El viaje más delicado de Bush
El presidente de EE UU felicitará en Riga a los países que se liberaron de la URSS y celebrará en Moscú el aniversario del fin de la guerra
La gira que George W. Bush lleva a cabo desde hoy y hasta el martes, es mucho más complicada que la que hizo el pasado febrero para relanzar la castigada relación con los aliados europeos después de la crisis causada por la guerra de Irak. Tras los encuentros con Jacques Chirac, Gerhard Schröder y Tony Blair y las reuniones con la OTAN y la Unión Europea, el objetivo se cumplió. Lo que el presidente va a intentar ahora es la cuadratura de un círculo: felicitar a los países recién liberados de la dictadura soviética y, al mismo tiempo, celebrar en Moscú el desenlace de una guerra que puso a media Europa bajo esa dictadura.
Bush arranca su gira hoy en Riga, capital de Letonia, donde visitará el Monumento a la Libertad, símbolo de la independencia del país. El sábado se reunirá con los tres presidentes de los países bálticos, que han pasado casi medio siglo ocupados.
En una carta a Vaira Vike-Freiberga, presidenta de Letonia, Bush dice que "en Europa Occidental, el fin de la II Guerra Mundial significó la liberación. En Europa Central y Oriental, la guerra también supuso la ocupación soviética, la anexión de Estonia, Letonia y Lituania y la imposición del comunismo". Tan claro lo tienen los bálticos, que los líderes de Estonia y Lituania no asistirán a la celebración del lunes en Moscú, porque están todavía esperando -como todos los países del este de Europa- la condena de la ocupación por parte de Rusia.
Lo que aún no ha hecho Rusia es lo que hizo una de las cámaras parlamentarias bajo Mijaíl Gorbachov en la todavía Unión Soviética de 1989: condenar el pacto Mólotov-Ribbentrop de 1939 por el que la Alemania nazi y la URSS se repartían la Europa del Este. Vladímir Putin, que el pasado 25 de abril, en su discurso sobre el estado de la nación, dijo que la desintegración de la URSS fue "la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX", no sólo no denuncia el pacto Mólotov-Ribbentrop, sino que asegura que aquel acuerdo fue un intento de "garantizar los intereses de Moscú y su seguridad en las fronteras occidentales".
No lo ven así los norteamericanos, que aseguran además estar preocupados por el autoritarismo de Moscú. "Obviamente, sería apropiado que Rusia hiciera lo mismo ", señaló el miércoles Stephen Hadley, consejero de Seguridad de la Casa Blanca. Pero Bush, que tiene en Putin a un incómodo pero muy importante aliado estratégico, no forzará el asunto. Hadley lo dejó muy claro: "El presidente quiere que todos miren hacia delante y que nos concentremos en lo que nos une. Compartimos valores comunes de democracia, libertad y, aunque hay que tener en cuenta el pasado, de lo que tenemos que hablar es de las formas de avanzar y desarrollar esos valores en Europa y en todas partes".
En el 50º aniversario del final de la guerra, el ex presidente Clinton adoptó en 1995 la solución de no estar en el desfile militar, en protesta por la represión rusa en Chechenia, pero sí asistir a la recepción oficial que Yeltsin ofreció en el Kremlin. Bush tiene una política exterior que reivindica la extensión de la libertad por todo el mundo, pero comparte con Putin importantes objetivos: la lucha antiterrorista, la contención de las ambiciones nucleares de Irán e intereses energéticos. Y a Putin también le es vital la amistad de Bush, para consolidar su autoridad y afianzar la presencia de Rusia en el G-8 y en la Organización Mundial del Comercio.
Después de viajar a Riga y reunirse con los líderes bálticos, Bush irá a Maastricht, en Holanda, para reunirse con el primer ministro, Jan Meter Balkenende, y visitar el cementerio de Margraten, en el que reposan los restos de más de 8.000 soldados estadounidenses muertos en la guerra, de forma que se complete el objetivo de la gira, en palabras de Hayden: "Honrar el sacrificio compartido de millones de estadounidenses y europeos para derrotar la tiranía y, al tiempo, destacar el crecimiento de la democracia en Europa y en el mundo". El domingo, Bush cenará con Putin y el lunes estará en la tribuna de honor, con más de medio centenar de líderes mundiales, conmemorando el 60º aniversario del final de la II Guerra Mundial en Europa.
"Un montón de desafíos"
¿Cómo hará el presidente para salir bien librado de la complejidad diplomática del viaje? Por un lado, va a asistir al aniversario de lo que en Rusia se conoce como la Gran Guerra Patria, en la Plaza Roja, a unos metros de la tumba de Lenin, para celebrar la paz y recordar a los 27 millones de rusos muertos. Pero esa misma guerra afianzó el estalinismo y consagró la división de Europa, y Bush llegará a Moscú horas después de haber felicitado a los bálticos, víctimas de aquella paz, y antes de poner rumbo a Georgia, otro de los países de la antigua URSS que Washington pone como modelo de la expansión de la libertad.
Hay muchas posibilidades de que unos y otros -rusos y víctimas de los soviéticos- se molesten, pero Stephen Hadley, consejero de Seguridad, cree que Bush será capaz de hilar fino: "El mundo es complicado y hay un montón de desafíos, pero el presidente viaja con una visión clara y unos principios con los que se siente cómodo, y cree que eso puede proporcionar el marco para abordar los problemas".
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