La ampliación de la UE ensombrece las relaciones entre Bruselas y Moscú
La cumbre de hoy en la capital rusa tratará temas como la seguridad exterior y la justicia
La cumbre que Rusia y la Unión Europea celebran hoy en Moscú supone un balance de sus complejas relaciones en el primer año transcurrido desde la ampliación de la UE con 10 nuevos miembros. Desde entonces los horizontes comunes, en vez de ampliarse, se han restringido y la desconfianza ha aumentado, opinan medios rusos involucrados en la política europea y también diplomáticos de la UE, que piden el anonimato. La cumbre, en teoría, debería culminar con la firma de un acuerdo sobre los "cuatro espacios" comunes (Economía y Seguridad Exterior, Seguridad y Justicia y Cultura) que fueron esbozados durante la cumbre de San Petersburgo en mayo de 2003 para encauzar y profundizar en la relación.
El clima hoy es mucho más reservado que el que existía en San Petersburgo y las fuentes, tanto europeas como rusas, lo atribuyen a la influencia de los nuevos socios de la Unión Europea, que o bien fueron aliados militares y económicos del Kremlin en el pasado o bien parte de la URSS. El debate sobre la historia, que se ha producido en vísperas del aniversario de la victoria en la II Guerra Mundial, ha contribuido a aumentar la crispación.
Un ejemplo concreto del deterioro del clima se refleja en el proyecto para que rusos y europeos puedan a la larga eliminar recíprocamente los visados. En San Petersburgo, la Unión Europea brindó a Rusia esa perspectiva.
La contrapartida implícita era que Rusia, a su vez, debería cerrar sus fronteras a terceros, para evitar que se colaran por ahí emigrantes ilegales a la Unión Europea. Para ello, Moscú debe negociar un tratado de readmisión con la Unión y otros tratados semejantes con estados orientales y sureños, como Kazajistán, por ejemplo, país con el que tiene más de 7.000 kilómetros de fronteras.
A nadie se le escapa que el proceso era largo y complicado, ya que exige campos de internamiento de ilegales, medios para deportar y reforzamiento de las fronteras, y todo ello cuando los traumas demográficos y los movimientos poblacionales causados por la desintegración soviética no han concluido aún.
Ahora, sin embargo, la Unión Europea exige más. Lo que quiere hoy Bruselas es que Rusia firme esos tratados de readmisión no ya para eliminar los visados, sino sólo para obtenerlos con más facilidad dentro de los marcos actuales del tratado de Schengen.
Pero para Rusia esto es un mal negocio, tanto más cuando ya tiene este régimen simplificado (sin contrapartidas) con Alemania y lo ha negociado también con Francia e Italia. "Lo que pretende hacer ahora Bruselas es como vender de nuevo un caballo viejo que además está ya vendido", señalaba un conocedor del tema.
Los países de la UE están divididos. Los del Báltico, como Letonia, y los nórdicos, como Dinamarca, son partidarios del trato restrictivo.
Otros, como España o Grecia, están a favor de mantener las premisas de San Petersburgo. Algunos se escudan en el anonimato. Medios bien informados aseguran que Alemania y Francia apoyan la postura dura, para que sean otros, y no ellos, los que negocien un tratado de readmisión con Rusia.
Unilateralidad
Medios diplomáticos españoles señalan que si la Unión Europea no consigue negociar un acuerdo común de facilitación de visados a Rusia, debido a su insistencia sobre los tratados de readmisión, Madrid lo hará unilateralmente como lo ha hecho Berlín.
"El clima en la UE puede impulsar a Rusia a un nuevo bilateralismo en Europa", señala Olga Potiómkina, experta en relaciones comunitarias. Muestras de ello ya hay, como la relación con Alemania, que ayer el presidente Putin puso como un ejemplo al mundo 60 años después de la victoria sobre los nazis. La cumbre con la UE se produce en un momento delicado. Un distinguido grupo de expertos y politólogos acaba de hacer un llamamiento para frenar el desarrollo de las relaciones con la UE.
Serguéi Karagánov, subdirector del Instituto de Europa, y otros especialistas opinan que Rusia debería hacer una "pausa táctica en las relaciones con la Unión Europea, con el fin de nivelar los aspectos negativos que tiene el actual formato de relaciones".
Ni Rusia ni la Unión Europea "comprenden el objetivo estratégico" del diálogo común. "En Bruselas el diálogo de Rusia está totalmente subordinado a los intereses y la inercia de la burocracia. Nosotros prácticamente carecemos de esa burocracia, porque no la hemos preparado. Por eso, mientras no haya un fin estratégico, estamos condenados a retroceder, a hacer concesiones unilaterales que con frecuencia no sólo no son beneficiosas, sino que son incluso dañinas".
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