algo generalista, "que no sea todo barcos, ni todo caminos o puertos o minas". Ella será organizadora industrial, para dirigir un equipo humano. "Las máquinas no me gustan, yo prefiero tratar con la gente, hablar". Toca el piano y la guitarra y habla inglés y francés, pero todo eso lo ha hecho porque le gusta aprender, que no es lo mismo que estudiar. "Curiosidad, supongo". Así que, más que codos, que también, ella prestaba toda su atención a los profesores en clase: "Si tienes eso, ya tienes el 50% ganado". Irene va a lo práctico, ni poesías, ni fantasías, ni metafísica adolescente; ella prefiere unas cuantas fórmulas matemáticas y un problema donde aplicarlas.
Este verano trabajará de voluntaria en un geriátrico de Ciudad Real. Después pasará algunos días perfeccionando su francés detrás de una barra de bar en Lyón.
Irene siempre ha escuchado que su hermano era más listo pero más vago. Y, sin darle más vueltas, se lo había creído.
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