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Columna
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Cuando llegue septiembre

Antonio Elorza

Aquel tópico de que es preciso disfrutar de las vacaciones veraniegas, porque al regreso lloverán los problemas, va a hacerse realidad este año para el Gobierno socialista. Sólo la infinita torpeza de la oposición "popular" ha impedido hasta ahora que en algunas cuestiones cruciales salga a la luz el debate entre las mismas filas de la izquierda. Zaplana y Acebes son los mejores propagandistas de Zapatero, al descalificarle en todo y por todo. La estrategia auspiciada por Rajoy de "cerrar todos los caminos" tiene así como único resultado crear un clima político irrespirable y hacer pensar a muchos que lo peor que nos puede pasar es el regreso a La Moncloa de unos revanchistas empeñados en provocar caiga quien caiga un adelanto de las elecciones por desgaste del Gobierno. Frente a un centro-derecha razonable, hoy representado por figuras aisladas como Gallardón o Piqué, emerge la sombra de la vieja España machadiana que ora y embiste, lo peor que puede sucedernos a todos, incluido el Partido Popular.

En esta atmósfera viciada, no resulta fácil plantear con distanciamiento suficiente el desigual balance de la actuación gubernamental y la estimación de las perspectivas para el futuro. Parece claro que el estilo de ZP ha favorecido una relación más fluida con la opinión pública y que sobre todo ha percibido la exigencia de adecuar la legislación a una sociedad que se ha modernizado profundamente en el último tercio de siglo. Al presidente no le gustan las discriminaciones, ni de género ni por ninguna otra causa, y en consecuencia ha abordado con visión integradora el problema de la masiva inmigración. En el nuevo y terrible problema del terrorismo islámico, que él se niega a llamar así, constituye un acierto plantear la alternativa de una "alianza de las civilizaciones", por desgracia como tal meta a largo plazo, que de momento significa una apertura a los musulmanes radicalmente opuestos a la yihad, entre quienes por fortuna cabe ya contar de modo rotundo a Tariq Ramadan, y un rechazo no menos tajante a cualquier deriva hacia la xenofobia o el odio religioso. Más no se puede pedir cuando en torno al socialismo gubernamental revolotean una y otra vez quienes reducen el problema a una causalidad económica, y como última novedad, a una supuesta intención revolucionaria de Al Qaeda que nada tiene que ver con la doctrina islámica. Genial. En suma, de un círculo de ciegos voluntarios, y además cargados de presunción, mal puede venir la luz. Pero lo que cuenta es la vía elegida por Zapatero, respaldada por una labor eficaz del Ministerio del Interior, y con un considerable y positivo eco internacional. El contraste es claro con la conjugación de oportunismo y firmeza en las decisiones que ha caracterizado al conjunto de la política exterior. El fracaso en la aproximación a Fidel Castro ha sido espectacular, sirviendo sólo para quemar las naves de la presión antes ejercida por la Unión Europea sobre el dictador que vuelve a impulsar los "actos de repudio" contra disidentes y declara el "fin de la tolerancia" (sic). Tampoco la política sobre el Sáhara es consistente, y las referencias a la acción de Putin en Chechenia, que Zapatero "respeta" o al cese del embargo de armas a China, suscitan simplemente estupor.

La impresión es que no hay demasiada reflexión de fondo cuando Zapatero adopta sin vacilar una línea de actuación que luego puede resultar costosa. En el caso vasco, es pronto para juzgar la apuesta de negociación con ETA y de entendimiento con Ibarretxe, si bien de momento la kale borroka regresa a las calles, a favor de una insensata sentencia de la Audiencia Nacional, y el lehendakari, con cautela y buenas palabras, se dispone firmemente a reemprender el camino de siempre. Veremos.

Pero lo que ya resulta claro es que en la cuestión catalana, el Gobierno y el PSC no han coordinado sus actuaciones, y confiaron ilusoriamente en que el liderazgo de Maragall evitaría que en los temas de intención anticonstitucional cobrase forma un frente nacionalista. Maragall ha jugado solo y la inhibición de Zapatero hasta hoy puede tener como efecto que el conflicto se agudice de no funcionar "la barra libre" que citaba Santos Juliá. No faltan ni los "derechos históricos". Regreso a 1700: Sabino Arana triunfa inesperadamente también en el Parlamento catalán.

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