"Nos ha acabado de destrozar"
Ocho miembros de una misma familia de Valencia se han visto afectados por la salmonela
"Compré el pollo porque pensé que, con la situación familiar que estábamos pasando, era lo mejor. Estaba envasado, iba a aguantar unos días sin estropearse y cada uno que pasara por casa podía comer y listo. Y nos ha acabado de destrozar". Juana Mari Ripoll, de 45 años, farmacéutica en Xàbia (Alicante) compró tres pollos envasados de la marca Sada la tarde del sábado 23 en un supermercado antes de marcharse a Valencia.
Al día siguiente, domingo, era el cumpleaños de su padre, que vive allí. Ismael Ripoll cumplió ese día 78 años. No había una fiesta preparada porque su mujer, Juana, de 73 años, yacía en la cama víctima de un cáncer hepático en el que había derivado un contagio de hepatitis C durante una operación de vesícula practicada 40 años atrás. Pero toda la familia iba a pasar por casa y lo más fácil era tener algo preparado. Ese domingo comieron pollo Ismael y su hijo, de 37 años. Pocas horas después, en la madrugada del lunes 25, la fiebre, los vómitos y la diarrea se apoderaron de Ismael.
Una de las afectadas está ingresada en el hospital y otra ha ido a urgencias dos veces
El médico de urgencia le visitó en casa y diagnosticó un virus. Dieta blanda, una pastilla para contener los vómitos y agua, mucha agua. Quedaban dos pollos en la nevera. La abuela empeoró ese mismo día y la ingresaron en el hospital. Murió el miércoles 27. Ismael no pudo despedirse de su mujer. La salmonela que aún no sabía que tenía le impidió incluso ir al entierro en Tàrbena, una pequeña localidad de la comarca de La Marina Alta.
Después del sepelio, ya el jueves 28, todos se reunieron en la casa familiar de Valencia. Y los dos pollos que había en la nevera desde el domingo anterior fueron cayendo. Cada porción se convirtió en una nueva sucesión de vómitos, diarrea, fiebre, dolores de tripa insoportables, frío y calor a la vez, agotamiento.
Al final, ocho miembros de la familia Ripoll sufrieron la salmonela que una partida de pollo envasado en una planta de Toledo ha extendido entre centenares de consumidores. Se trata de Ismael (78 años), José Ismael (37 años), Susana (39 años), Celia (35 años), embarazada, con reposo prescrito previamente e ingresada en el hospital tras el contagio, Joan (marido de Celia, 37 años), Juana Mari (45 años), Andrés (ocho años) e Irene (cuatro años), atendida dos veces en el hospital por riesgo de deshidratación.
Los Ripoll se enteraron por la radio de que algo había pasado con una partida de pollo envasado. "Mi hermano nos llamó el viernes por la mañana porque en las noticias había escuchado lo de la salmonela. Y nosotros, que habíamos comprado la prensa, lo leímos y pensamos que efectivamente era eso", explica Susana. Doce horas antes ella y sus dos hijos habían comido pollo. Y fue durante el viernes cuando se pusieron enfermos.
Los Ripoll se han repartido por casas de otros familiares para poderse atender unos a otros. El patriarca de la familia, Ismael, reclama justicia. "Quiero que se investigue a fondo lo que ha pasado, que si es por negligencia pague quien tenga que pagar, que Sanidad extreme los controles para que esto no vuelva a pasar. En esta casa ha sido mucho más que una salmonela. Mi mujer se murió sin que yo pudiera estar con ella, ni siquiera en el entierro. Sólo compramos unos pollos, sólo eso. Y ahora, ¿qué?".
Arroz, patatas, zanahoria y yogures se han convertido en los componentes del menú familiar desde hace una semana. "Tengo todo el rato hambre y quiero ya comer un bocadillo de chorizo, pero como vomito... no puedo", dice Andrés. El cansancio ha hecho mella en todos ellos. "Es que estamos mal psicológica, afectiva y físicamente", apunta Juana Mari. Aún así, los restos del pollo están perfectamente conservados en la nevera para entregarlos a Sanidad y exigir la responsabilidad que corresponda. "Porque no nos merecemos esto", concluye Ismael.
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