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99 años de sabiduría y honestidad

Francisco Ayala celebra su aniversario con la edición de sus textos sobre el 'Quijote' y una gran fiesta

José Andrés Rojo

"Me siento realmente abrumado porque yo siempre he sido un hombre muy recatado, y me siento incluso avergonzado ante tanta bondad cayendo sobre mí", dijo Francisco Ayala durante el íntimo homenaje que reunió ayer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid a un montón de amigos del escritor para celebrar su cumpleaños. Junto a Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo, allí estuvieron César Antonio Molina (director del Instituto Cervantes), Victoria Chapa (directora de Punto de Lectura), Fernando Carro (presidente del Círculo de Lectores), Juan Cruz y Carolyn Richmond, su mujer, y su hija, Nina Ayala. Luis García Montero leyó unas palabras y Miguel Ríos cantó una canción. Al homenaje también acudieron, entre muchos otros, José Saramago, Rosa Regàs, Margarita Salas, Almudena Grandes, Joaquín Sabina, Clara Sánchez, Basilio Martín Patino y Gregorio Salvador, director en funciones de la Real Academia Española al estar Víctor García de la Concha de viaje.

"He vivido el presente, aunque el pasado sea dolorosamente inolvidable"
"Soy un poco reservado. Me vuelco poco al exterior, soy demasiado secreto"

"Me ha costado mantenerme aquí y no meterme debajo de la mesa", dijo después Ayala. "Ante este océano de bondad, ante este diluvio de buenas cosas. Esta felicitación se ha convertido en algo casi insoportable. Un premio que nunca hubiera soñado. Me pregunto dónde estará ese niño granadino que escribía poemas... Pues está aquí, convertido en testaferro".

"Quisiera dar las gracias a cada uno de manera individual porque encuentro aquí un cariño antiguo de muchos años. Pero no voy a dar todos los nombres, así que me tengo que conformar con dar las gracias de manera general. Cada cual sabe en qué medida y con qué intensidad recibirá mi gratitud". Con esas palabras había iniciado por la mañana Francisco Ayala su breve intervención durante la presentación de su libro La invención del Quijote (Punto de Lectura). "Es una insolencia por mi parte que todavía esté vivo, perdónenme por estar en el mundo", dijo inmediatamente después.

Con su elegancia habitual y la perfecta lucidez que conserva a sus 99 años recién cumplidos, Francisco Ayala fue ayer el gran protagonista del día. Lo fue con la sencillez que le caracteriza y con esa generosidad que da la medida exacta de su inmensa humanidad. "¿Que cómo voy a celebrar este día? Lo estoy celebrando ya, teniéndolos a ustedes charlando conmigo, interesados por lo que he hecho". Pidió disculpas porque, cosas de la edad, ya no oye muy bien, y contestó todas las preguntas, rodeado, cercado, literalmente secuestrado (con su delgada figura, sus cabellos canosos, sus infinitas arrugas y su inteligente mirada) por una larga fila de cámaras de televisión, un montón de fotógrafos volcados en atrapar cada uno de sus gestos y la habitual caterva de plumillas que se afanaron por no perder ni un suspiro.

"He publicado muchos libros durante muchos años, pero éste tiene un significado muy especial", dijo a propósito de La invención del Quijote. "He escrito todos los días, desde la escuela hasta hoy (hasta ayer, digámoslo así) y empecé a publicar muy temprano, antes de los 20 años. Sociología, filosofía, crítica y teoría literaria y textos de estricta creación, de todo ha habido durante este tiempo, y el Quijote ha estado presente en mi espíritu desde el principio. Desde que era un niño y me tenían que reprender por utilizar algunas palabras que había aprendido en el libro de Cervantes y que no eran muy oportunas para el ambiente burgués de la Granada de entonces".

La invención del Quijote se abre con un preámbulo de Víctor García de la Concha, y después de una conversación de éste con el autor y otros textos de Ayala a manera de prólogo, se divide en dos partes, 'Indagaciones' e 'Invenciones'. La primera incluye las piezas de carácter más ensayístico; la segunda, las más literarias. Termina con dos discursos, el que leyó en 1992 al recibir el Premio Cervantes del año anterior y su intervención en el último Congreso de la Lengua en 2004. "Reúne todos los tonos, de una variedad enorme, que hay en mi larga obra, así que es un poco como una silueta de mi trayectoria como ensayista, como creador, como pensador. Es un libro vivo que me representa en la extensión de esos 99 años que hoy estoy celebrando". Y Ayala concluyó volviendo al principio: "Gracias es la palabra que quiero repetir, y con la que termino esta pequeña charla".

