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Columna
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Relincho

El caballo de la estatua de Franco está que trota. Llevaba 46 años en la plaza de San Juan de la Cruz soportando en sus lomos a un dictador de armas tomar. Demasiado para un solípedo inocente. Este cuadrúpedo es un héroe y merece reconocimiento nacional. Las autoridades debieran omitir el pudor concediendo a este noble y abnegado bruto la Gran Cruz de la Orden de Caballería y la Medalla de Sufrimientos por la Patria. De este modo el bicho engrosaría el santoral de équidos ejemplares de nuestra historia, junto a Babieca, Rocinante o el caballo de Espartero. Sin embargo, se lo llevaron la otra noche con el dictador encima y los encerraron en un almacén. Eso no es justo. Que apeen al general y lo pongan donde corresponda, pero hay que rescatar al caballo.

El monumento estaba en entredicho desde hace tiempo. Por lógica tenía que desaparecer, pero todos se lavaban las manos en el asunto, incluso Tierno Galván. Ahora lo han eliminado al fin, mas no por decreto. Se ha utilizado la nocturnidad y la disculpa del túnel de la risa que, según dicen, se está construyendo, lo cual tiene su guasa. Muchos partidos y asociaciones clamaban desde años por la demolición. Pero quien ha ido más lejos ha sido un particular, el abogado Francisco Fernández Goberna, vecino de Madrid. Presentó en agosto de 2004 una solicitud oficial pidiendo al alcalde la retirada de la estatua basándose en el Código Penal. El Ayuntamiento contestó con silencio administrativo. Pero el letrado estaba dispuesto a llevar el caso a los tribunales, es decir, a sentar a Franco en el banquillo por gravísimos delitos incompatibles con la exhibición de su estatua en un país democrático.

En cuanto a qué hacer con el caballo, habría que encontrar alguna solución que restaurara el honor del animal y, al mismo tiempo, advirtiera sutilmente a los tiranos. Fernández Goberna, que es donostiarra-madrileño, sugiere con retranca gallega una idea magnífica y nada belicosa. Todo consiste en que el bicho, libre ya de aquel jinete pálido, cabalgue triunfalmente al emplazamiento del que lo arrebataron y sirva para señalar el camino del hipódromo.

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