Rehenes
Cada vez me siento más ajena a la España que vemos en los periódicos. Tengo la sensación de que políticos y medios de comunicación han establecido unas relaciones demasiado próximas, un amancebamiento algo caníbal con el que se enardecen mutuamente en la construcción de un país partidista e imaginario que acabará por jeringarnos el país real. Por ejemplo, estoy convencida de que la mayoría de los católicos y de los votantes del PP no creen que la familia esté en peligro de extinción cual dinosaurio jurásico. Vamos, es que semejante necedad no se la debe de creer ni el mismo Rouco; pero la Iglesia y los políticos peperos han usado el tema como excusa para arañar poder, armar la bronca y acabar calentando las entendederas de la gente, creando un conflicto artificial donde no lo había. Aún mucho más grave es el tema de las sedaciones terminales en el hospital de Leganés. La sociedad real, con independencia de su ideología, sabe bien que la sedación de un enfermo agonizante no tiene nada que ver con la eutanasia; que el derecho a una muerte serena es una de las expectativas más generalizadas de la ciudadanía, y que no aplicar esos cuidados paliativos al moribundo que sufre es una mala práctica médica y una indecencia moral. Tan claro tienen todo esto los españoles que en Leganés se han investigado 400 casos de sedación y sólo han presentado denuncias algunas familias, pese al opresivo y acongojante lavado de cerebro a que han sido sometidas. He aquí otro problema inexistente fabricado por las cabezas jibarizadas de los sectarios, cuyos cerebros encogen cada día por la ausencia total de pensamiento. Tampoco creo que ayude demasiado a la causa de la civilidad que los jíbaros de la tribu contraria asuman la defensa de Leganés como quien agarra una piedra para arrearle un cantazo al enemigo, enconando aún más el disparate. Porque he hablado del sectarismo de la derecha, pero la izquierda también tiene lo suyo. Por favor, que esos tipos tan chillones de uno y otro bando dejen de atacarnos o defendernos, que dejen de pelearse por el poder usándonos a todos los españoles de rehenes, que dejen de suplantar nuestro país real con esta España artificial colérica y tramposa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.