Luego vinieron las preguntas. Y, sobre todo, las respuestas. "Yo no estoy parado en este momento, lo único que te puede parar es el momento de la muerte. Hay mucha gente, sin embargo, que se detiene y no avanza. Un suceso como el de la Guerra Civil ha marcado a muchos, que se han quedado ahí. Por fortuna, yo he podido vivir cada día el presente, aunque el pasado sea inolvidable, a veces dolorosamente inolvidable".

Francisco Ayala nació en 1906 en Granada, y fue un compulsivo lector desde muy niño ("un imprudente lector, pues leía cosas que estaban por encima de mi alcance, por encima de mi vocabulario"). En 1918 se trasladó a Madrid. El estallido de la guerra lo pilló fuera, dando conferencias en Suramérica. Volvió y sirvió a la República. En 1939 partió al exilio y se instaló en Buenos Aires.

"Hay tres épocas distintas en el desarrollo de mi obra. La primera es la que corresponde a aquel niño odioso y tonto que todo lo leía. Cuando terminé el bachillerato tenía una sólida formación literaria y ya me había puesto a escribir. Pero allí, a Granada, no había llegado la vanguardia, no se percibía. Cuando llegué a Madrid descubrí la nueva sensibilidad y creo que, modestia aparte, me incorporé a ella brillantemente. No, no hacen mal papel los libros que escribí entonces. Vino entonces el cambio político e interrumpí mi creación literaria: hay veces que es una frivolidad dedicarse a la estética, aunque sea por puro sentido de responsabilidad. De todas formas, seguí escribiendo. Al final de la guerra llegó el exilio. Es la tercera etapa, donde ya escribo desde mi propia base, donde emprendo ya una trayectoria de creación totalmente individual".

Las preguntas llevaron a Ayala de un lado a otro, y a todas fue respondiendo con la vieja sabiduría de quien ha pasado por situaciones y circunstancias muy diferentes. "Soy un poco reservado", dijo, por ejemplo. "No soy una persona que se vuelque al exterior, soy demasiado secreto. Me relaciono con el mundo a través de un reducido grupo de amigos, con muy pocas personas con las que tengo una especial afinidad. Soy, en ese sentido, un poco anómalo, irregular".

El corte abrupto que supuso el final de la guerra para tantos españoles no le impidió a Ayala continuar adelante con sus proyectos. En Buenos Aires siguió escribiendo y publicando, colaboró en distintos periódicos y revistas, trabajó como profesor de Sociología en la Universidad del Litoral. En 1945 estuvo en Río de Janeiro. En 1950 se instaló en Puerto Rico una temporada. Fue allí donde se publicó por primera vez su ensayo La invención del Quijote, que ha incorporado la reciente edición de las academias del libro de Cervantes y que da título al libro que se presentó ayer.

"Cervantes apareció en una época de grandes transformaciones literarias, a las que se incorporó tímidamente, en parte por las dificultades de su vida", contó ayer Ayala. "Era un poco retrasado para los valores que se imponían entonces, pero de pronto llegó su Quijote y tuvo un gran éxito. Fue un best seller inmediato. Proponía una nueva manera de ver el mundo".

En 1951 se instaló en Estados Unidos para enseñar literatura en la Universidad de Princeton, y fijó su residencia en Nueva York en 1956. Viajó por Europa y Oriente. Y siguió con sus libros, sus conferencias, sus cursos, sus artículos. "La verdad tiene muchos matices", comentó ayer cuando le preguntaron si finalmente toda su obra no había sido sino una incansable búsqueda de la verdad. "Está la verdad insinuada y la verdad que se proclama a gritos. Los escritores tendemos a hablar por señas...".

Sin muchos aspavientos, como lo hace este caballero con sus espléndidos 99 años. Confesó no preferir ninguno en especial de sus muchos libros. Y dijo que los escritores debían ser, como todos los demás hombres, "auténticos, no engañar, no mentir". "Y tener la conciencia alerta para no hacer lo que no se debe hacer".

Durante la presentación del libro, César Antonio Molina anunció que la biblioteca de la sede del Cervantes en Estocolmo llevará el nombre del escritor granadino. Allí estará Francisco Ayala.

Francisco Ayala, entre César Antonio Molina (izquierda) y Juan Miguel Hernández León, con algunos de los asistentes al 99º cumpleaños del escritor, anoche en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De pie a la izquierda, Carolyn Richmond, su esposa, Luis García Montero, Joaquín Sabina, Miguel Ríos, Rosa Regàs y José Saramago.
Francisco Ayala, entre César Antonio Molina (izquierda) y Juan Miguel Hernández León, con algunos de los asistentes al 99º cumpleaños del escritor, anoche en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. De pie a la izquierda, Carolyn Richmond, su esposa, Luis García Montero, Joaquín Sabina, Miguel Ríos, Rosa Regàs y José Saramago.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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