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Escritores y editores destacan la gran modernidad de la obra de Mario Lacruz

Un homenaje recuerda en Barcelona al editor, que publicó tres novelas y dejó escritas otras 11

Modélico editor durante 45 años, Mario Lacruz (Barcelona, 1929-2000) fue uno de los más enigmáticos escritores españoles de la segunda mitad del siglo XX. Sólo publicó tres novelas en vida, pero dejó otras 11 inéditas a su muerte. El enigma del escritor que escribe pero no publica centró el coloquio entre escritores y editores con el que ayer se homenajeó en Barcelona a Mario Lacruz en el quinto aniversario de su muerte. "Sacrificó su vocación literaria por la edición", coincidieron en afirmar los editores Rafael Borràs y Enric Badosa, quienes destacaron, junto al escritor Juan Marsé, la gran modernidad de su obra en una España, la de la década de 1950, con un panorama literario decimonónico.

El homenaje de anoche a Mario Lacruz, celebrado en la Biblioteca Fort Pienc de Barcelona, coincidió con la presentación, por la mañana, de la obra ganadora de la primera edición del premio de novela que lleva el nombre del editor y escritor, que ganó Eduardo Gallarza (Madrid, 1962) con su segunda novela, Verdades como sueños (Ediciones B). Una obra que Max Lacruz, hijo del editor e impulsor del premio literario, calificó como "poseedora del espíritu de las obras de mi padre, con personajes desubicados que se buscan y no se encuentran, como los que él creó en sus novelas".

Tres obras publicó en vida Mario Lacruz, El inocente (1953), La tarde (1955) y El ayudante del verdugo (1971). Tras su muerte, en 2000, se descubrió que había escrito otras 11, algunas de ellas en inglés, todas inéditas. "¿Por qué lo hizo? Es un gran enigma", reflexionó la periodista y escritora Rosa Montero. "Todos los que le conocimos le preguntábamos '¿por qué no escribes?', pero él siempre rehuía contestar". "Como editor era muy crítico y quizá esa exigencia la aplicó a su propia obra", apuntó el editor Rafael Borràs. "Nunca creí que fuera como Bartleby, el personaje de Herman Melville, que no quería escribir", terció el editor y escritor Enric Badosa. "El enigma que hay detrás de la figura de Mario Lacruz le convierte en un personaje de novela maravilloso. Quizá lo que hizo fue construirse a sí mismo como el mayor personaje de novela posible", sugirió Rosa Montero.

El escritor Juan Marsé, de quien Lacruz fue amigo y editor, resaltó el hecho de que éste no quisiera jugar el doble papel de editor y escritor como hizo Carlos Barral. "Cuando leí La tarde sabía de su gran calidad como autor, pero a mí lo que más me sorprendió fue descubrirle como editor. Era serio, con muy buen gusto y una enorme dedicación a su trabajo", recordó el novelista, quien destacó el impacto que le causaron las dos primeras novelas de Lacruz. "La suya era una voz nueva. Hacía una literatura moderna con respecto a lo que se había publicado hasta entonces. Me hizo ver que ése podía ser el camino", aseguró.

"Representó la ruptura frente a la continuación de la tradición. Con La tarde demostró que su literatura era europea, que nada tenía que ver con lo que se hacía en España", destacó Borràs. "Fue una obra que aportó europeísmo a la novela española, pero sin acento extranjero. Lo que hizo fue llevar la novela española fuera de nuestras fronteras. Situar literariamente España en Europa", afirmó Badosa.

De izquierda a derecha, Rosa Montero, Jordi Gràcia, Enric Badosa, Rafael Borràs y Juan Marsé.
De izquierda a derecha, Rosa Montero, Jordi Gràcia, Enric Badosa, Rafael Borràs y Juan Marsé.JORDI ROVIRALTA
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