La Administración de Bush recela de Ahmadineyad
El 4 de noviembre de 1979, un grupo de estudiantes iraníes tomaba 63 rehenes en la Embajada de EE UU en Teherán, creando una grave crisis diplomática y desencadenando sanciones norteamericanas contra el régimen de los ayatolás. Un cuarto de siglo después, Irán vive su mayor enfrentamiento con EE UU desde entonces. Lo que ahora quita el sueño al presidente George W. Bush es el órdago lanzado a la comunidad internacional por el recién estrenado presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, de reanudar las actividades nucleares a las que ya había renunciado meses atrás en un acuerdo con Alemania, Reino Unido y Francia.
La figura de Ahmadineyad promete "agravar tensiones" con EE UU porque no contempla la necesidad de mejorar relaciones con Washington, asegura un informe de la organización International Crisis Group (ICG). "En el frente exterior, el estilo será más de enfrentamiento y menos de contemporización hacia la comunidad occidental", resalta el ICG. Tras resultar elegido en las manipuladas elecciones de junio, Ahmadineyad ya aseguró que "las relaciones con EE UU no son una cura para nuestros males". Todo apunta a que durante los próximos cuatro años, el Irán rico en petróleo va a estrechar lazos con China, India y Corea del Sur -con crecientes necesidades energéticas- a expensas de Occidente.
Con la cuerda más tensa que nunca, EE UU está dispuesto a llevar el asunto al Consejo de Seguridad de la ONU. De momento, Washington, enemigo por antonomasia del régimen de los turbantes, está siguiendo a una prudente distancia las conversaciones que Irán mantiene con el trío europeo y deja que sea Europa la que explore al máximo la vía negociadora. Aunque la Administración de Bush también está considerando un paso sin precedentes: impedir la visita de un jefe de Estado. El Departamento de Estado podría denegar el visado de entrada a EE UU al presidente Ahmadineyad con vistas a la cumbre de la ONU de septiembre por su posible participación en la crisis de los rehenes de 1979.
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