La Costa Brava en casa
Un chalé en Cadaqués, en la península del Cabo de Creus, da ejemplo de cómo aprovechar el paisaje sin romper con él, a base de materiales naturales y un buen proyecto arquitectónico.
Los pueblos de difícil acceso son muchas veces los únicos que logran conservar su arquitectura original. Cadaqués, un pueblo de pescadores en el norte de la Costa Brava, se ha salvado de la masificación costera y sigue sorprendiendo a los visitantes. Entre ellos, artistas, escritores y amantes de la tranquilidad. El reto de los arquitectos Carmina Sanvisens y Gabriel Mora fue diseñar una vivienda respetuosa con el entorno, pero con un diseño contemporáneo. Una escalera de pizarra autóctona entre la casa y el mar la conectan con el paisaje natural, la historia y la cultura de Cadaqués.
Piedra local, muros blancos y las ideas claras desde el principio fueron los pilares de una casa que resultó seleccionada entre las 10 obras finalistas por el Col.legi d'Arquitectes de Girona. "El volumen cubista de la construcción fue el punto de partida del proyecto, que condujo a la idea de ocupar la máxima superficie en la planta baja y luego incorporar espacios adicionales en los niveles superiores, adaptando la estructura a la pendiente del terreno a modo de pequeñas terrazas. Creamos tres terrazas en distintos niveles con una pérgola en la terraza superior. El resultado es una vivienda con una fachada muy abierta para aprovechar al máximo las vistas y la entrada de luz natural", explica Carmina.
La inclinación del techo, contraria al desnivel del terreno, junto con las líneas rectas creadas por las terrazas y pérgolas añaden atractivo a la casa vista desde el lateral. A esta fachada potencialmente menos interesante se han añadido ventanas de tamaño variado que, con sus marcos que sobresalen, producen un seductor juego de sombras en la pared blanca. La pérgola en la terraza superior tiene lamas orientables que filtran los rayos de sol y crean más sombras lineales en la fachada principal. Un toldo de vela de barco triangular situado en la terraza de la planta baja señala al mar y rompe con la formalidad de la fachada rectilínea que tiene detrás.
La estrecha relación con el hábitat natural está subrayada por el pavimento utilizado: gresite azul que cambia de color según la luz, igual que el mar. Otro de los materiales utilizados en la casa es la madera. Los arquitectos escogieron tablero marino como el que se emplea en los barcos. Los paneles de madera revisten los techos y paredes y separan los espacios privados del resto de la casa. Las paredes estructurales se han pintado de blanco, proporcionando un fondo neutro adecuado para las numerosas pinturas y esculturas que hay en la vivienda.
La elección del mobiliario de estilo contemporáneo acompaña las líneas sencillas de la casa. Las mesas blancas de acero lacado forman un conjunto perfecto con las sillas de Harry Bertoia. Piezas clásicas de Charles & Ray Eames y Alvar Aalto conviven con obras de arte como la escultura móvil de Alexander Calder, que, en un primer momento, distrae la mirada de la hechicera vista del mar, clara protagonista de esta casa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.